ESPECTáCULOS › “DUPLEX”, UNA COMEDIA NEGRA DIRIGIDA POR DANNY DEVITO

Una viejecita de armas tomar

Por H. B.

Combinación de El quinteto de la muerte (donde una indefensa viejecita vuelve locos a media docena de pesados de avería) con The Burbs (poco conocida comedia de Joe Dante, donde unos vecinos tremendos ponían patas arriba la vida de un matrimonio de clase media), Dúplex representa una nueva incursión de Danny DeVito en el género al que desde siempre se ha mostrado afín: la comedia negra. En su carácter de realizador, el pequeñísimo actor cultiva el género con fidelidad y convicción, desde su ópera prima Tira a mamá del tren hasta la anterior Maten a Smoochy, que aquí salió directamente en video. En Dúplex vuelve a hacerlo, aunque con un formato más formulaico que en sus films más logrados. Entre los cuales La guerra de los Roses sigue siendo, sin duda, su opus magnum.
No por nada el apellido del protagonista de Dúplex es justamente Rose. El novelista Alex Rose (Ben Stiller) y su novia Nancy, que trabaja en una editorial (Drew Barrymore), andan buscando departamento para irse a vivir juntos. Narrada mediante un dibujito animado, su búsqueda a través de toda Nueva York abre la película, con el propio DeVito como narrador en off, destilando toda la acidez de la que es capaz. Puro veneno devitiano, el espectador no conoce todavía a Alex y Nancy y ya se está riendo de sus desventuras. Hasta que dan con el departamento perfecto. Ubicado en plena zona residencial de Brooklyn, por más que necesite una “lavada de cara”, es amplio, señorial y hasta incluye una salita ideal para estudio de Alex, que necesita un poco de tranquilidad para terminar su nueva novela.
No parece una amenaza para ello la presencia de Mrs. Connelly (Eileen Essell), octogenaria que subalquila el piso superior del dúplex. Sin embargo, como ya lo estará sospechando el lector y también lo hace tempranamente el espectador, esta encantadora ancianita de sangre irlandesa terminará resultando para la joven pareja algo parecido a lo que el Pato Lucas es para Elmer: un verdadero némesis, una pesadilla, el infierno mismo. La referencia al mundo de los dibujos animados no es del todo inapropiada. No sólo porque uno de los programas favoritos de Mrs. Connelly (esos que ve, con la tele al mango, en plena madrugada) no es otro que South Park. Además, la viejecita desencadena la destrucción a su paso sin enterarse jamás, con una inocencia propia de Droopy, aquel perrito de Tex Avery. Por lo demás, Dúplex funciona con la misma mecánica que tantos dibujitos: acción y reacción, golpe y contragolpe, una explosión y una cuchillada. Hasta derivar en una suerte de grand guignol inmobiliario, que recuerda inconfundiblemente a La guerra de los Roses.
El veneno de DeVito está y su furor destructivo asegura que la película no pierda interés. Eso no quiere decir que Dúplex rebose sutileza, ni que el mecanismo sobre el que reposa no corra serios riesgos de hacerse cansador, dada su tendencia a la repetición. A partir del momento en que se desata la guerra, resulta obvio que cada intento de Alex y Nancy por sacarse de encima a la viejita terminará en fracaso, y que después de un golpe sobrevendrá otro peor. Tal como enseñan El Coyote y El Correcaminos, el secreto para disimular esta limitación reside en hacer de cada nuevo ataque un tour de force imaginativo. En Dúplex eso sucede algunas veces (la escena del baño, la de la respiración artificial, la de la gripe) y otras no. Para no hablar de la vuelta de tuerca del final, en la que daría la impresión de que el guionista no entendió nada.

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