ESPECTáCULOS
Un grupo de personajes condenados a pelearse
El director Ricardo Holcer presenta los sábados y domingos una ácida versión de “Parásitos”, una muestra del talento nihilista del dramaturgo alemán Marius von Mayenburg.
Por Hilda Cabrera
Si se quiere ver en esta obra una reflexión sobre los orígenes de la agresión, es probable que al espectador le cueste hallar esos principios, como también la conexión entre las historias que se le presentan. Y esto, básicamente, por la naturaleza fragmentada de Parásitos, donde unos desahuciados se lastiman, acaso por no tener otra alternativa, atrapados como están en una guerra cotidiana de naturaleza casi ontológica. Tampoco se puede adosar livianamente el calificativo de parásitos a Beti, Federica, Ringo, Petrik y Multscher, cuando ellos mismos son gente castigada y arrojada a un mismo espacio, aquí una zona circular de la que escapan a intervalos. La impresión es que se trata de seres doblegados por traumas personales o por una sociedad que mutila y desecha.
Un comentario de Marius von Mayenburg sobre sus obras tal vez arroje alguna luz al espectador: “Lo que me distingue de la vieja generación de dramaturgos –dice este autor nacido en Munich en 1972– es que ellos se ocupan principalmente de ideas y de la ideología en general. Pienso que la nueva dramaturgia no cree en la ideología. La manera de escribir teatro cambió”. En esta obra, los conflictos son representados y el cuerpo humano se convierte en un transmisor clave. Aunque extractado, este apunte puede servir de guía para la comprensión de Parásitos, obra estrenada en Hannover en 2000 y ofrecida en Buenos Aires en noviembre de 2002 bajo el formato de semimontado, en un ciclo organizado por el Instituto Goethe. Esta es la segunda obra de Von Mayenburg que se presenta en la Argentina. La primera, Feuergesicht (Cara quemada, según se la tradujo entonces) fue vista en el Teatro de la Ribera, montada por la lituana Compañía de Oskaras Korsunovas, en el marco del III Festival Internacional de Buenos Aires 2001.
Llevar a escena a un autor que basa sus obras en el cuerpo de los actores supone “introducir lo máximo en lo mínimo”. Y esto es lo que hace el dramaturgista y director Ricardo Holcer al presentar en un espacio circular de escasas dimensiones jirones de historias arrancadas a individuos que se acercan o alejan impulsados por viejos miedos y rencores. En su provocadora obsesión por mostrar fallas y lacras a través del cuerpo de estos desvalidos, Von Mayenburg se alinea entre los autores fascinados por una de las facetas más amargas del individuo contemporáneo: aquella que lo muestra abrumado por la neurosis y el deseo insatisfecho. Trágicos o patéticos, estos personajes (compuestos con intensidad por los integrantes del elenco que conduce Holcer) se constituyen en espejo de una destrucción de naturaleza orgánica y de una potencia aniquiladora que en otro tiempo inspiró teorías sociológicas sobre la decadencia que influyeron en ideologías autoritarias (las del teórico alemán Oswald Spengler sobre el nacionalsocialismo, por ejemplo).
La sordidez de los personajes de Parásitos parece estar determinada por el tiempo presente y por una sociedad que marca, lo quiera o no Von Mayenburg, a sus creadores. La asfixiante descripción del mundo doméstico en Feuergesicht, donde los personajes batallaban cotidianamente entre sí ycon los artefactos de la casa (heladera, televisor y otros), se reitera en esta Parásitos, donde las relaciones humanas no producen otra cosa que desgarramiento. Los personajes “se miran torcido”, pierden la vitalidad, abominan del hijo (como la embarazada Federica, “deformada como ropa vieja”, según su alcohólico marido), amenazan con suicidarse y se compadecen de sí mismos. El caos mental predomina en estos seres vencidos que se infligen daños sin tregua. Ante el nihilismo que a modo de trasfondo se descubre en la obra cabe preguntarse si estos personajes, aun con sus diferencias, no son sino consecuencia de una sociedad conformada por individuos que han cedido definitivamente su libre albedrío.