[cerrar]

Comparta esta nota con un amigo

E-Mail de su amigo
Su nombre
Su E-Mail

Por Cristian Vitale

Ernesto Arditto y Virna Molina estudiaron cine juntos entre 1992 y 1996. Se enamoraron, formaron pareja y tuvieron dos hijas. Una tiene 7, la otra 5. Hoy viven en un pequeño departamento de Palermo, rodeados de fotos del Che Guevara y una PC que ocupa casi todo el living. Presentada así, sería una historia urbana más. Pero no: Raymundo, la película que encararon juntos, los transformó en una pareja popular entre militantes políticos de las nuevas generaciones, que recurren a ellos para entender la historia de los ‘70; en este caso, a través de uno de los personajes clave de la época: el cineasta Raymundo Gleyzer. “Al principio, nuestra idea era rescatar la figura de Rodolfo Walsh, Haroldo Conti y Gleyzer para hacer una especie de videoensayo. Pero Humberto Ríos –el cineasta boliviano– nos dijo que era muy ambicioso, que nos acotáramos. Descubrí un librito editado por la cinemateca uruguaya sobre la vida de Gleyzer y leerlo me provocó una profunda identificación con él”, cuenta Arditto, sobre el origen del film.
Raymundo, largometraje de 127 minutos sobre vida y obra de la figura principal del Cine de la Base secuestrado y desaparecido en mayo de 1976, es el resultado de una paciente investigación. “Pese a la democracia –dice Molina–, Gleyzer fue dejado de lado porque los conflictos que plantean sus films, como Los traidores –donde discute el valor revolucionario del peronismo–, no convenían a ciertos sectores. Eso nos dio más fuerza para informar sobre su figura. Si su obra hubiese estado debidamente instalada, tal vez hubiéramos hecho algo más relacionado con sus aciertos y desaciertos.” El film, subtitulado en francés e inglés, se preestrenó en noviembre de 2002 en la Facultad de Bellas Artes –donde había estudiado el realizador– y luego se proyectó en asambleas, piquetes, universidades y fábricas tomadas. Simultáneamente, se integró al demandante circuito de festivales internacionales. Y además de obtener el primer premio al Mejor Film Documental de Málaga, la película se vio en EE.UU., Francia, Australia, Suiza y Uruguay. “En Suiza, la gente lloraba y nos abrazaba, increíble”, aseguran.
–¿Intentaron introducirla en el circuito convencional o comercial?
V.M.: –No acá. Pero sí en el exterior.
–¿Por qué no en la Argentina?
E.A.: –Porque la idea es seguir distribuyéndola en universidades, fábricas recuperadas y asambleas para concientizar y generar debate.
El film, que ya fue visto en el país por unas 5 mil personas, narra cronológicamente la vida de Gleyzer desde el momento de su nacimiento hasta su desaparición. Las distintas facetas del realizador, que significaba al PRT-ERP lo que Pino Solanas al peronismo, se combinan con los acontecimientos sociales y políticos que marcaron la época. “Todo desde los ojos de Raymundo –destaca Molina–, porque las imágenes que aparecen son filmadas por él y por otros compañeros de militancia o de organizaciones peronistas.”
–¿Qué vía siguieron para reconstruir su vida, dado que su familia se radicó en Estados Unidos?
–Uno de los primeros pasos fue contactarnos con su hermana, Juana Sapire, que vive en Nueva York. Hicimos un viaje, la entrevistamos y conseguimos la obra completa de Raymundo en 16 mm. Juana desempolvó fotos, guiones y cartas que tenía guardados y no veía desde hacía 25 años. El resultado fue también positivo afectivamente porque ella, luego de evitar ver películas y fotos de su hermano, hoy organiza retrospectivas, discusiones y debates. Le sirvió para reconstruir una historia que le causaba mucho dolor, igual que a muchos militantes de la época. Les cuesta mucho trasmitir historias personales. En general, no quieren hablar.
La investigación los llevó a desandar vida y obra de Raymundo, paso por paso. Cuando definieron el proyecto, lo único que tenían del cineasta eraun par de fotos y dos films en mal estado. “Buena parte de las fotos las encontramos en la casa de su mamá, que murió hace tres años. Greta, su otra hermana, también encontró material cuando fue a limpiar un departamento deshabitado. En un laboratorio de EE.UU. conseguimos negativos del backstage de dos de sus películas más interesantes, Los traidores y La revolución congelada, que nos sirvieron para reconstruir en imágenes cómo se hicieron las películas”, dice Arditto.
–¿Qué los motivó para reconstruir la trayectoria de Gleyzer?
V.M.: –Una identificación absoluta con su cine y con su propuesta política. Al conocerla nos empezamos a plantear por qué y para qué hacer cine. Sentimos la necesidad de recuperar sus ideas para las generaciones nuevas y para entender el hoy, sobre todo luego de lo que pasó en 2001.
–¿Cómo es trabajar un proyecto de este tipo en pareja?
E.A.: –Al haber confianza, se puede pelear y debatir cada cuadro. El hecho de trabajar en casa, en PC, te da una libertad absoluta de tiempo. Ya era algo insoportable –risas–, pero a las 4 de la mañana me podía levantar y plasmar una idea en la máquina.
–Raymundo era marxista y desconfiaba del peronismo. ¿Se identifican con esa postura?
V.M.: –Lo dejamos claro en la película. Creo que el punto es la demagogia, el asistencialismo y la burocratización de los partidos, que nosotros vemos como un síntoma de debilidad democrática. En ese aspecto enmarcamos al peronismo. De todos modos, rescatamos figuras de la izquierda peronista como Ortega Peña, que buscaban otra cosa. Hay puntos candentes como la asunción de Cámpora y la creencia de que con él iba a llegar la patria socialista. Raymundo tenía resquemores ante eso.
V.M.: –Es verdad que el peronismo llevó a la práctica derechos sociales. Pero el tema que hay que ver de fondo es quién era Perón. El tema del peronismo es crucial para no volver a generar la misma confusión que en los ‘70, cuando su derecha masacró a su izquierda.