Lun 03.11.2003

ESPECTáCULOS  › EL CANAL SONY ENTERTEINMENT PRESENTO EN ARUBA SU PROXIMA TEMPORADA

Las nuevas pantallas del sueño americano

La escenografía caribeña graficó el perfil de la programación que exhibirá la señal: las series “Salvado por el poder gay”, “El camaleón también muerde”, “Vida de muertos” y “Dios y Coldplay lo resuelven todo”, que empezarán a verse en estos días, están atravesadas por el glamour y el espíritu “cool”.

› Por Mariano Blejman

Desde Aruba

El escenario elegido no es una mera puesta en escena: el hotel dorado y plástico, de confort angloholandés, inundado de hombres escuálidos, asediado también por mujeres gordas y bien blancas que siempre se ven flacas en el espejo, y la playa caribeña rompiendo en silencio secretos de piratas que (disfrazados) todavía están aquí. Ese es el marco: el ansia de glamour eterno, el tiempo de ocio desplegado sobre la arena, a la espera de un masaje o un yakuzi de pileta, que completa el cuadro demasiado límpido como para ser una escena de un programa de playa. Todo parecía indicar que el escenario elegido para la presentación de la nueva temporada del canal Sony en Aruba era una provocación a la estética, una declaración de guerra al ambiente no-cool, un soliloquio fashion donde no existe el mundo interior. Y así fue. Era el contexto ideal para la presentación de “Queer Eye for the Straight Guy” (la traducción literal es “El ojo gay para el hombre heterosexual”, pero la versión en español se llamará “Salvado por el poder gay”), uno de los programas más vistos en los Estados Unidos, que promete convertirse en revelación en América latina con su desembarco en el canal Sony Enterteinment Television. La pasión por la estética desplegada en la serie, que comenzará el próximo domingo junto a varias series más (ver recuadros), tiene, quién podría negarlo, un fuerte correlato con el lugar de lanzamiento.
La idea central de “Queer...” es poner a trabajar a cinco gays para modificar la falta de estética de algunos hombres heterosexuales. Cambiarles el peinado, elegirles nueva ropa, agregarles un decorado más completo a sus departamentos, no cambiarlos del todo, pero sí sacarles lo mejor que tienen dentro (una frase que daría para la carcajada en el programa), trabajarles el estilo, pulirlos; qué mejor que un hombre que gusta de los hombres para darles consejos sobre cómo ser bellos a los ojos de una mujer. “Queer...” muestra, por ejemplo, a un artista plástico que, a punto de hacer la presentación de una exposición de sus obras, decide pedir ayuda a los Fab Five –especie de Simuladores gays– que acuden, ante el llamado de novias y esposas desesperadas por el mal gusto o el look aburrido de sus parejas, a mejorarlo (no a cambiarlo, insisten). El lazo de confianza extrapola sobre el límite del chiste rosa (cuando uno de los hombres salvados dice: “Esta manga me gusta doblada”, uno de los gays le responde: “A mí también me gusta doblada”).
Todo empezó cuando el productor “hetero” David Collins caminaba por un shopping y vio a una mujer criticando a su marido porque no era “como ellos” (los gays) para verse bien. En eso, los gays se acercaron a decirle al marido cómo debía vestirse. Y a Collins se le prendió la lamparita. “Me gustó ver esa alianza entre dos tipos de hombres, algo que difícilmente se da entre las mujeres”, cuenta Collins a Página/12. La idea le rondó a Collins, que junto a David Metzer (el productor gay) decidieron lanzar el show que deambula entre “Misión Imposible” y “Fashion Emergency”. Los cinco “queers” (Ted Allen, Kyan Douglas, Thom Filicia, Carson Kressley y Jay Rodríguez) son especialistas en rubros fashion: gastronomía, cuidado personal, diseño, moda y cultura urbana. La serie nació a mediados de año en Estados Unidos, unas semanas después ya ocupaba la portada de Enterteinment Weekly, y al poco tiempo había ascendido a un lugar privilegiado del prime time, convirtiéndose en uno de los programas más vistos del país.
El casting para los Fab Five reunió a 600 postulantes a comienzos de este año. “Elegimos a éstos porque tienen buena actitud, gran personalidad y son diferentes”, dice Metzer. Si bien los productores saben que tienen todo un mundo hetero mal vestido por delante, el slogan del programa en inglés deja claro que están dispuestos a salvar al mundo del mal gusto,pero de a uno por vez. ¿Qué pasará en otras culturas más machistas, América latina por ejemplo? Collins dice: “No hay límites para el show, porque hay hombres en todo el mundo que necesitan ser ayudados”. Al principio, hubo un gran debate sobre los posibles estereotipos de gays que “Queer...” estaba creando. “Pero no decimos que todos los homosexuales tengan estilo y gracia, ni que todos los heteros no los tengan. Sólo decimos que estos gays tienen todo eso y que están ayudando a determinados hombres que no”, dice Collins.
Los cinco fabulosos trabajan sin imponer, sugiriendo con decisión, pero escuchando también la voz del hombre que ha decidido dejar de lado el sillón, la cerveza y la televisación del fútbol americano para descubrir su propio glamour. “Lo más importante es no cambiar a la gente, sino mejorarla”, dice Metzer. ¿Por qué no podría funcionar con mujeres? “Las mujeres no tratan de ayudarse, sino de criticarse”. “Queer...” no ayuda a las mujeres directamente (no es su fin), pero a veces les da un pequeño retoque como parte del arreglo que se le hace al hombre.
En los primeros capítulos emitidos en Estados Unidos, muchos se preguntaron si las marcas con que los Five Fab “aconsejaban” eran sponsors del programa y cuál era la veracidad al elegir tal o cual producto. “Buscamos los mejores productos para quien estamos ayudando. No elegimos una prenda porque sea un sponsor si no es la que necesitamos. Pero sí les damos a algunas tiendas el sello de aprobación de ‘Queer...’” confiesa Metzer. La mirada de cinco hombres ayudando al mundo a ser más cool penetra sobre un prejuicio extendido entre los heteros: “Muchos creen que si a un hombre le gusta verse bien, o arreglarse la ropa, es homosexual. Pues no eso no es así. Tampoco es necesariamente un ‘macho’ si le gusta tirarse en el sillón a ver fútbol americano”, dice Collins.
Como sea, el mundo gay ha comenzado a ocupar pantalla con formatos ácidos. Ha recuperado su presencia desde otro lugar. Ya no es la “loca descarriada” que muestra los vaivenes de su vida sexual, ni el deprimido por el qué dirán de sus padres. Ahora, desde su cuartel central en la Gay Street de New York, el homosexual da consejos estudiados sobre cambios de estilo, opina sobre transformaciones en la decoración del hogar, ofrece recetas para una velada de amor, sin preceptos erróneos: no lo hacen para llevarse a los hombres a su propio bando, sino con el objetivo de hacer a los heteros “mejores”, de salvarlos de un mundo sin colores ni sabores, sin poses ni posturas; de apartarlos de un mundo peor, de camisas desteñidas, cuellos manchados con grasa, carnes mal escondidas despotricando frente al sol, ayudando a limpiar en el hetero la milanesa que hace la arena con su cuerpo en la playa.

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