Mié 28.05.2003

ESPECTáCULOS  › EL DIRECTOR ALBERTO LECCHI EXPLICA EL FILM “EL JUEGO DE ARCIBEL”

El periodista que juega a la revolución

El director de “Perdido por perdido” y “Nueces para el amor” dirige a Darío Grandinetti y Diego Torres, entre otros, en una película que transcurre en un país latinoamericano imaginario, en los ‘60.

› Por Oscar Ranzani

En apenas una década, Alberto Lecchi se ha consolidado como un artesano del cine industrial argentino. El juego de Arcibel, que se estrena mañana es su octava película consecutiva a partir de 1993. Sus primeras experiencias con directores de la talla de Adolfo Aristarain, María Luisa Bemberg y Carlos Saura, entre otros, le sirvieron como plataforma de su despegue como director en 1993 con Perdido por perdido. Después le siguieron Secretos compartidos, Apariencias, Nueces para el amor, Déjala correr y Operación Fangio, entre otros films que lo ayudaron a un despegue internacional. El juego, de hecho es una coproducción entre la Argentina, España, Chile, Cuba y México. Los protagonistas son Darío Grandinetti y Diego Torres (Argentina), Juan Echanove, Juan Diego y Rebeca Cobos (España), Vladimir Cruz y Enrique Quiñones (Cuba), y Alejandro Trejo (Chile). El guión es del propio Lecchi y de Daniel García Molt.
La historia transcurre en Miranda, un país imaginario de Latinoamérica gobernado por el general golpista Abalorio durante los ‘60. Arcibel Alegría (Grandinetti) es un periodista que escribe en un diario sobre ajedrez. Por un error de diagramación, es acusado de intentar desestabilizar la dictadura de Abalorio y, en consecuencia, lo recluyen como preso político durante treinta años a pesar de que, hasta el momento de su detención, era un ciudadano “poco comprometido”. El tiempo pasa y los pobladores de Miranda tienen la oportunidad de votar y eligen ... al general Abalorio. El militar libera a los presos políticos menos a Arcibel que, por un error burocrático, pasa a ser considerado como preso común. Arcibel goza de un privilegiado ingenio e inventa un juego de estrategias que después su compañero de celda, Pablo (Diego Torres), un joven marginal aprenderá a jugar y le servirá para cambiar la historia de Miranda.
“El juego que inventa el personaje de Darío está basado en un libro de guerra de guerrillas cubano. Y hay una secuencia donde se resuelve una situación del personaje de Diego Torres, que está sacada de cómo actuó un tupamaro”, señala Lecchi en entrevista con Página/12. “Esto lo leí una vez y dije `¡qué divertido!’. Lo que hicimos a partir del guión es el juego de estrategias más complejo de los que hay en la actualidad de ese estilo pero muy entretenido”, comenta. Respecto de la coproducción, Lecchi destaca que le calzó justo para la historia por la diversidad de acentos de los distintos actores. “Es un país imaginario de Latinoamérica donde lo importante era unificar un idioma pero cada uno podía mantener sus tonos como pasa comúnmente en nuestro país con las provincias y en todos los países de Latinoamérica o en España misma, donde en cada región hablan su acento”, comenta Lecchi.
–Teniendo en cuenta que necesitaba un país latinoamericano, ¿por qué decidió uno imaginario?
–Primero porque en la película no se habla de la realidad de un país sino que se toman historias de todos lados. No se habla de cosas que hayan pasado en la historia de un país. Me parece que lo que se reconoce es que esta historia puede pasar en un país de Latinoamérica. Si uno por ahí dice en una rueda de amigos: “Con un juego cambiás la historia de un país”, nos cagamos de risa. Pero en Latinoamérica puede pasar eso. Este es un país donde se han dicho y han pasado cosas que cuando uno las piensa dice “no puede ser”. Acá un ex presidente dijo: “Vamos a llegar a la estratosfera” y nadie se lo llevó en camilla de fuerza. ¡No! Siguió siendo el presidente. Entonces te digo: “Yo invento un juego y resulta que el juego cambia la realidad del país”. Y vos me decís: “Dejate de joder”. Sin embargo, en Latinoamérica pueden pasar estas cosas.
–¿La película incluye una crítica al totalitarismo pero también a los pueblos que lo padecen? Por ejemplo, ¿por qué los habitantes de Miranda eligen en democracia al dictador que los gobernó treinta años?
–Escuché muchas lecturas de esto. De algunas me asombro porque van más allá de lo que yo mismo pensé haciéndola. Pero está esa idea en la película de lo fácil que es equivocarse. Además esto es lo que ha pasadoen Latinoamérica, no sólo en el Tucumán de Bussi. Mirá lo que es Paraguay y lo que ha sido, incluso, Chile, y lo fuerte que sigue siendo la presencia de Pinochet. Pero, en general, en casi toda Latinoamérica, el poder que sigue teniendo la derecha es grande. ¿Cuánto peleamos nosotros para que la gente cuando había un poquito de caos no dijera “que vuelvan los militares”?
–Un dictador elegido posteriormente por el pueblo, una Justicia que no funciona, una burocracia que criminaliza inocentes. Son cosas... conocidas.
–La verdad, yo siento eso. Uno hace una película y evidentemente está poniendo lo que uno piensa. Yo creo que nosotros somos el Tercer Mundo y que, por suerte, de a poquito lo vamos entendiendo. Porque hasta hace muy poco ni siquiera lo asimilábamos. Pasar de ser el país latinoamericano que éramos “la Europa de Latinoamérica”, nos estamos dando cuenta de que somos cada vez más latinoamericanos. Que hay inseguridad en las calles porque muchas veces se necesita robar para vivir, donde la dignidad pasa por otro lado y la ética se perdió. Definitivamente, somos el Tercer Mundo y aceptamos las reglas que impone el FMI o Estados Unidos para los países del Tercer Mundo. Creo que sin hablar de eso, en la película eso está. En un punto igual soy muy optimista: estamos descubriendo un poco lo que somos y, en la medida que descubramos lo que somos, se puede estar más cerca de que esto se modifique. Si no, es imposible.

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