ESPECTáCULOS
La sátira política, un género que es más viejo que la misma Argentina
Un programa de Canal (á) examina, a través de material documental y varias entrevistas, el género que molestó a una infinidad de poderosos, desde los tiempos del virreinato hasta la actualidad.
› Por Emanuel Respighi
Desde los tiempos del virreinato a las imitaciones en los programas de Marcelo Tinelli, la sátira política ha sido una veta importante en el ejercicio del periodismo y el humor en la Argentina. El telégrafo mercantil y El americano, ambas publicaciones de principios del siglo XIX, ampararon los primeros pasos de un género que iría perfeccionándose con el tiempo hasta instalar imágenes caricaturescas de presidentes, ministros y poderosos en general. En el marco del ciclo “Argentina, una historia”, la señal de cable Canal (á) estrena hoy, a las 16 y 19.30, un programa especial dedicado a repasar la historia de la sátira política en el país, aunque hasta los tiempos dorados de la revista Humor, ya desaparecida.
El programa cuenta que, en sus primeros años, la sátira estuvo rodeada de motivaciones políticas más que periodísticas. Aquellos enormes páginas con exagerados dibujos alegóricos eran el lugar escogido por la clase política para dirimir los enfrentamientos de la época. Una de las publicaciones claves al respecto fue El toro de Once, que bajo la tutela de Juan Manuel de Rosas no dejaba oportunidad para mofarse de los unitarios. Fue recién a fines del siglo XIX cuando aparecieron expresiones más independientes. Una de ellas fue El mosquito, llena de caricaturas de Julio Roca, Nicolás Avellaneda, Bartolomé Mitre y Adolfo Alsina, entre otros. “A Sarmiento le interesaba aparecer, aun cuando hablasen mal de él”, cuenta en el programa Oscar Vázquez Lucio (Siulnas), historiador del humor. “Si una semana no aparecía caricaturizado en El mosquito, Sarmiento pasaba con su carroza por la puerta de la redacción y le reclamaba al editor por qué no lo había sacado, aun cuando fuera para desagradarlo”.
Don Quijote, Crítica y la legendaria Caras y caretas fueron algunas de las publicaciones que explotaron sin piedad el recurso de la sátira como forma de criticar a las instituciones de entonces. “Las caricaturas de aquella época eran absolutamente zarpadas: comparaban a los políticos, presidentes y funcionarios con bichos”, subraya Miguel Rep, humorista de Página/12. “Esa actitud se fue perdiendo porque la actividad dejó de ser underground. Los dibujantes, al empezar a trabajar en el Café Tortoni, comenzaron a convivir con los políticos y dirigentes de la época. A medida que fue democratizándose la sociedad argentina, el humor político fue perdiendo fuerza”, apunta.
Esa enérgica crítica que propiciaban las caricaturas fue objeto de censura en varias oportunidades. Durante los dos primeros gobiernos de Juan Domingo Perón, el humor político fue prohibido. “No se podía hacer ni un chiste político”, recuerda el humorista Landrú, que además fue apresado por el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía por caracterizar al dictador como una morsa. “La noche antes del golpe, un amigo de Onganía me dijo: `Ya que a Illia lo dibujabas como una tortuga, a Onganía tenés que hacerlo como otro animal: entre nosotros le decimos morsa’. Al día siguiente hice una tapa en la que había dos morsas y una le decía a otra: `Al fin tenemos un gobierno como Dios manda’. Por eso me encerró”, se lamenta el humorista.
El recuerdo más fresco de publicaciones gráficas de los últimos treinta años ubica a Satiricón y Humor registrado. El dibujante Andrés Cascioli, director de ambas, recuerda sobre los tempranos ‘70: “Los editores teníamos que ir con los originales de la futura revista a ver a los militares para que los revisaran. Por supuesto, los militares nos dijeron ‘nunca más’. En la última visita me dijeron que si seguíamos con Satiricón nos mataban a todos. Y eso que era una simple revista satírica”. Sin embargo, la amenaza no logró apaciguar las ideas de Cascioli, que en 1978 volvió a la carga con Humor. Rep, que comenzó a hacer humor político en esa revista, defiende el valor concientizador de la sátira en general, y de Humor en particular. “Muchas veces –dice–, en política, uno no puede hacer eufemismos y metáforas. Hay que decir las cosas de manera directa.”