ESPECTáCULOS
“Todos escribimos siempre variantes de la misma obra”
Gerardo Gandini inaugura la condición de “compositor residente” del Teatro Colón con un concierto monográfico dirigido por él. Estrenará “Canciones tristes”, con la cantante Susanna Moncayo.
› Por Diego Fischerman
La figura de “compositor residente” es un estreno en la Argentina y quien la inaugura es Gerardo Gandini. Ex director de la Filarmónica de Buenos Aires, director desde el comienzo y durante once años del Centro de Experimentación del Colón, creador de unas magníficas invenciones melancólicas que él llamó “postangos”, pianista del último sexteto de Astor Piazzolla y factótum de mucho de lo sucedido en el ámbito de la música contemporánea en los últimos treinta años, la carrera de este antiguo discípulo de Ginastera y de Goffredo Petrassi es la mejor demostración posible de uno de sus credos: mantenerse al margen de cualquier clase de esquematismo.
Su obra Canciones tristes será estrenada mañana a las 20.30, en el Colón, por la cantante Susanna Moncayo junto al Coro de Niños del Colón que dirige Valdo Sciammarella y la Filarmónica de Buenos Aires –conducida por el propio Gandini–, como parte de un concierto monográfico dedicado al autor. “Tres de las canciones tienen textos de Fernando Pessoa, otra tiene texto de Jacobo Fijman, la segunda, que es en alemán, recurre a un texto de Gottfried Benn –iba a ser el aria de una ópera en la que habíamos empezado a trabajar con Piglia, Lucía Nietzsche–, y la última, sobre un poema de Juan Ramón Jiménez, que incluye un coro de niños”, cuenta Gandini. El programa abrirá con Diario VI, para orquesta, compuesta en 1998, luego de la realización de los Diarios I, II, III, IV y V para piano. “Diario VI vuelve sobre fragmentos sueltos compuestos con diferentes destinos y su segundo número, Elegía, fue escrito en memoria del violista argentino Tomás Tichauer”, explica el compositor. También se escucharán el Concierto para viola y orquesta, con Marcela Magin como solista (1979), y Eusebius, cinco nocturnos para orquesta (1984), en la que el autor toma como referencia a las Danzas de los compañeros de David, para piano, de las Davidsbundlertänze de Robert Schumann.
–La canción, a partir del siglo XX, es una forma problemática. La relación entre voz, texto y música no es una relación automática y hasta cuestiones como la inteligibilidad fueron puestas en discusión. ¿Cómo se sitúan estas Canciones tristes frente a esa nueva tradición?
–Yo intento situarme en la tradición de las canciones que son cantables; que tienen una línea melódica, por ejemplo. Trato de evitar los intervalos estereotipados de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Creo que estas canciones son exactamente lo que anuncia el título, canciones tristes. No están escritas en contra del texto sino a favor.
–Alguna vez dijo que no existen sonidos inocentes, que toda música remite a una historia. En muchas de sus obras, además, hay una mirada sobre la propia historia. Hay una vuelta a composiciones y restos de composiciones pasadas.
–Los Diarios son, obviamente, reelaboraciones. Eusebio es una obra que vuelve en la ópera Liederkreis. Todos escribimos siempre la misma obra; sólo variantes de la misma idea. A veces de manera más consciente, a veces menos. En la literatura es más frecuente. Los escritores suelen partir de otras obras, o de un momento de una anterior para crear una nueva y distinta. En todo caso, yo no puedo evitarlo: un material musical siempre me lleva a otro material musical.
–En su idea de la creación aparece una fuerte reivindicación de la música práctica. La aplicación de teorías, en todo caso, parece partir de un conocimiento acerca del intérprete y conducir, siempre, a lograr un efecto que pueda ser escuchado.
–La música no es lo que piensa el compositor ni lo que está escrito en la partitura sino lo que suena. Pero yo llego, incluso, a pensar con nombre y apellido. Compongo, a veces, pensando en las caras de los que van a tocar la obra. Y, por supuesto, en sus posibilidades. Y además, prefiero no hablar de los procedimientos. La cocina es personal. No es necesario conocer los secretos del cheff para disfrutar del gusto de la comida. Es más. Trato de que la cocina no se note. Adorno decía que la obra de artealcanza la perfección cuando tiene un carácter de enigma. A veces no me sale pero eso es lo que trato de hacer: obras enigmáticas.