Sáb 03.04.2004

ESPECTáCULOS

La cantante que sana las penas es Huésped de Honor

Chavela Vargas fue homenajeada por Buenos Aires. El lunes actuará en el Luna Park. El precio de la entrada: un libro.

Por K. M.

Chavela Vargas ya es Huésped de Honor de la ciudad de Buenos Aires, un título que definió como “un sueño cumplido estando despierta”. La distinción fue entregada por Aníbal Ibarra, que obtuvo más de un piropo elogioso de boca de la señora: “Quiero agradecer a este joven tan precioso. Es un poco cursi romperse la mano con esa guapura”, empezó diciéndole, cuando el jefe de Gobierno le daba el pergamino con una mano enyesada. Más tarde le devolvió el nombramiento con otro título. “Mi novio porteño”, lo llamó, aunque el aludido ya se había ido de la conferencia de prensa.
La señora que canta amarguras que no son amargas llegó a la Argentina para cumplir lo que anunció como “un deseo que me queda antes de morir”: volver a dar un recital en Buenos Aires, pero esta vez en forma gratuita. Será el próximo lunes en el Luna Park, y las entradas, a cambio de las cuales se pidió un libro para las bibliotecas populares, se agotaron en tres horas. “En estos momentos soy el ser más feliz, a los 85 años. Esto equivale a un pedazo de la gloria que recibo de ustedes, los argentinos, a quienes yo amo tanto”, agradeció al recibir la distinción y la medalla de la ciudad, entregada por el secretario de Cultura, Gustavo López. El recital del lunes, por el que Chavela Vargas no cobrará un peso, fue gestionado a través de la producción del programa radial de Betty Elizalde. La periodista, amiga de Chavela desde hace años, fue quien acercó a Ibarra la propuesta de la cantante: dar un concierto en el lugar que siente tan cercano, a condición de que la entrada fuera destinada a cubrir alguna necesidad de la ciudad.
En la conferencia de prensa que dio ayer en un hotel céntrico de la ciudad, Chavela se despachó con varias de las citas que almacena en su prodigiosa memoria y esta vez se la escuchó muy calmada, menos interesada en explayarse en las varias desmesuras de su vida y más dispuesta a difundir un mensaje que, asegura, forma parte de su oficio de cantar. “Nosotros los artistas, pero los artistas de verdad, no los artistas ‘con h’, somos los que traemos un pedacito muy chiquito de amor a la humanidad. Estamos sosteniendo esto mientras tanto”, explicó. “Somos los que queremos paz con dignidad, sin agachar la cabeza. ¿Qué fue primero en el mundo? La música, el sonido, lo bello de la vida. No cañones, ni cuchillos, ni fusiles. Yo no entiendo de eso. Yo amo la vida dulce, la vida en paz.”
Claro que también hubo alusiones a ese mito del exceso que alimenta el mito de Chavela (“en un tiempo fui borracha perdida, reconozco que no me tomaba una copita, era una botellita”), pero transformadas en un mensaje concreto a los jóvenes, con quienes dice entenderse más que bien: “Al principio el alcohol es muy bonito: te sientes eufórico, te quita muchos complejos. Después se vuelve fatal, la puerta más falsa. Yo estaba ordinaria, repetitiva, estúpida. Entonces dije: o dejo de beber o me muero. No tuve alternativa. Por eso ahora les digo a los jóvenes que no crean en el alcohol y las drogas. Es un mundo aún más cruel que éste”. El de Huésped de Honor no fue el único título que Chavela recibió por estos días. Los indígenas huicholes de San Luis Potosí, en el centro de México, la acaban de nombrar chamana. Como sacerdotisa, explica ella, puede curar si llega el momento en que la ciencia médica oficial no está para auxiliar a quien está sufriendo. Algo que Chavela viene haciendo desde hace años, con esas canciones en las que canta todo el dolor, pero también lo alivia.

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