Mar 04.11.2003

ESPECTáCULOS

Gritos en la noche de los sábados, presentados por Sebastián De Caro

Según el actor y cineasta, el sábado es el día ideal para ver cine de terror: por eso impulsa un nuevo ciclo de films y cortos, por América.

› Por Emanuel Respighi

Sebastián De Caro tiene una extraña pero no del todo descabellada teoría acerca de los momentos ideales para sentarse frente a una pantalla a disfrutar de una película. Según su humilde análisis, no en cualquier día y horario se puede ver cualquier tipo de película. “Cada género tiene sus respectivas franjas horarias”, explica el cineasta y columnista de cine en “Perros de la calle”, el programa radial que conduce Andy Kusnetzoff. Flores de Arabia o Puente sobre el río Kwai, films diurnos y de larga duración, son películas para ver los domingos o los sábados a la tarde con mucha atención. El cine de terror, en cambio, es para ver el sábado a la noche, antes de salir. Porque uno puede verlo mientras come con amigos, sabiendo que, en realidad, hay que prestar atención cada diez minutos, cuando vuela una cabeza”, le detalla a Página/12.
Cinéfilo por adopción, quien supo ser años atrás integrante del elenco adolescente de “Montaña rusa” podrá ahora asociar su interés por el cine de terror y fantástico con el laboral. A partir del sábado 22 de noviembre, a las 22, De Caro se pondrá al frente de “Gritos en la noche”, un ciclo que –siguiendo su teoría– emitirá películas de terror y cine fantástico en América. “Voy a presentar películas, dando ciertas claves para que los televidentes tengan otra dimensión al hecho de verla. Y además emitiremos cortos del género nacionales. Está bueno que un canal de aire pase realizaciones de personas que no sólo hacen cortos, sino que además hacen cortos de género de terror, que en nuestro país cuesta tanto”, analiza el realizador de Rockabilly y Vacaciones en la tierra.
–¿Tan complicado es hacer cine de terror en el país?
–Resulta muy complicado hacer género en el cine argentino. Para hacer género me iría a trabajar a la TV, que últimamente se convirtió en un espacio experimental. Las cosas más audaces que he visto a nivel audiovisual en el país las vi en televisión más que en el cine. Es muy extraño. Sólo pasa acá. Nunca vi en el cine argentino el despliegue y la audacia visual del capítulo doble del motín de “Tumberos”.
–¿Por qué cree que ocurre ese vacío en el cine nacional?
–Por ignorancia y porque en este país no hay movimientos casi por ninguna cosa. No es una cuestión de presupuesto. Los cineastas no podemos seguir mintiendo y decir que no hay plata. No porque la tengamos, sino porque hay veinte películas de género que están hechas con la mitad de dinero con el que hacemos otro tipo de películas. Se dicen pavadas como que el digital no es para el cine, cuando Danny Boyle filmó en ese formato Exterminio, una de sus mejores películas. Si hasta Francis Ford Coppola afirma que el futuro del cine es el digital. El problema es que los cineastas argentinos buscan más trascender que entretener. Son como estamentos. Nadie filma entretenimiento porque sigue vigente la vieja dicotomía pedorra de entretenimiento divorciados del arte. Los cineastas tienen que salir a conectar con la gente desde lo que cada uno siente. No se puede copiar. David Lynch no sale a rodar una de David Lynch: filma lo que siente. No freakea porque sí: le sale totalmente natural.
–¿Quiere decir que el cine nacional comercial es bastante clásico?
–El cine nacional es demasiado sintético. Encontrar a alguien que haga efectos especiales es como ser maestro de escuela rural: por amor al arte. No hay lugar en el cine argentino para ser innovador. Hay figuras cinematográficas, como el del director de arte y de música, o los afiches, que tienen que reaparecer. Pese a la desidia, por suerte aparece Damián Szifrón con El fondo del mar y rompe todo. Desde el afiche, hasta la película, pasando por la música, se ve que se preocuparon por el espectador y trabajaron duro. Más allá de si te gusta o no la película, su trabajo sube el estándar del cine nacional. No todas las puertas dan lo mismo, no todas las casas dan lo mismo y no todos los autos dan lo mismo para rodar. Hay una necesidad de todo el mundo de empezar a disfrutar cosas de género y que sean distintas a lo que se venía haciendo. Estamos todos un poco aburridos y, lamentablemente, hay mucho mentiroso suelto.

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