ESPECTáCULOS
› BALSEROS, UN TESTIMONIO SOBRE LA MARGINACION
Viaje hacia un sueño perdido
El documental que emitirá mañana HBO sigue a siete cubanos que escaparon de la isla y sobreviven como pueden en EE.UU.
› Por Mariano Blejman
Durante siete años, los realizadores de Balseros siguieron a siete cubanos que escaparon –o que intentaron escapar– de Cuba para llegar a Estados Unidos. Esta podría haber sido una entre miles de historias si no hubiese sido por el tesón de los realizadores españoles. Balseros (que se verá mañana a las 24 por HBO) fue dirigida por Carles Bosch y Josep Domènech, y encierra un extenso trabajo recién terminado en 2002 después de años de producción y seguimiento de los personajes. Además crea un documento explosivo, producido por Bausan Films S.L. y Televisión de Catalunya, que curiosamente ganó el premio coral en el Festival de La Habana de 2002 y obtuvo el galardón del público en un festival de Miami.
En 1994 un equipo de periodistas españoles entrevistó a un grupo de cubanos y sus familias, en los días previos a su partida clandestina en balsa. Era un trabajo periodístico para la televisión española, que se convirtió en una película (que podría ser de ficción). Tiempo después pudieron localizar a algunos de esos aventureros en el campamento de refugiados de Guantánamo, y seguirlos a Estados Unidos, cuando intentaban hacerse cargo del sueño americano versión latina. El director Carles Bosch dice que “es una película documental que no se basa en la ficción. Los más de 800 planos montados son reales y también sus hombres y mujeres. No son actores sino cubanos que se marchaban en rudimentarias balsas y siete años después sobreviven en Estados Unidos, desperdigados por Miami, Albuquerque, Texas o Connecticut”. Hay un elemento que une a los personajes que salen de La Habana: una degradación personal que les cae sobre la espalda.
Balseros tiene personajes reales que buscan cumplir sus sueños, dispuestos a perder su familia por una vida mejor. Pero se encuentran presos en el freedom country. La mirada se construye con los elementos dramáticos y narrativos de la ficción, y la cámara se vuelve subjetiva. Los protagonistas de este largo representan, con su vivencia personal, a miles de personas que abandonan sus hogares y buscan un futuro. Pero entonces aquella libertad que vende la tele deja descubrir su letra chica. Son los emigrantes ilegales, clandestinos eternos de un tren sin destino, que la prensa llama espaldas mojadas, subsaharianos en pateras o, simplemente, refugiados.
El trabajo se preestrenó en abril de 2002 en Lleida, España. Desde entonces pasó por más de 20 festivales internacionales y ganó al menos en 12 de ellos. Fue el mejor documental extranjero en La Habana 2002, pero también el Miami International Film Festival de 2003 lo hizo merecedor del Premio del Público. Ganó en Santo Domingo, París, Henares, Israel, Turia, tuvo mención en Amnesty Award y la International Documentary Association Awards. La historia de los balseros suele ser conocida por las crónicas de los diarios, pero pocas veces una cámara se metió tan adentro. Pareciera que los protagonistas Balseros fueron elegidos en un casting. Sin embargo, fueron sólo siete de los 50.000 cubanos que se lanzaron en balsas al mar, en 1994, en un recorrido que se convirtió en un boomerang. No es lo mismo visa de turista que visa de inmigrante.
La banda sonora acompaña a cada uno en sus periplos. Pero es Rafael quien aparece en los primeros minutos de la película diciendo que desea “un carro, una casa y una buena mujer”, que será convertido en el estribillo de una canción. Las imágenes transportan al espectador a Nebraska, Bronx o Connecticut y la banda sonora unifica la acción, la engloba, recuerda que sus vidas avanzan en paralelo. Lucrecia, una cubana que vive en Barcelona, compuso la música para la película. “Hemos trenzado los hilos de la realidad para que, visto el resultado, alguno dude en definir esta historia como película o documental”, señala el director. Balseros es cine real con la fuerza de un reportaje vivo. Aunque no hay actores en el mundo que puedan suplantarlos, el trabajo podría ser una ficción: porque de tan reales parecen historias fantásticas.