Dom 13.10.2002

ESPECTáCULOS  › “JUICIO A LAS JUNTAS: EL NUREMBERG ARGENTINO”

“Todos estos años hemos vivido muy desinformados”

El realizador de “Las patas de la mentira”, Miguel Rodríguez Arias, acaba de completar un largometraje documental que recoge imágenes inéditas del histórico Juicio a las Juntas Militares y las completa con entrevistas actuales a varios de los principales testimoniantes de entonces.

› Por Mariano Blejman

En la primera imagen de la película documental Juicio a las Juntas: el Nuremberg argentino, de Miguel Rodríguez Arias, se observa al fiscal Julio Strassera entrando a los tribunales federales. Diecisiete años antes, en ese mismo lugar, los responsables del genocidio de la dictadura militar eran juzgados por el mismo Estado. El Juicio a las Juntas Militares provocó, para muchos, la credibilidad más alta para la historia de la Justicia en el país. Se juzgaron 709 casos concretos y se grabaron 530 horas de televisión, con la tecnología de ATC de aquel entonces. Pero había un detalle que no pasó en vano: los testimonios pudieron ser vistos, aunque sólo pocos tramos fueron escuchados en la televisión abierta de aquel momento. El fantasma militar estaba todavía más que presente. Esas históricas imágenes se convirtieron en un tesoro deseado por los organismos de derechos humanos, pero de muy difícil acceso (ver aparte) y que muy pocos pudieron utilizar.
Cuando el año pasado, Rodríguez Arias, realizador de Las patas de la mentira, tuvo la idea de llevar al cine imágenes del juicio, aquí mismo existía otro país: Argentina era un modelo convertible; Leopoldo Fortunato Galtieri todavía estaba en libertad y los archivos de la Embajada de los Estados Unidos de aquí, sobre la época, no se habían dado a luz. “Otro hubiera sido el juicio con los documentos desclasificados en mano y otra también la historia del país si las cintas se hubiesen escuchado”, confía Rodríguez Arias, quien acaba de terminar Juicio a las Juntas: el Nuremberg argentino. Rodríguez Arias es responsable de la compañía Metrópolis Media y junto a las españolas Plural Entertainment y Anola Films, coprodujo el film, que participará en noviembre del 28º Festival Iberoamericano de Huelva, en el sur de España.
–¿Cómo influyeron los cambios en el país para terminar su película?
–Mientras terminábamos se caía el país, pero continuar era a su vez como una forma de fortalecer la memoria. El año pasado comenzamos a buscar el material, a investigar, y se sucedieron los acontecimientos de diciembre. En enero, aún estábamos terminando y recién viajé a España en febrero para arreglar la coproducción. Siempre tuve la sensación de que era un buen trabajo recordar la historia en momentos de crisis, sobre todo en un año electoral y cuando sabemos que hubo cruces entre militares y empresarios.
–O sea, el momento es oportuno para el estreno...
–Es oportuno que se presente pronto aquí porque el trabajo tiene información del pasado entre el ‘76 al ‘83. Y el juicio, que ocurrió en 1985, sigue teniendo vigencia. En estos años, los organismos de derechos humanos siguieron vías muy distintas para completar de algún modo el juicio que quedaba pendiente. Se tramitaron Juicios por la Verdad, juicios por los robos de bebés y siguen pasando muchas cosas, incluso con respecto a la represión. Después, cuando se pase en el cine y la televisión, pensamos hacer copias y distribuirlas en las escuelas y universidades.
–¿Qué hubiese cambiado con los documentos desclasificados en mano en aquella época?
–Hemos vivido estos años muy desinformados. Incluso en la época de la dictadura, cuando comenzaron a desaparecer personas, no se sabía bien cómo actuar, ni cómo reclamar. No se sabía a quién concurrir a pedir un hábeas corpus, si el Estado decía que no los tenían y la Iglesia estaba en connivencia con el poder. Las Madres no sabían si ir a los curas, a los militares, a funcionarios de gobierno...
–¿Por qué cree que no se transmitieron las imágenes con sonido?
–Yo abono la teoría de que hacerlo hubiera cambiado la historia del país. Al menos la historia social. Hay gente que actualmente tampoco sabe, o no quiere saber, lo que sucedió en el país en aquellos años. La gente “progre” sabía ya en la dictadura que había gente desaparecida, pero no se hablaba todavía de 30.000. De hecho no existe hoy una cifra concreta decasos probados. Cuando terminó la dictadura, la Conadep recibió cerca de 8000 denuncias y durante estos años se llegó a 15.000. Pero hay mucha gente que por miedo nunca se animó a denunciar. En la película, Elisa Tolkar cuenta la conmoción que tuvo cuando la invitaron a declarar en el juicio. De hecho no pudo hacerlo porque conocía personajes como “El Tigre”, pero si le decían Acosta no podía saber de quién se trataba. Tolkar recién pudo declarar en España citada por el juez Garzón.
–Los que hablan en su mayoría son sobrevivientes de la ESMA. ¿Pesa sobre ellos algún tipo de suspicacia sobre la “suerte” de salir libres?
–Miguel Bonasso dice en el documental que fueron entre 60 a 70 los sobrevivientes de la ESMA. Y no conozco el criterio para llegar a esa cifra, pero de lo que sí estoy seguro es de que no es para nada materia opinable la supervivencia de cada uno en una condición de supervivencia.
–Cuando comenzó a trabajar, Galtieri –que quedó libre en el juicio– no estaba todavía preso. ¿Se modificó en el medio la historia del film?
–Siempre siguen pasando cosas. No se olvide de que el mismo Videla estaba libre hasta hace poco. Y de hecho hay sectores como la Policía Bonaerense que vienen teniendo la misma estructura desde... (piensa) desde la época de Rodolfo Walsh y su Operación Masacre. Con los años, ese sector policial fue complejizándose y empeorando. Pero nunca cambió de parecer.
–¿En qué situación está el copiado de las cintas originales del juicio?
–Siguen copiando casetes poco a poco. Nosotros colaboramos de algún modo en la aceleración del copiado, hicimos pedidos especiales y tenemos varias horas del juicio que pensamos usar para otros trabajos. Estamos siguiendo el caso de las monjas francesas y de una monja que se salvó.
–¿Por qué cree que hay tantos documentalistas trabajando hoy?
–Hay un gran estímulo por mostrar lo que sucede. La sociedad argentina se ha convertido en un tema muy interesante tanto aquí como en el exterior. Por esta misma productora han pasado varios realizadores extranjeros que vinieron a hacer documentales. Y también hay aquí mucha gente joven trabajando en formato digital.
–¿La coproducción con España es una puerta para emitirlo en Europa?
–Nuestra intención es trabajar hacia afuera. No estamos en estos momentos en televisión nacional, ni queremos estar por ahora. La televisión está convertida en un lugar muy limitado. Además, queremos difundir la historia de la represión en Europa. Cuando estuve en febrero, me di cuenta de que allí tienen mucha más información sobre la dictadura chilena que sobre la argentina. Creo que se debe a que el arresto de Pinochet sucedió en Londres, pero queda claro que lo que sucedió aquí fue bastante más amplio, aunque no menos doloroso. En Chile desaparecieron 3000 personas; aquí fueron 10 veces más. En España, además, tienen todavía a sus propios desaparecidos de la época de la Guerra Civil.

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