ESPECIALES • SUBNOTA › CUANDO VOLVIMOS A VOTAR > ALDO NERI RECORDó LA INTIMIDAD DEL TRIUNFO ELECTORAL
El ex ministro de Salud y Acción Social estuvo entre los pocos que esperaron el resultado junto al ex presidente. Fue uno de los primeros que le acercó datos de la victoria. Sus recuerdos de aquel 30 de octubre de 1983 y de los días de campaña.
› Por Santiago Rodríguez
Cuando Aldo Neri conoció a Raúl Alfonsín a principios de los ’70, ni siquiera era radical y no se le cruzó por la cabeza que una década más tarde compartiría en la intimidad su triunfo electoral. Menos aún, imaginaba que aquel 30 de octubre de 1983 sería uno de los primeros en transmitirle a Alfonsín que estaba ganando en la mayor parte del país porque de casualidad atendió el teléfono de la quinta de Boulogne, donde aguardaron el resultado de las elecciones y un periodista le pasó el dato. “Se lo veía tranquilo y preocupado al mismo tiempo; no estaba muy conversador, sino más bien callado”, relató a PáginaI12 quien fuera el primer ministro de Salud y Acción Social tras el retorno a la democracia. Neri evocó, además, varios tramos de la campaña y recordó que lo más emotivo fue el multitudinario cierre en la 9 de Julio.
–No recuerdo dónde estuve al principio del día, pero sí que a cierta hora fui con mi mujer a la quinta en Boulogne donde estaba Alfonsín y nos quedamos ahí a esperar los resultados.
–Estaba la familia de Alfonsín, los hijos, los más íntimos; me acuerdo de algunos: Bernardo Grinspun, Raúl Borrás...
–Sí, del grupo original, digamos.
–Germán López, Jorge Roulet. Algunos años después se incorporó Dante Caputo. En los ’70 nos reuníamos semanalmente con Alfonsín; era una especie de gabinete de discusión de temas políticos.
–Al principio, en el living del departamento de la mamá de Alfonsín, que es el mismo donde él vive ahora. Nos tenía una santa paciencia, pero después el grupo creció, éramos una molestia y decidimos irnos a otro lugar. Recalamos en Lalín, ese club social de un grupo gallego que está en la calle Moreno.
–En los ’80; entre el ’81 y el ’82. El Movimiento de Renovación y Cambio ya había cobrado mucha fuerza y se hace convocante. Llegó un momento en que Alfonsín ganó las internas y asumió la presidencia del partido, proyectado como candidato de una apertura que a partir de Malvinas se vio venir como ine-vitable.
–En esa época estaba muy instalada la idea de que no se le podía ganar en elecciones al peronismo. Había muchos radicales que eran escépticos, pero Alfonsín estaba seguro de que ganaba, percibía que tenía una receptividad popular muy grande, incluso donde el radicalismo no ha tenido penetración habitual.
–Lo principal era que tenía razón. Además, interpretó cabalmente la necesidad social de aquel momento. Tenía razón en su propuesta hacia delante y en las cosas que condenaba hacia atrás y eso interpretaba el sentimiento del pueblo argentino. La sociedad estaba muy cansada de las mentiras y en eso la experiencia de Malvinas fue muy definitoria porque al pueblo se lo engañó. La dictadura fue de las peores de América latina en términos de eficacia y de gestión; eso también la gente lo sentía. La gente vio en Alfonsín al hombre que proclamaba la vuelta de la paz y la erradicación de la violencia como manera de dirimir nuestras diferencias, y al hombre que propugnaba el estado de derecho y que justicia quisiera decir algo en la Argentina; por eso aquello de “somos la vida, somos la paz”, que decía la juventud en la campaña.
–Primero fue el acto en Castro Barros, en la Federación de Box. Si bien fue más chico, hubo mucho fervor. Después vino Ferro y se vio que la puerta estaba abierta para ganar.
–Nunca más viví un acto como ése, con un millón de personas. Al principio, subimos con mi mujer al noveno piso de un edificio de un edificio sobre Carlos Pellegrini y después bajé y lo caminé. A mí me conmovió porque fue una característica de todos los actos de campaña, pero ahí fue masivo, venían las familias completas. La campaña fue alegre y los actos eran optimistas. No había temor ni un ambiente de agresión.
–No de un fraude en escala. El gobierno militar era de palo y lo mejor que podía hacer era tratar de garantizar la transparencia.
–Que el teléfono sonaba todo el tiempo y atendía el que estaba cerca. En un momento, acababan de terminar los comicios, suena el teléfono y atiendo yo. Era Neustadt y me dice: “¿Ustedes saben que están ganando en la mayor parte de los lugares?”. Corté, fui y se lo dije a Alfonsín.
–Se lo veía tranquilo y preocupado al mismo tiempo; no estaba muy conversador, sino más bien callado.
–Me acuerdo de dos momentos, pero no a solas, sino ya en el gobierno. Uno cuando Alfonsín transmitió que había que tener iniciativas lo más rápido posible que le dieran a la gente la convicción de que la paz y el estado de derecho no venían solos, sino también con solución para muchos problemas de la vida diaria de la gente. El otro, uno de los momentos más emocionantes para mí, fue la firma del decreto acuerdo, o sea firmado por todos los ministros, que enviaba a juicio a las juntas militares y a la cúpula guerrillera. Era la sensación de que estábamos protagonizando un acto simbólico de reparación histórica.
–El discurso de cierre de Alfonsín en la 9 de Julio, con el Preámbulo que todos esperaban.
–En el ’70 o ’71. Yo no era afiliado radical; era independiente de centroizquierda de toda la vida, politizado pero no militante. Lo conocí a través de Jorge Roulet y de Antonio Napoli, quien después fue presidente del bloque radical del Senado, porque al recibirme me fui de médico rural a un pueblito perdido en la meseta patagónica y él era médico en el pueblo vecino. Napoli fue fundador de Renovación y Cambio en Río Negro. Alfonsín no tenía a nadie que conociera un poco el campo de la salud, yo venía con una trayectoria intensa y con cierto prestigio académico, y me invitó a trabajar con él. Me afilié un año y medio después de conocerlo.
–En el campo político-institucional hemos avanzado bastante. Por lo pronto, el pueblo critica y tiene la peor de las opiniones sobre el sistema político, y en parte tiene razón, aunque hemos incorporado culturalmente que este sistema es malo pero cualquier otro es peor y que éste es el único camino que nos puede dar una convivencia civilizada. La economía en estos 25 años no despegó y en lo social hemos empeorado.
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