Con hegemonía de films europeos (entre ellos la coproducción francoespañola Dans le rouge du couchant, dirigida por el argentino Edgardo Cozarinsky, que se verá en las postrimerías del festival) la muestra competitiva del Festival por el momento no dio para mayores entusiasmos. Hasta ahora se vieron una decena de films, entre ellos tres latinoamericanos: la cubana Suite Habana (que tuvo el honor de inaugurar el festival, el jueves pasado), la ópera prima brasileña O caminho das nuvens y la coproducción peruano-española Ojos que no ven, del experimentado Francisco Lombardi. La primera es un documental mudo sobre distintos personajes anónimos de la capital cubana; la segunda, una road movie a través del país vecino, algo así como una versión menor de Estación Central. La de Lombardi, en tanto, intenta pintar un fresco de la corrupción latinoamericana a partir del escándalo desatado por los famosos videos de Vladimiro Montesinos (eminencia gris de Fujimori), pero el resultado es más esquemático que perturbador.
Por el lado europeo, a Noviembre (ver nota central) se le sumaron la alemana Supertex, la danesa Herencia y la holandesa Grimm, donde tiene un papel Ulises Dumont. Las dos primeras son correctas y previsibles; la otra, fallida. A su turno, la ópera prima independiente estadounidense The Station Agent sorprende muy gratamente durante una hora, pero luego se “normaliza”, mientras que el policial coreano Sa-lin-eui chu-eok (dirigido por Bong Joon-ho, cuya anterior Perro que ladra no muerde se había visto en el Bafici porteño) es eso: un policial. Bien narrado, muy bien montado, magníficamente fotografiado, pero sin ir más allá del canon.