ESPECTáCULOS
“Lo acústico estimula para otro lado, no se puede estar sacado”
El músico Federico Ghazarossian, que formó parte de grupos tumultuosos como Don Cornelio y Los Visitantes, le da vida ahora a Me Darás Mil Hijos, un proyecto más reposado y acústico.
Por Roque Casciero
El nombre de Federico Ghazarossian no es tan conocido como debería. Al fin y al cabo, fue el bajista de dos bandas importantes del rock argentino como Don Cornelio y Los Visitantes, ambas lideradas por Palo Pandolfo. Cuando el último de estos grupos de separó, Ghazarossian se encerró a estudiar contrabajo y, casi sin darse cuenta, se encontró formando parte de un nuevo proyecto: Me Darás Mil Hijos. Ese sexteto acaba de lanzar un interesante disco debut, recorrido por valsecitos, foxtrots y pasodobles, que presentará oficialmente hoy a las 21.30 en el Club del Vino (Cabrera 4737). Un cambio notable para aquel bajista que no paraba de saltar en los shows incendiarios de Don Cornelio, a fines de los ‘80. “Lo acústico estimula para otro lado, no se puede estar sacado porque se empieza a hacer ruido con el instrumento”, explica el músico.
Para Ghazarossian, las canciones de Me Darás Mil Hijos tienen algo de sabor a infancia: “De chico escuchaba mucha música clásica y a Piazzolla, porque mi viejo era tanguero. El rock no me pegaba. Además, mi tío, que vivía en la planta de abajo, se pasaba el día escuchando folklore. Cuando crecí empecé a odiar el tango, supongo que como reacción natural de adolescente”. Después del paso por bandas que apenas si trascendían la sala de ensayos, a Ghazarossian le llegó su primera oportunidad seria. A principios de 1986 se incorporó a Don Cornelio y La Zona, que con el tiempo se haría legendario. “El primer disco fue producido por Andrés Calamaro y quedó como lo que suena: re pop”, recuerda el bajista. “Nosotros éramos medio pop, pero no tanto. Terminamos muy enojados con Calamaro porque no era lo que queríamos. Además, apenas terminamos de grabar, ya teníamos listo el segundo disco. Don Cornelio zapaba horas, teníamos tres ensayos por semana, cinco horas en las que zapábamos, hacíamos cortos con una cámara, sesiones de pintura, de delirio... Y, sumado a eso, nos dimos vuelta como una media con el rock. Digamos que pusimos a prueba todo lo que consumimos y lo que sentimos. Por eso fue el cambio tan fuerte que hay entre los dos discos. Para mí, el segundo disco (Patria o muerte) es el más real, porque el sonido de la banda era ése.”
–¿Cómo fue la transición entre Don Cornelio y Los Visitantes?
–Rapidísima: se separó Don Cornelio y con Palo ya teníamos armado Los Visitantes. La relación entre los miembros de Cornelio no estaba bien, hasta que nos sentamos a hablar y nos dimos cuenta de que algunos querían hacer otras cosas, y Palo y yo queríamos seguir tocando.
–¿Cuándo empezó a vivir de la música?
–A fines del ‘97, después de Maderita (cuarto disco Visitante). Pero fue muy corto, porque la banda se separó a los dos años. Ahora vivo de cualquier cosa. Desde la época de Don Cornelio, durante doce años trabajé en un garaje. Algunos clientes me reconocían y me decían: “¿Qué hacés acá?” O: “Che, decile a Palo que te dé guita”. Pero lo de la música no era nada seguro y menos en esa época. Estaba casado, tenía que pagar el alquiler y la comida.
–¿Cómo fueron los últimos días de Los Visitantes?
–No tengo muy buen recuerdo. Palo nos dijo que quería hacer un impasse de dos años porque quería grabar un disco solista. A mí eso no me cerraba. Podríamos haber acomodado todo a algo en común, no sólo a su interés. Le dije: “En otro momento podemos llegar a ser amigos de nuevo, pero que vengas con una decisión tomada que me afecta a mí, sin tenerme en cuenta, no me sirve. Y hasta acá llegué”. Era una cuestión de respeto. Me sentía como si me hubieran bajado de un hondazo.
–¿Entonces llegó el contrabajo?
–Al principio no sabía qué hacer con mi vida y pensé en largar todo, hasta que me di cuenta de que mi función en la vida es hacer música. Hacía dos años que estaba estudiando el contrabajo, entonces decidí invertir en mí y me encerré a estudiar. Es muy diferente sacarle sonido a un instrumento acústico. El contrabajo todavía es la dimensión desconocida, pese a que estudio todos los días desde hace seisaños. Todavía hay cosas que no me salen, pero cuando le saco sonido, me desmayo. El contrabajo es la madre de los graves.
Un año después de la separación de Los Visitantes, Santiago Fernández (guitarra criolla) le propuso a Ghazarossian tocar algunas canciones junto a su hermano Mariano (voz y guitarra criolla). De a poco se conformó Me Darás Mil Hijos, que se completa con Gustavo Semmartín (guitarra criolla), Carolina Flechner (batería) y Damián Rovner (saxo). “Los temas estaban buenos, pero me resultaban raros: yo venía de mucho rock”, explica el contrabajista. Las canciones del grupo remiten a la Pequeña Orquesta Reincidentes, aunque con un sonido más acústico. El parentesco entre ambas bandas también es sanguíneo: los Fernández son hermanos de Juan Pablo, vocalista reincidente. “Estamos cerca, la diferencia está en que nosotros respetamos la canción”, asegura Ghazarossian. “Los Reincidentes hacen un valsecito y lo destruyen. No lo digo peyorativamente, al contrario.”
–¿Cómo está ahora su relación con Pandolfo?
–Nos vimos el año pasado, cuando se juntó Don Cornelio para el casamiento del baterista. El nos pidió que tocáramos, así que nos juntamos a ensayar tres veces y fue una masa de rock eléctrico. Arriba del escenario fue como si no hubiera pasado el tiempo. Ahora cada uno está en la suya, pero al menos nos hablamos.