ESPECTáCULOS › ALEJANDRA BOERO APELA A LA RESISTENCIA CULTURAL
“Que nadie se quede quieto”
La directora teatral afirma que no puede dejar de encontrarle un lado positivo a la crisis: “No hay que desperdiciar el momento”.
Por Hilda Cabrera
No está entre los “cómodos” que demoran cualquier protesta frente a la postura oficial en materia de Cultura, ni entre los “anarcos” que rechazan todo acuerdo con los funcionarios de turno. Algunos colegas la consideran exageradamente optimista y otros la creen capaz de dialogar con los personajes públicos más cuestionados. Ante las observaciones a favor o en contra, la actriz y directora teatral Alejandra Boero (también fundadora de teatros, el último de ellos Andamio 90) se define como una mujer libre y realista. Ahora, tras haber superado dos operaciones de cáncer y sobrellevar una hipertensión pulmonar, propicia el debate dentro del ámbito que mejor conoce y se expresa sin eufemismos. Dice ser consciente de la amenaza que se cierne sobre Andamio, de no saber cómo saldará sus deudas y si podrá presentar la temporada 2002 en su sala de Paraná 660. Pero no ceja en el empeño de hallar salidas ni de reiterar ante conocidos y extraños, incluidos funcionarios y políticos, que sostener la actividad cultural es fundamental para el crecimiento del país. En diálogo con Página/12 confirma lo que dicen sus amigos: “Es cierto, soy demasiado optimista, pero ante todo por razones de salud. No sé cuánto más voy a durar, pero si llegué hasta los 83 años fue porque cada vez que me sentí presa de un pensamiento negro le busqué a cada experiencia el lado positivo. No sé bien cómo llegaba a eso, pero lo encontraba.”
Además de destinarles energía a esas recomposiciones internas, Boero dedica en estos días tiempo y espacio a los encuentros con personalidades del ambiente. En Andamio (donde se realizan asambleas vecinales del barrio de Tribunales) tienen lugar las reuniones del Movimiento de Apoyo al Teatro (MATe), agrupación que la actriz integra junto a Roberto Cossa y Eduardo Rovner, el músico José Luis Castiñeira de Dios y muchos más. También asistió a otras, como las organizadas por Proteatro (entidad que dirige Onofre Lovero y depende del Gobierno de la Ciudad) y por diferentes fundaciones que, entre discusiones de carácter ideológico y estético, participan en tareas culturales.
Boero califica a su discurso de prédica, y desea que los “pensantes” hagan conocer sus opiniones sin pudor: “Hay gente de teatro que se sabe de memoria la historia del país, que vivió las privaciones, y a pesar de eso se mantiene firme desde hace más de cincuenta años (ella misma debutó en teatro en 1941). Quiero convencerlos de que no se queden quietos, ni ellos ni los jóvenes que aspiran a vivir en otra Argentina, porque todavía no se tiene una idea cabal del valor de la cultura. A la sociedad no le queda tan claro como el valor de la salud, la educación y la justicia. Deberíamos enviar cartas abiertas y hacer lo posible para que se publiquen. Todavía hay quienes creen que Cultura es sinónimo de pasatiempo y organización de eventos para que funcionarios y políticos se posicionen de una manera más simpática.”
La insistencia de la actriz sobre este punto no es nueva. Su opinión es que la cultura se hace día a día, conformando la identidad de un pueblo. “Por esa identidad nos van a reconocer fuera del país, y a la que van a contribuir los más jóvenes, a los que les toca seguir recreándola”, sostiene. En cuanto a cómo dar cuenta de esa necesidad de cultura cuando la mayoría de los argentinos experimentan, por motivos muy diversos, la bronca de la derrota, Boero interroga: “¿Esto es sólo consecuencia de un mal manejo económico? Yo diría que no, que en esta crisis están en juego asuntos de índole ética y cultural. Los argentinos permitimos este despojo del bolsillo y de la identidad. Por eso me pregunto para cuándo la autocrítica. Porque el enojo y la protesta están bien, pero ¿qué pasaba cuando Menem regalaba el país y sus funcionarios vendían las alhajas de la abuela? ¿Por qué no hubo algo parecido a estos cacerolazos? La situación actual es difícil pero también esperanzadora. No tenemos que desperdiciareste momento, cuando por fin parece que estamos de acuerdo en que queremos otro país y enjuiciar a los que nos robaron tan descaradamente.”
Por eso tampoco le extraña que a los gobernantes se les olvide la cultura: “Duhalde dejó pasar bastante tiempo hasta nombrar al secretario de Cultura”, señala. “Le dio el cargo al actor Rubén Stella. Estaremos atentos a ver qué hace. Mi opinión es que, sea quien sea el que gobierne, el pueblo debe mostrarse activo y vigilante. Este es un momento extraordinario, y ojalá que el no te metás esté desterrado para siempre. El individualismo está muy arraigado, como la desesperanza. Todavía hay mucha gente que piensa que no puede cambiar nada.” Esta actitud le molesta, sobre todo cuando piensa en los más jóvenes. Los alumnos más talentosos de su teatro-escuela Andamio 90 saben que pueden continuar sus clases si se atrasan en las cuotas y no pagarlas si perdieron el trabajo. “No aguanto ver a un joven triste”, afirma. Cree que “cualquier cosa buena que nos pase será posible sólo porque el pueblo lo quiera” y que hay gente valiosa con la que se puede construir un país nuevo: “Un país con una cultura sólida, nacional, pero no nacional en el sentido que le dan los fascistas y los nazis.”
Boero dice que hoy en el teatro es impensable la “profesionalización”, englobando en ese término al artista o el técnico que recibe un sueldo por su trabajo. “Algunos empresarios me quieren matar cuando digo esto, pero es cierto. La mayoría de los elencos trabajan en cooperativa, como hace 50 años nosotros, los independientes. Con la diferencia de que, si nos iba bien, en lugar de repartirnos totalmente el dinero, dejábamos un fondo para fundar otra sala. Así fue con los teatros que levantamos, y que perdimos por dificultades económicas, como quizás ahora pierda Andamio, que construí con una herencia y con préstamos e hipotecas.” Una amenaza que no le resta empuje ni ironía, cuando dice que se está pareciendo “a un loro barranquero” en eso de meter ruido en los encuentros por la cultura.