ESPECTáCULOS
› EL ESCRITOR ALAN PAULS OBTUVO EL PREMIO HERRALDE DE NOVELA
Los caminos del tiempo recobrado
Su novela “El pasado” fue elegida entre más de 200 originales. Se trata de una de las distinciones más prestigiosas de España.
El escritor Alan Pauls concede al azar una cuota de responsabilidad en los destinos personales. “Yo nunca gané nada, a nada”, reconoce. Su certeza de que la suerte había decidido esquivarlo definitivamente empezó a trastrabillar hace poco: “Me avisaron del Banco Francés que había ganado el Libretón. Fue como un anticipo...” La ironía seca de Pauls grafica el modo en que el azar empezó a revertir la tendencia, hasta brindarle ayer un guiño decisivo: el prestigioso Premio Herralde de Novela que le fue otorgado en España por su libro El pasado. El autor admite con una sonrisa, en diálogo con Página/12, las diferencias entre un sorteo bancario y el fruto literario de cinco años de trabajo, pero se siente obligado a darle alguna entidad a la “suerte” para explicar la buena nueva.
No hay sin embargo especulaciones de este tipo en España. El Premio Herralde de Novela, convocado por la editorial Anagrama, es uno de los más prestigiosos de la lengua española. Está dotado con 18 mil euros, y en esta edición, un jurado integrado por Salvador Clotas, Juan Cueto, Esther Tusquets, Enrique Vila-Matas y Jorge Herralde distinguió al escritor y periodista de Página/12. La obra resultó ganadora entre 206 originales enviados, luego de sortear una “ronda final” en la que debió competir con El ángel literario, de Eduardo Halfon (Guatemala), Pudor, de Santiago Roncagliolo (Perú), y Una vez Argentina (España), de Andrés Neuman. “Que en la lista de ganadores anteriores estén, entre otros, Enrique-Vila Matas (2002) y Roberto Bolaño (1998) me llena de orgullo”, señaló el autor, también guionista, ensayista y crítico de cine.
El pasado es una historia de más de 500 páginas, que trabaja sobre las mutaciones que sufre una relación amorosa a través del tiempo y sobre la manera en que el pasado se reactualiza en el presente. Se percibe allí el influjo del francés Marcel Proust, en cuanto al tratamiento temporal, pero también, según puntualiza Pauls, el de Seinfeld, en el sentido de “un análisis del comportamiento amoroso y de utilizar la banalidad como material novelístico”. Para el autor, la tesis del libro es: “En el amor no hay pasado”. La novela narra la historia de Rímini y Sofía, una pareja que se separa luego de 13 años de relación: la historia está centrada en lo que ocurre luego de la ruptura, etapa que el autor utiliza para seguir explorando temáticas recurrentes en su obra. “Es una suerte de novela gótica de amor”, señala Pauls.
El autor circunscribe a una cuestión de “dimensiones” las diferencias entre éste, su último trabajo (definido por Rodrigo Fresán como “la más grande y terrible historia de amor jamás contada”), y los anteriores, marcados (en comparación) por la brevedad. Pauls había escrito anteriormente tres novelas: El pudor del pornógrafo, publicada en 1984, trabaja con el género epistolar en un intercambio amoroso entre dos amantes destinados a la separación. En su siguiente obra, El coloquio (1990), el escritor apostó al género policial, mientras que en la más reciente Wasabi (1994) la ficción se cruza con la realidad, en un sugerente juego de espejos. “Las cuatro novelas giran alrededor de la experiencia amorosa como una de las experiencias siniestras más interesantes”, analizó Pauls, quien también escribió guiones, entre ellos el del film Vidas privadas, de Fito Páez, relatos cortos y ensayos sobre figuras como Manuel Puig, Lino Palacio y Jorge Luis Borges, entre otros.
El flamante premio a Pauls revela, también, el interés que genera en Europa la literatura argentina, particularmente un tipo de narrativa no convencional (Ricardo Piglia, César Aira, Fogwill, entre otros). “Periódicamente hay momentos en que España repara en lo que se está haciendo en la Argentina. Este es uno de esos momentos. Se da como una suerte de fenómeno inmigratorio”, admite el autor. Pauls puntualiza que “la literatura argentina tiende a mostrar una perspectiva de ficciones descentradas, que tiene que ver con lo que somos. Los argentinos tenemos una relación muy perversa con la identidad, que nunca se da por sentada y se presta a ser construida, a ser de algún modo fabricada. Eso no pasa enotros lugares de Latinoamérica, donde se dan identidades más arraigadas y definidas. En nuestro caso, por un lado es una desventaja, porque nos muestra más desprotegidos, con menos certezas, pero al mismo tiempo, artísticamente, nos encontramos con que todo está por hacerse”.