Dom 02.11.2003

ESPECTáCULOS  › EL PRIMER FESTIVAL DE TEATRO PARA NIÑOS Y ADOLESCENTES

Un universo diseñado para chicos

El encuentro nacional e internacional, que empieza este martes y se prolongará hasta el próximo domingo, propone un amplio registro de tendencias. Habrá espectáculos de títeres, mimo, danza, música y clown.

› Por Silvina Friera

Las dificultades económicas no neutralizaron el entusiasmo y la pasión de los artistas que se dedican a pensar cómo hacer espectáculos para chicos. Obras que movilicen a padres e hijos por igual, con el menor costo posible. Es curioso que el teatro infantil siga siendo un género desvalorizado –cuando no ignorado– a pesar de la cantidad de puestas en escena que se presentan (en julio fueron más de 100, sólo en Buenos Aires) en salas comerciales, oficiales y alternativas. La Asociación de Teatristas Independientes para Niños y Adolescentes (Atina), formada hace un año, lanzó una inquietud en forma de interrogante: ¿Qué pasa si organizamos un encuentro nacional? No era la utopía de un par de trasnochados sino un proyecto que fue madurando a medida que sumaron apoyos y voluntades. El resultado de esa combinación de pasión y empecinamiento está a la vista: este martes a las 20 empieza el Primer Festival Nacional e Internacional de Teatro para Niños y Adolescentes, que se prolongará hasta el próximo domingo. “Queríamos hacer ruido, que la gente supiera que el teatro infantil es más que la obrita que van a ver el fin de semana o el espectáculo comercial que aparece en las vacaciones de invierno”, señala la dramaturga María Inés Falconi en la entrevista con Página/12.
La intención de Falconi y Carlos de Urquiza (presidente de Atina, autor, actor y director), ambos miembros del grupo de teatro Buenos Aires, fue que todas las tendencias (teatro, títeres, mimo, danza, música, clown y sus múltiples variantes combinatorias) estuvieran presentes en la programación. Entre los espectáculos nacionales (que se representarán en el auditorio UPB, La Galera, el Centro Cultural Espacios, el Auditorio San Isidro, Espacio Aguirre y Teatro de la Comedia) se encuentran Allegro ma non tropo, de la compañía Clun; Amorcitos, a cargo del grupo El mechero; Ronda, de Gerardo Hochman; Soplando una historia a los cuatro vientos, por Cuatro Vientos; Pido gancho, la historia de Carlitos y Violeta, de La galera encantada; Romeo y Julieta, una obra en construcción, del grupo Puro Grupo; Riquete el del paquete, representada por el grupo Código clown; Juan Calle, a cargo del grupo de teatro Buenos Aires; Lucinda la gauchita, de María Romano; Rompecabezas, por el Circo del Dr. Siniestro Cicuta; El niño de arena, de Rafael Curci, y Magic Tales, unipersonal de Juan Pablo Sasiaín. Desde Córdoba, llegan los títeres y actores de Muertes mínimas, del grupo La Chacarita Teatro; el grupo 5 sesiones ofrecerá El blues de los dinosaurios tristes y los neuquinos de Atacados por el Arte presentarán Podés silbar, una versión libre de un cuento de Ulf Stark.
La prestigiosa dramaturga y directora Perla Szuchmacher trae desde México una obra que se anima a abordar la temática de la adopción: Malas palabras, escrita y dirigida por la propia Szuchmacher, interpretada por el Grupo 55. Los títeres españoles del grupo El retablo arremeterán con Animales, de Pablo Vergne. Además, se realizarán talleres, como el que dictará Rubén Segal (España) sobre el entrenamiento rítmico-emocional para actores y el que efectuará la escritora canadiense Suzanne Lebeau acerca de la escritura dramática para público infantil.
–Aunque la situación del teatro infantil mejoró en los últimos diez años, ¿por qué todavía les cuesta tanto a los teatristas ganar espacios?
