ESPECTáCULOS
“De tanto tenerme aquí, la gente ya aprendió de música venezolana”
La cantante Cecilia Todd, en su nueva visita a Buenos Aires, destaca la paradoja de tener más difusión en la Argentina que en su país.
› Por Karina Micheletto
Cecilia Todd habla pausada, tranquilamente, con una voz tan bella como la que se le escucha en sus joropos, bambucos, pasajes, merengues y demás ritmos propios del rico folklore venezolano. Sólo que en la conversación, la voz de Todd hace más suaves las palabras y transmite cierta paz, quizá la que trae con ella desde su casa de la montaña, en el pequeño pueblo de El Hatillo, en las afueras de Caracas. Como en cada visita a la Argentina, donde dice sentirse “como pez en el agua”, la cantante está parando en la casa de su amiga Magdalena León. El año pasado vino a presentar su último disco, Canciones de Henry Martínez, un trabajo que después de quince años de maduración concretó junto al compositor radicado en Miami. Esta vez, Todd dará un único show en Buenos Aires, mañana a las 21 en el teatro ND Ateneo, y después seguirá con una gira por el interior del país, junto a los argentinos Roberto López en guitarra, Alejandro Manzoni en piano y Roberto Seitz en contrabajo.
Por supuesto, ella misma estará al mando del cuatro, uno de los instrumentos característicos del folklore venezolano. “A esta altura, el cuatro es una extensión mía, lo llevo a todas partes, así vaya a la playa. Nunca se sabe cuándo se va a prender la música, y hay que estar preparada”, se ríe la cantante. Además de interpretar canciones de su disco anterior, y algún que otro clásico inevitable como “Pajarillo verde”, “Tonada del cabrestero” o “Canto del ordeño”, Todd trae nuevos temas de un CD que está a punto de editar. También está encarando, por primera vez, un disco infantil de ritmos populares venezolanos, pensado “para los pitufos más chiquiticos”, con letras que escribió su amiga Olga Paesano.
Por estos días se cumplen treinta años del primer show que Todd hizo en Buenos Aires. Aquí vivió desde 1973 hasta el ‘76, y aquí grabó su primer LP junto a Cacho Tirao, Domingo Cura y Horacio Corral, cuando su voz empezaba a formar parte del nuevo cancionero latinoamericano. “Fueron tres años muy intensos en lo profesional y en lo personal. De esa época conservo muchísimos amigos, la gente de Buenos Aires 8, Hilda Herrera, Mercedes Sosa, gente con la que sigo en relación permanente”, cuenta la cantante.
–¿Necesita vivir en un lugar chico para hacer su música?
–Necesito vivir tranquila para todo, en general. Aunque El Hatillo ya no es lo que era. Cuando éramos chicos nos llevaban allí y era todo un viaje, largo, largo. Y cuando me mudé seguía completamente aislado. Pero las ciudades se van expandiendo, de una manera demasiado desordenada para mi gusto, y hoy en día El Hatillo ya casi forma parte de los suburbios de Caracas. Se ha incorporado a un circuito turístico, los fines de semana todo se llena de carros, de gente, de ruido. Así que yo me corrí todavía más arriba de la montaña. Hace poco bajé un domingo para comprar pan y no lo podía creer. ¡No había ni lugar para aparcar! Me subí de nuevo sin mi pan, espantada. A mí me gustaba más como era antes.
–¿Cuál es el panorama actual del folklore venezolano?
–Está pasando algo muy bueno, que hay mucha gente joven haciendo folklore, sobre todo música instrumental. Y también surgió un fenómeno nuevo, los solistas de cuatro, que tradicionalmente fue un instrumento acompañante. Después, que esa gente logre grabar, y que la difundan, es todo otro tema, bien difícil en Venezuela.
–Como en todos lados...
–Yo creo que un poco peor. Aquí por lo menos quedan algunos sellos chicos, alternativos, que se interesan por la música folklórica. En Venezuela ya no hay ni uno. Y no hay ni para los que recién empiezan, ni para mí. De hecho, yo estoy trabajando con producciones independientes, pagando todo de mi bolsillo. El disco con Henry implicó una producción más costosa y lo pudimos sacar gracias a una fundación que lo financió.
–¿Cómo es percibida la música venezolana fuera de su país? ¿Hay una idea clara de los ritmos populares característicos, por ejemplo?
–En general, creo que sí. Donde más suceso tiene la música venezolana definitivamente es aquí, hay una relación de cercanía muy particular. Creo que de tanto tenerme aquí la gente ya se aprendió qué es cada cosa. En otros lugares pasan cosas extrañísimas. Hace poco estuve en Japón, allí hay una verdadera pasión por la música latinoamericana. Tanto que hasta tienen una asociación. Me encuentro con alguien que me dice: “Aquí tiene mi tarjeta”, la tomo y leo algo así como: “Presidente de AFaLa, Asociación de Fanáticos de la Música Latinoamericana”, ¿puedes creerlo? Y en los conciertos la gente cantaba todos los temas, los habían aprendido de los discos, por imitación, sin saber lo que dice la letra.
Al momento de hablar de la situación política de Venezuela, Todd vuelve al intento de golpe de Estado de fines de 2002, y al “paro criminal” que, cuenta, devino en una cadena de quiebras de pequeños comercios que todavía hoy se sienten en Venezuela. “Yo soy la presidenta de la Casa del Artista, una institución que depende de un viceministerio. El mismo día que empezó todo cayeron a la Casa, a las doce de la noche, a sacarnos de allí. Ahí me di cuenta de que lo que estaban haciendo era verdaderamente un golpe”, recuerda la cantante. Todd se apena al escuchar que, durante el conflicto, su compatriota Catherine Fulop fue la encargada de pasearse por los medios locales levantando la bandera de “fuera el dictador”. Y se ríe al conocer los detalles del entusiasmo con que fue recibido Chávez durante su última visita a la Argentina, almuerzo con Mirtha Legrand incluido.
–¿Venezuela está dividida entre los que están a favor y los que están en contra de Chávez?
–Por desgracia sí, a Chávez lo aman o lo odian, sin vueltas, sobre todo en Caracas. Hay gente peligrosamente enfrentada, familias separadas, parejas divorciadas, hermanos que no se hablan. Lamentablemente hemos aprendido a convivir con eso. Y en el medio somos una gran cantidad los que miramos a unos y a otros diciendo “¡pero qué locura es esta, pue’!”. Siempre habíamos estado divididos, ahora apareció una figura que lo hace evidente. Chávez destapó la olla del racismo y del clasismo que siempre estuvo latente en Venezuela, porque es un tipo del pueblo, un llanero que reivindica su origen. Con todos los errores que pueda tener, creo que el suyo es un buen puente hacia un cambio, hacia algo mejor, que espero conozcamos en los próximos años.