ESPECTáCULOS › FESTIVAL INTERNACIONAL DE LAS TRES FRONTERAS
Los cruces de la diversidad
El encuentro, que avanza con dificultades, incluye cine, teatro, danza, música, artes plásticas y foros de reflexión y pensamiento. La iniciativa apunta a profundizar lazos culturales entre Argentina, Paraguay y Brasil.
Por Karina Micheletto
Desde Puerto Iguazú
Las fronteras son espacios particulares de intercambio que ponen en evidencia de manera descarnada las relaciones que se juegan entre los que están de uno y otro lado. A grandes rasgos, el vecino puede ser entendido como un hermano o un enemigo, alguien con quien hay que encontrarse o alguien a quien hay que evitar. La zona conocida como Triple Frontera (la confluencia de Argentina, Paraguay y Brasil, entre los ríos Iguazú y Paraná) está regada de abundante mala fama y leyendas al tono, desde contrabandos de todo tipo hasta el ocultamiento de personajes como Bin Laden. Además de las cataratas, la principal atracción de la zona es el gigantesco mercado persa a la paraguaya de Ciudad del Este, donde se puede comprar casi todo lo imaginable, armas incluidas, en plena calle (a propósito, ¿para cuándo un best seller a la García Canclini aprovechando la región? Señores sociólogos y antropólogos, éste es su paraíso). Aquí las relaciones entre los vecinos no siempre fueron ni son amables, aunque Mercosur mediante se trabaje por revertirlo. La idea del Primer Festival Internacional de Cultura de las Tres Fronteras, organizado por las secretarías de Cultura de los tres países, es, justamente, la de “contribuir a fortalecer los vínculos de unión y amistad entre los pueblos”. Llevada a la práctica, esta idea demuestra tener más dificultades de concreción que en las declaraciones. A modo de ejemplo, la inauguración del festival, el viernes pasado, mostró ciento veinte sillas vacías sobre un espacioso escenario por un problema... de fronteras.
La encargada de abrir oficialmente el festival era la populosa Orquesta Sinfónica del Paraguay. Ocurrió que cuando los músicos cruzaron el puente que separa Ciudad del Este de Puerto Iguazú y tuvieron que mostrar los documentos y cédulas, muchos de ellos los tenían vencidos. Aunque aquí se escuchan relatos de gente que pasó por allí “sin que nadie le pidiera nada”, las resoluciones de Aduana no son rápidas ni sencillas, y hay ocho organismos diferentes, cada uno con sus reglas y burocracias internas, que intervienen en los trámites. Los paraguayos pasaron muchas horas allí varados, esperando que llegara el permiso argentino para pasar. Pero para cuando las diligencias diplomáticas se ajustaron los de la orquesta ya se habían cansado de esperar y se habían llevado la música a otra parte. Sobre el escenario de Puerto Iguazú, Héctor Fernández Rubio (el Efraín de Señorita maestra, ver aparte), el encargado de conducir la apertura, salvó el momento como pudo y con oficio, pero las sillas vacías se hicieron demasiado evidentes, como una puesta en escena de cuánto de desafío hay en el objetivo del festival.
Superado el traspié inicial, el festival seguirá hasta el sábado, con más de mil artistas e intelectuales de distintos puntos de los tres países que mostrarán lo suyo en las sedes principales, Puerto Iguazú, Foz do Iguaçú y Ciudad del Este, y en las ciudades que se agregaron como un segundo circuito, ante la gran cantidad de artistas convocados, Posadas, Asunción y Curitiba. La programación incluye cine, teatro, danza, música, canto, fotografía, artes plásticas, bibliomóvil y foros de reflexión y pensamiento, como “La cultura en el universo guaraní” o “Diversidad cultural, inmigración y discriminación en la región de las Tres Fronteras”. Una de las actuaciones más esperadas es la de las Bandolins de Oerias, un grupo de octogenarias que hace música del nordeste de Brasil, propuestas especialmente por su ministro de Cultura, Gilberto Gil, quien se reunirá aquí con sus pares el próximo jueves en la reunión de ministros del Mercosur.
En un lugar como Puerto Iguazú, donde un 60 por ciento de la población vive por debajo de la línea de pobreza, a pesar del dinero que dejan los turistas de todo el mundo que llegan para ver las Cataratas, el festival también apunta a convertirse en un motor de desarrollo económico y social. En un discurso que va en otra dirección que la de las ruidosas declaraciones de Torcuato Di Tella, los organizadores hablan del festival como un “observatorio cultural” desde el que se pueda medir el impacto de este tipo de acciones, algo que llevará años de festivales. Mientras tanto, la consecuencia inmediata es que en una ciudad que no tiene cine ni teatro, muchos vieron obras o películas por primera vez ahora o el año pasado, cuando se hizo aquí el Primer Festival Internacional de Teatro de las Tres Fronteras, que este año fue incorporado a este evento.