Carlos de Urquiza: –La causa es cultural. La niñez y la vejez son dos segmentos de la vida que interesan poco, salvo cuando se convierten en sujetos de consumo. Otra de las razones tiene que ver con un nivel medio bajo en el teatro infantil. Esta falta de reconocimiento es consecuencia de que falta calidad en las obras.
María Inés Falconi: –En la Argentina, ni la literatura para chicos ni el teatro infantil están reconocidas como un género. En las universidades no hay especialización en literatura para chicos y la dramaturgia infantil es prácticamente una actividad desconocida. Está lleno de gente talentosa, pero que no tiene de dónde agarrarse, no tiene cómo formarse y de lo primero que se prenden es de la idea del chico como un cliché. Inmediatamente se recurre al animalito de peluche, el payaso y los globos.
C.D.U.: –No hay conciencia de que para hacer esto se necesita capacitación. La idea primordial, cuando egresás del conservatorio, es juntarte con algunos amigos y hacer una obra para chicos, como si esto fuera más fácil que armar un espectáculo para adultos.
–¿Cambiaron los temas en el teatro para chicos? ¿Ahora se animan con cuestiones más comprometidas, como el desempleo o la discriminación?
M.I.F.: –Hace más de 12 años que me meto con la discriminación o el desempleo. Durante casi 10 años sentí que estaba sola, pero ahora sí tengo la impresión, incluso por las temáticas del festival, de que hay más creadores que se están dedicando a este tipo de problemáticas. Los temas están cambiando desde los realizadores, pero no desde el público. El público rechaza cualquier tema comprometido en el teatro para chicos.
–¿Por qué?
M.I.F.: –Al tipo de teatro que nosotros hacemos lo llamo “el teatro del fracaso” (risas). Lo escribo porque me gusta, porque me parece bueno, porque los chicos lo reciben muy bien, pero sé que en cuanto a público va a ser un fracaso. La gente llama por teléfono para averiguar de qué se trata una obra. Cuando alguien les dice, por ejemplo, que Juan Calle es la historia de un chico que vive en la calle, cortan. Hay un rechazo previo, que no me pasa solo a mí. La obra Malas palabras, que viene de México, trata sobre el tema de la adopción... ¿Cómo ofrecés eso en las escuelas?
C.D.U.: –La escuela argentina es uno de los lugares más conservadores. Poder llevar a la escuela un espectáculo con una temática medianamente comprometida es casi imposible. Incluso, tuvimos problemas con algunas escuelas. Con Caídos del mapa (cinco chicos que se ratean y se esconden en el sótano de la escuela) nos objetaron que ridiculizábamos al docente.
–¿Esa objeción es confundir la parodia con la realidad?
M.I.F.: –Muchos consideran que el teatro tiene que enseñar los “buenos valores” y “el mundo feliz”, cuestiones que todavía están muy latentes en el mundo de los adultos, no así en el de los chicos. Pero los adultos son los intermediarios, son los que deciden lo que el niño debe o no debe ver.
C.D.U.: –Sería interesante hacer una historia de los distintos momentos del teatro para chicos en el país. La década del 70 es una década eminentemente de teatro político. Con el comienzo de la dictadura, arranca el teatro psicopedagógico, en el que para llegar a una escuela tenías que tener un certificado pedagógico, que determinara que tu producto servía en función de enseñarles a los chicos a lavarse los dientes.
–La literatura infantil incorporó tópicos como la discriminación o los problemas sociales. ¿Por qué el teatro se resiste más a estos cambios?
M.I.F.: –Tengo una pata en el teatro y otra en la literatura y pienso que esto sucede porque lo que uno ve arriba de un escenario es más fuerte que lo que lee en un libro. Sin pensar que el teatro infantil tiene que ser truculento, angustiante o depresivo, hay problemáticas que son de los chicos y que el teatro las tiene que tomar porque representan algo que al chico le sucede.

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