ESPECTáCULOS
› MAURICIO DAYUB Y GABRIEL GOITY ESTRENAN UNA OBRA Y UN TEATRO
“A veces, quisiera ser extranjero”
Los actores se asociaron para un proyecto de largo plazo, que se inicia con la puesta, aquí y en Mar del Plata, de la obra “¡Adentro!”, una crítica profunda a las conductas sociales de los argentinos
› Por Silvina Friera
El olor a pintura fresca y los sonidos típicos de una obra en construcción anticipan el ingreso a un mundo que se poblará con la magia teatral. Dos rostros irradian la satisfacción del sueño cumplido, con unas sonrisas que forman como unos tajos profundos y simétricos. A pesar del cansancio, de que el herrero no llega o los números no cierran, Mauricio Dayub y Gabriel Goity echan un vistazo por ese inmenso galpón de Palermo Viejo, al que le faltan el letrero con el nombre, “Chacarerean teatre”, y otros detalles menores para que empiece a funcionar como un teatro, con la convicción de que valieron la pena el esfuerzo y la inversión. En esta nueva sala el próximo 9 de enero se estrena ¡Adentro!, pieza escrita por Dayub, que cuenta con la dirección de Sergio D’ Angelo, y que podrá verse de jueves a domingos a las 21.30, en Nicaragua 5565.
Aunque integraron el elenco de Compañero del alma, en 1988, dirigidos por Villanueva Cosse, en el teatro de la Campaña, y de Sueño de una noche de verano, con dirección de Rubén Szchumacher (en el San Martín), ésta es la primera vez que Dayub y Goity comparten un proyecto que les pertenece como actores y productores. ¡Adentro! se presentará, también, en Mar del Plata, en el teatro La Subasta (Güemes 2995), a partir del lunes 6, los lunes y martes a las 21.30. “Hay cuestiones contra las que no se puede ir, como las ganas de trabajar juntos. Lo teníamos previsto, sólo que no se daban los tiempos por nuestros compromisos. Pero cuando empecé a escribir –recuerda Dayub– le avisé a Gabriel que el proyecto se había puesto en marcha, y que necesitábamos un galpón para que la obra y el espacio estuvieran relacionados.” Durante meses, la rutina de Dayub no se alteraba. Por las mañanas, avanzaba con la escritura; por las tardes, hurgaba por toda fachada que tuviera pinta de local grande, en el barrio de Palermo, y se metía para ver si coincidía con lo que él se imaginaba. “La obra me llevó un año y tres meses de escritura. La búsqueda del lugar fue parte del proceso”, aclara el autor de la premiada El amateur en la entrevista con Página/12.
En ¡Adentro!, el encuentro entre un discípulo (Pichón, interpretado por Dayub), que quiere aprender los secretos del malambo, y su maestro (Teté, a cargo de Goity), demostrará con humor, ironía y dolor, el desacuerdo nacional, la sordera argentina y el modo en que se desvía el destino de un país al defender verdades equivocadas. La escenografía es de Graciela Galán; la música, de Osvaldo Aguilar y el asesoramiento coreográfico de Pancho Martínez Pei. “Me incentivó el hecho de vivir en un país que se va destruyendo poco a poco, porque acá no sabés qué va a suceder al mediodía”, señala Goity. “Entonces, pensé que no tenía sentido dejar de lado los sueños para cuando estuviéramos mejor. Los ahorros que tenía me los cagó el corralito. Así que antes de que se los quedara un banco, preferí perderlos con un amigo. A partir de las frustraciones que fui acumulando y rumiando contra el banco, decidí que si iba a perder el dinero, quería que fuera por una causa digna. Esta crisis genera que los artistas nos agrupemos. La escapatoria a esta situación se dio a través de la creatividad, que es un espacio que necesitás para demostrar tu bronca, para canalizarla y que no consigan romperte las ilusiones.”
–En “Adentro” hay una tensión entre quedarse en el país, pero fracasar (expresada en Teté) e irse para triunfar (Pichón). ¿Esta disyuntiva está inspirada en lo que fue sucediendo con la que gente que se quería ir de la Argentina?
