ESPECTáCULOS
› LOS HITS FABRICADOS POR LA CRISIS TERMINAL ARGENTINA
El negocio de la esperanza
Los temas optimistas, como “A Dios le pido”, “Color esperanza” y “Loco un poco” fueron los hits de uno de los peores años de la Argentina.
› Por Esteban Pintos
La noticia no figuró en ningún balance, recuento o elección de lo mejor del año que concluyó, pero debería. El profesor James Kellaris, psicólogo social de la Universidad de Cincinati, aseguró al diario inglés The Sunday Times, en enero de 2002, que había descubierto por qué una canción se vuelve “pegadiza” al oído de un ser humano. Luego de un trabajo de campo que incluyó una encuesta a 1000 personas sobre el tema, Kellaris afirmó “una combinación de simplicidad, repetición e inducción de adrenalina pueden convertir en inolvidable una secuencia ordinaria de notas musicales. Esto produce ‘picaduras de mosquito mentales’: una picazón que sólo puede ser aplacada al volverse a escuchar la canción, una y otra vez”.
John Durrante, psicólogo social de la Universidad de California, fue más allá y sostuvo que de acuerdo con tomografías cerebrales realizadas en pacientes voluntarios, “se requieren menos conexiones neuronales para una canción popular que para una melodía compleja. A la hora de necesitar alimento musical, el cerebro opta siempre por comida chatarra”.
En base a esto podría buscarse una posible explicación para entender por qué “Color esperanza”, compuesta por Coti Sorokin e interpretada por Diego Torres, fue la canción del 2002. Con esta salvedad: ni Kellaris ni Durrante sabían que Argentina se derrumbaría social y culturalmente y que frases como “saber que se puede, querer que se pueda, quitarse los miedos, sacarlos afuera, pintarse la cara color esperanza, tentar al futuro con el corazón” sintonizarían un cierto estado de ánimo colectivo. En la semana que fue del 27 de mayo al 2 de junio, fue difundido 103 veces por radios AM y FM de Buenos Aires. A lo largo del año, promedió 90 pasadas por radio por semana. “Sé que una canción o un disco no cambian el mundo, pero dan una gran mano”, declaró Torres en pleno furor de su canción, que además lo condujo a vender más de 100.000 copias legales y a llenar infinidad de veces el Luna Park.
Las canciones más difundidas, inspiradas y/o pegadizas del 2002 se ganaron ese título por bombardeo a repetición, calidad, azar o todo eso junto. Apuntaron y dieron en el blanco del público consumidor en base a una serie de características propias, aunque de ellas puede extraerse un cierto patrón común. Por ejemplo: si se acepta la arbitrariedad de ubicar a “Color esperanza” en un hipotético primer puesto, también podría postularse que “A Dios le pido” del colombiano Juanes merezca el segundo puesto. No apela a ningún sentimiento colectivo, pero refleja en su intención (“que si me muero, sea de amor” dice un verso) una idea romántica que nunca falla. En un país donde la muerte permanece presente en casi todas las cuestiones, existenciales y no, morir de amor parece una buena causa. ¿Pero qué tiene en común las dos, además del ritmo contagioso que surge de la cruza entre un estribillo pegadizo, la melodía pop y una fuerte presencia percusiva que acentúa su ADN latino? La apelación al optimismo. Tener esperanza y pedirle a Dios vienen y van hacia el mismo lado.
En la Argentina 2002 del bajón, las palabras “esperanza” y “Dios” resultaron la clave del éxito. Siguiendo el juego, el hipotético tercer puesto del ranking de canciones del año fue para “Loco un poco”, de Turf. Aquí la cosa es más simple, más directa y sintetiza también qué es lo que hace de una canción un patrimonio colectivo. “Cuando escuchés esta canción, te va a alegrar el corazón”, dice en su estribillo. Aun teniendo que lidiar con ser leit-motiv musical del repelente “Después de hora”, la canción de la banda de alegres muchachos porteños, se ganó ese lugar por derecho propio, entre otras cosas porque expone sus intenciones sin medias tintas. El medio es el mensaje.
Picaduras de mosquito, comida chatarra. No estaría mal pensar en que los hits del año pasado eso fueron. Las canciones que oficiaron de banda de sonido del año de: los cinco presidentes consecutivos la devaluación,Fernando Cavenaghi, el boom del cine argentino hiperrealista, Gabriel Milito, los asesinatos de los pibes Kosteki y Santillán, el seleccionado de básquet jugando la final del Mundial, el truculento homicidio de María Marta García Belsunce, el fracaso en el Mundial de Fútbol, las marchas piqueteras, el final de Los Redonditos de Ricota, Las Leonas y la pelea Menem-Duhalde. Una pequeña lista, sin distinción de géneros ni de calidades interpretativas, ayuda a reflejar eso. Tal vez, dentro de una década cuando se piense en Argentina 2002 posconvertibilidad, se recordará que “Aserejé” (Las Ketchup), “A veces” (Mambrú), “A little less conversation” (JXL vs. Elvis Presley), “Me haces bien” (Jorge Drexler), “Complicated” (Avril Lavigne), “Vicio” (Charly García), “Without me” (Eminem), “Mi bombón” (Cabas), “Little by little” (Oasis), “Shimauta” (Alfredo Casero), “Que el ritmo no pare” (Patricia Manterola), “Lazy” (XPress2 & David Byrne), “Llega la noche” (Bandana), “Megadeth” (Parraleños), “The Scientist” (Coldplay), “Si tu te vas” (Paulina Rubio), “Underneath your clothes” (Shakira), “Eres mi religión” (Maná), “By the way” (Red Hot Chili Peppers) y “Get the party started” (Pink) hicieron el 2002 más entretenido y tolerable. A pesar de todo.