ESPECTáCULOS
Ahora sí, Argentina es campeona mundial de tango
Una pareja de bailarines porteños ganó la final de la categoría Tango Salón, en Obras Sanitarias. La milonga en el templo rockero clausuró el Festival, del que participaron unas 200 mil personas.
Por Karina Micheletto
El estadio Obras Sanitarias se llenó de fanáticos que gritaban, aplaudían, coreaban y bailaban cada tema que sonaba. No tocaban Divididos ni Babasónicos. Las 3500 personas que aguantaron el calor y la humedad sin moverse de sus asientos (o moviéndose para ir hasta la pista de baile) habían ido a presenciar la final del Campeonato Mundial de Baile en la categoría “Tango Salón”, con la que se cerró oficialmente el Quinto Festival de Tango. También querían compartir la música y la danza, y disfrutar de una milonga como las que se repiten cada noche en la ciudad, pero montada a lo grande. El clima milonguero se rompió sobre la medianoche, cuando el músico y conductor Esteban Morgado anunció a los ganadores del trofeo tanguero y de los 3500 pesos de premio: Enrique Usales y Gabriela Sanguinetti, dos porteños de Lugano y Villa Pueyrredón, que se conocieron hace dos años en la milonga El Beso. Entonces llegaron los gritos y llantos contenidos, los agradecimientos varios y los apretujones de cámaras y flashes alrededor de los campeones.
La pareja premiada fue una de las nueve que pasaron directamente a la final como ganadoras del Torneo Metropolitano del año pasado. Las otras veinticuatro finalistas salieron de las competencias parciales que se hicieron en la semana, entre 154 inscriptas en la categoría. Tres de las parejas que llegaron a la final eran extranjeras, provenientes de Japón, Chile y Alemania. Los alemanes Enrique Grahl y Judith Zapatero se llevaron la primera mención, y un segundo reconocimiento fue para Jorge Mariño y Gabriela Trapanotto, de San Justo. Las reglas del tango salón se aplicaron estrictamente: las parejas bailaron el tango popular que llenó las milongas de los ‘40 y ‘50, y sus movimientos no fueron más allá del espacio que permite el abrazo. No valían los saltos, levantadas o firuletes raros, mucho menos las exhibiciones gimnásticas, ni clavarse en el mismo lugar durante más de dos compases.
Lo que se bailó fue tango-tango, como en las milongas, y las parejas fueron girando ante el jurado en grupos de a once, en el sentido contrario a las agujas del reloj. Los alemanes Grahl y Zapatero ya habían llegado a la final de la competencia de “Tango Escenario”, que se definió el jueves pasado, y pudieron lucir sus performances en las dos categorías. “No podemos creer que ganamos en un tipo de tango que se aprende en las milongas, donde se pone en juego el sentimiento más primario del género. Es lo mejor que nos podría haber pasado”, aseguró Zapatero a Página/12. “Haber llegado a las finales ya era el premio que esperábamos. Y me pone feliz que el dinero se lo lleve un argentino. Yo tengo deudas en Alemania, pero comprendo que acá la situación es muy difícil”, agregó Grahl. Gisela Galeassi y Gastón Godoy, los campeones de “Tango Escenario”, conocen las dificultades que se plantean. El vestuario es muy costoso y lo que ganan dando algunas clases y shows no les alcanza para viajar a Buenos Aires a perfeccionarse. Ahora esperan que el título de campeones mundiales les haga las cosas un poco más fáciles.
En el show del domingo hubo también música a cargo del Sexteto Mayor, con el que José Libertella y Luis Stazo cumplieron treinta años de trayectoria, la Orquesta Escuela de Tango, dirigida por el maestro Emilio Balcarce, la orquesta Los Reyes del Tango y la orquesta de Beba Pugliese. En total, entre los espectáculos, campeonatos y jornadas del festival desfilaron 200.000 personas durante nueve días. Se realizaron 101 espectáculos, 108 clases de tango y hubo 218 parejas anotadas en el campeonato. Las edades de los participantes, en tanto, variaron entre los 18 y los 85 años.
La magnitud que alcanzó el festival hizo que comenzara a ingresar a la agenda del turismo nacional e internacional. Un 42 por ciento de los visitantes extranjeros que asistieron a los conciertos y clases llegaronmotivados exclusivamente por el evento. Estos turistas gastaron un promedio de 242 pesos por día y permanecerán en la ciudad un promedio de 17 noches. El 62 por ciento compró discos y el 47 por ciento zapatos de tango, según una encuesta que hizo el gobierno de la ciudad de Buenos Aires. De todos modos, la clave del festival, y lo que va a hacer que se sostenga en el tiempo, no está en las cifras sino en la calidad de los artistas convocados. No estuvieron todos (Mariano Mores, por ejemplo, estuvo haciendo shows paralelos los mismos días y no fue incluido en la grilla), pero sí gran parte de los consagrados indiscutidos (más allá de gustos y preferencias) y de las nuevas figuras. Fue una buena oportunidad para conocer o volver a escuchar a la generación que hoy es el presente del tango: el festival mostró a artistas jóvenes que están haciendo tango de calidad con arreglos propios y novedosos, más o menos alejados de la ortodoxia del género (ver recuadro). Y también a una cantidad de bailarines de buen nivel, algunos de ellos muy chicos. Una vieja afirmación tanguera sentencia que el tango recién se llega a comprender después de los 30. Quizás haya que bajar el promedio, porque hoy lo están tocando y bailando los de 20.