ESPECTáCULOS
León, el ídolo de la buena memoria
Además de brindar a su público casi cuatro horas de música en la cancha de Ferro, Gieco ratificó su condición de “noticiero del rock”.
› Por Cristian Vitale
Blanco I: policías, militares y políticos corruptos. A 40 minutos y ocho temas de empezar el recital con que cerró el año en la cancha de Ferro, León Gieco se dignó a hablar y disparó: “Esta canción –Las madres del amor– está dedicada a la lucha de las madres de Plaza de Mayo contra la impunidad, a Rosa Bru que tiene una organización destinada a esclarecer los dos mil muertos por gatillo fácil de la democracia y, de sopetón, a ese tal Pontaquarto que se arrepintió y habló sobre las coimas en el Senado. Espero que esta vez actúe la justicia. Parezco Neustadt, pero al revés”, bromeó.
Blanco II: parte de la clase media. Promediando el show, el santafesino se tapó la cara con un pasamontañas y apuntó fijo. “A la clase media, que es bastante guacha, resulta que ahora le jode que le corten la calle. ¿Qué pasó cuando tocaron sus intereses?, ¿se acuerdan?. Este bloque se lo dedico a los piqueteros, la concha de la lora”, lanzó con bronca antes de dar paso a Cachito, el campeón de Corrientes.
Blanco III: xenófobos chilenos y argentinos. Bien entrada la noche, en medio de Cinco siglos igual y Todos los días un poco y con Abel Pintos en el escenario, habló de la estupidez humana, también habitual en el cono sur, con su simpleza categórica. “Resulta que algunos argentinos y chilenos se tienen bronca por tierras que en realidad no les pertenecen a ninguno de los dos. La Patagonia no es de los militares argentinos, ni de los militares chilenos. Es de los Mapuches, solo que se las robaron”.
Los blancos uno y tres, nobles misceláneas de amor y rabia, tuvieron el efecto deseado. El primero unió a las 11 mil personas presentes en el estadio de Ferro en un solo grito. “El que no salta, es militar”, vibró la patria gieconiana. El tercero determinó hondas y respetuosas palmas pro aborígenes. Pero el segundo no encontró el mismo eco: el “piqueteros, carajo”, de la popular contrastó con el silencio del sector nunca tan inoportunamente denominado “vip” –¿acaso León no es pueblo?–. Igual, poco le importó. Tal vez intuyendo el detalle, el ídolo de los quemados hizo de El imbécil la introducción hablada más larga del recital. “Dicen que los piqueteros están politizados; ¿acaso Menem no nos politizó trayendo televisores de Miami? Esta canción es para los imbéciles que les cierran la ventanilla de sus autos a los chicos que ese hijo de puta (refiriéndose a Menem) dejó sin nada.” En el momento más complicado para las organizaciones de desocupados –con una campaña mediática impresionante en su contra–, Gieco se la jugó. Coherencia al fin, por más que sea redundante destacarlo.
Los tres blancos también sirvieron para articular otros tantos momentos en que fraccionó casi cuatro horas de música, que un panchero definió contra su propio interés: “Dale Gieco, que empieza Boca”. Antes de cruzar de punta a corruptos y asesinos e inflamar al público con el “yo pido que tu empresa se vaya de mi país” (De Igual a Igual), sonaron más melanco que nunca las canciones de Bandidos Rurales. La Memoria, el bonito candombe Uruguay, Uruguay y el maravilloso huayno Ruta del Coya parecieron, por textura y sentimiento, percibir la presencia de Eduardo Rogatti –guitarrista fallecido en octubre, luego de grabar el disco en vivo en el Luna Park– como si anduviera por ahí. “Esto es para vos, gordo”, diría Gieco mirándolas, alzando sus manos, al entonar Pensar en Nada.
Antecedido por un colorido intervalo a cargo de El Choque, el dúo mendocino Orozco-Barrientos y las Hermanas Vera, de Corrientes, el segundo momento –el piquetero– mostró a un Cachito más correntino que nunca, afirmado en las voces de las Vera (“las diosas del chamamé”, dijo León de ellas), el infaltable Kilómetro 11 y una bellísima ejecución –tal vez la mejor del recital– de la lejana Bajo el sol de Bogotá. Claro que la noche no hubiese la misma sin la seguidilla de baile y sudor que propusieron Lacultura es la sonrisa, Cola de Amor y el Sr Durito y yo, hasta desembocar en Halleluja: “Patria/dicen debo amarte/pero sin molestarte”, síntesis perfecta para definir al Gieco piquetero, solo que escrita en 1992.
El Imbécil fue el puente con el último momento, el de invitados, mapuches y denuncia de xenofobia. Guantanamera, Pensar en nada y Los Salieris de Charly, precedieron a una distinguida combinación de sonidos entre la banda de León y la agrupación percusiva El Choque, que convergió en Los Orozco. Ya casi en el final –El Fantasma de Canterville, La mamá de Jimmy y Sólo le pido a Dios, fueron los bises–, Andrés Giménez, una de las voces que participó de una furiosa versión de El Embudo, definió a Gieco con una corazonada: “Un honor estar con él, el mejor del mundo”. ¿Habrá estado lejos de la verdad?