ESPECTáCULOS
La eminencia gris de la nouvelle vague muestra su último secreto
El veterano Jacques Rivette dividió al público de San Sebastián con “Histoire de Marie et Julien”, un film nada complaciente, en cuyo largo desarrollo se van revelando diferentes capas de realidad.
› Por Horacio Bernades
Las mismas razones que convirtieron la conferencia de prensa de Jacques Rivette en una de las peores de las que se tenga memoria aquí, son las que hacen de su película Histoire de Marie et Julien la mejor presentada hasta ahora en la competencia oficial del 51º Festival de San Sebastián, en momentos en que el festival encara ya su recta final. Ladeado por una rubísima Emanuelle Béart –que concentró todas las miradas, pero apenas unas pocas preguntas dirigidas a ella–, el veterano realizador francés confirmó su carácter de eminencia gris de la nouvelle vague, mostrándose reacio a todo análisis de su película, desviando respuestas y contestando preguntas pertinentes con la misma indiferencia que las más impertinentes. Como consecuencia de ello, a los veinte minutos de iniciada la conferencia de prensa ya estaba finalizando, no sin oírse algún abucheo y marcando un record de brevedad para esta clase de reuniones.
La paradoja es que, con dos horas 25 de metraje, Histoire de Marie et Julien es la más larga de las películas de competencia. El otro dato no es una contradicción sino la más pura continuidad. Así como en su presentación ante la prensa el ya septuagenario Rivette perseveró en sumir a su película en la mayor de las oscuridades, el modo en que el cineasta maneja el secreto (proverbial, por cierto) es lo que hace de su film un objeto fascinante, de esos que se van develando muy de a poco y exigen del espectador una entrega total. Película netamente divisora de opiniones (tal como se percibió durante su primera pasada ante la prensa, que terminó con media sala vacía y una salva de aplausos intentando hacerse oír entre una lluvia de silbidos), Histoire de Marie et Julien reúne a Rivette por segunda vez con la Béart. Esto sucede una década después de la extraordinaria La belle noiseuse, lamentablemente jamás estrenada en la Argentina, la película donde la actriz de Manon del manantial exponía el mayor centimetraje de carne desnuda de toda su carrera.
Historia de amor entre un relojero reclusivo (el polaco Jerzy Radziwilowicz, recordado por sus protagónicos en El hombre de mármol y El hombre de hierro) y una mujer bellísima y misteriosa (Béart), Histoire de Marie et Julien abre desde sus primeras imágenes un universo hecho de sueños, secretos y raros pasajes entre la vida y la muerte, de hermetismo sólo aparente. Sobre un guión escrito por el propio realizador junto con sus habituales colaboradores, Pascal Bonitzer y Christine Laurent, Histoire de Marie et Julien presenta, del modo más transparente del mundo, una intrincada arquitectura narrativa, que se va abriendo ante el espectador como las capas de una cebolla. Además de relojero, Julien resulta ser un chantajista despiadado. Y sin embargo terminará revelándose como un amante loco, dispuesto a perder la vida con tal de acompañar a la mujer de sus sueños. Marie, a su vez, no deja de desaparecer y volver a aparecer. Pero esta extraña actitud resultará no ser otra cosa que el deseo de esta “reviviente” (así se la define en algún momento) de proteger a su enamorado de la muerte.
Estrictamente enclavada en un aparente realismo, de a poco se verá que el mundo tangible es, en Histoire de Marie et Julien, apenas la cáscara de una realidad mayor en la que los vivos y los muertos pueden convivir, aunque nunca plácidamente. No por nada un gato es el tercer protagonista del film número 21 en la obra de este cineasta que le dio a la nouvelle vague algunos de sus títulos más cruciales, como Paris nous appartient, La religiosa, L’amour fou. Llamado Nevermore, ese felino –animal tradicionalmente asociado a brujerías y toda clase de ocultismos– parece no ser otra cosa que la encarnación misma de las capas de misterio que arropan la película. Así como su nombre permite vincular el film con El cuervo, de Poe. Si allí un hombre evocaba el fantasma de su mujer muerta,aquí el relojero descubrirá que, sin saberlo, se ha enamorado de ese fantasma.
Si no fuera porque uno de los miembros del jurado es Bulle Ogier (actriz fetiche de varias películas de Rivette), el fastidio demostrado a viva voz por buena parte de los presentes llevaría a pensar que Histoire de Marie et Julien tiene tantas posibilidades de ganar un premio aquí como el Real Madrid de jugar de local, en un partido contra la Real Sociedad. Si de “caballos del comisario” se trata, daría toda la impresión de que ese lugar le cabe, hasta ahora al menos, a Noviembre, film español recibido a sala llena y en medio de un silencio cuasi reverencial. Se trata del segundo opus del actor y realizador Achero Mañas, cuya ópera prima –la sobrevalorada El Bola– ganó este festival, tres ediciones atrás. Si El Bola aparecía ya como un film lineal, unidimensional y esquemático, qué decir de Noviembre, en la que Mañas se da maña para rendir pleitesía a un grupo de teatro callejero, saltimbanquis elevados aquí a una condición poco menos que heroica.
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