Mauricio Dayub: –Todavía no elijo mucho lo que escribo, escribo lo que puedo y después, cuando vuelvo a leer, reflexiono. De mis viajes al exterior, siempre me impactó esa verdad equivocada de lo que significa quedarse, que defendemos tanto desde acá: son lugares que no hacen más que confundirnos. El auge de irse del país fue posterior a la escritura de la obra, pero soy hipersensible al argentino que está afuera, que te viene aver, porque se enteró de que estaba en tal o cual teatro, y que te cuenta que le está haciendo juicio al Estado del país en el que nació. A veces uando escucho esto siento que me alejo más del hecho de ser argentino, que quisiera ser extranjero, en vez de argentino. Pero la verdad no está ni en irse ni en quedarse. Todos tenemos un allá y un acá, que se va modificando de acuerdo con las necesidades y circunstancias personales. En el camino de la obra descubrí que no tenía que defender ni el acá de Teté, ni el allá de Pichón. Cuando escribo, me peleo con el ser humano y con sus contradicciones.
–Entre esas contradicciones, ¿el sentido común aparece enfrentado con la razón?
M.D.: –Me gusta desmitificar lo establecido, por eso la obra habla de esas expresiones que repetimos siempre como autómatas. Cuando alguien dice “se lo digo sinceramente”, sabemos que es mentira. Sin embargo, está tan establecido, que parece que no reparamos en eso o que ni siquiera lo cuestionamos. Y así institucionalizamos la mentira, porque el “te soy sincero”, en un momento de una conversación cotidiana, inhabilita todo lo que se dijo anteriormente. Quiero desmitificar un poco estas cuestiones que se dan por sentadas, que generan una especie de código, como lo que expresa Teté: “Acá escribimos al derecho y leemos al revés”.
G.G.: –Algo similar sucede con hijo de puta, cuando lo usamos como un halago o elogio. En otros países, esto no lo pueden comprender porque para ellos representa un insulto.
–¿Por qué está tan presente el miedo al fracaso, especialmente en el maestro, que es el que tiene que enseñar?
G.G.: –Porque es una característica del argentino. Recuerdo que una vez un mexicano me dijo que los argentinos somos antes y después. “Para el antes y el después son bárbaros, pero no hacen las cosas”, me comentaba. En el durante nunca estamos. Somos así: pensamiento mágico todo el tiempo. Entre los dos personajes, Teté y Pichón, se conforma el ser nacional, porque en definitiva es como somos nosotros: contradictorios.
–¿Por qué la obra transcurre en un contexto folklórico, el malambo, para escarbar en las contradicciones del “ser nacional”?
M.D.: –Tuve una época, entre los 15 y los 18, en la que el folklore era fuerte y me rodeaba; iba mucho a las peñas cuando era estudiante. Esas reuniones tenían que ver con la empanada, el vino barato y alguien que tocaba la guitarra. Pero luego dejé de entender el folklore, no comprendía qué significaban las cacharpayas, entre otras cosas, y dejé de emocionarme, de sentirlo como algo propio. Cuando uno se pone a escribir se conecta con su corazón y se ve que en algún rincón había algo de ese contacto con el folklore, y lo que hice fue rescatarlo para mostrarlo como me gustaría. Uno de los personajes, Pichón, desea inventar un nuevo género: la cumbia folklórica y, con esta propuesta, logra escandalizar a su maestro.
–¿La obra ofrece una respuesta al dilema qué es “ser argentino”?
M.D.: –No saber es toda una definición, porque los españoles saben lo que es ser españoles. Es muy difícil escribir la historia argentina. La argentinidad discurre en preguntarse qué es ser argentino. La obra ofrece una respuesta coyuntural, vinculada con respetar a los demás, como producto de la diversidad de nuestros orígenes.
G.G.: –El argentino es totalitario, tanto el de derecha como el de izquierda. No respeta al otro. Si sos de derecha, sos un facho y si sos de izquierda, sos un zurdo. Acá no hay adversarios, hay enemigos: todos están con su verdad, todos monologan. Tenemos una gran capacidad de trabajo, pero somos muy soberbios; nos creemos dueños de la verdad absoluta. Muchos se quejan cuando la selección juega en otros países porque nos silban el Himno, pero... ¿alguien se puso a pensar por qué nos pasa eso? Hay una parte de la obra que particularmente me encanta. Cuando se dice que para”un argentino no hay nada mejor que un muchacho de otra nacionalidad”. A mí me pasó cuando estaba frente a la tumba de Napoleón y me encontré con un grupo de turistas argentinos insoportable. “¡Che, dónde está Napoleón, dónde mierda está!”, gritaban (risas). Estábamos en un mausoleo, en la tumba de Napoleón, y les chupaba un huevo todo.