ESPECTáCULOS
“No te lo pongas” o cómo ejercer la tiranía de la moda televisiva
Siguen proliferando programas en los que se alecciona a los participantes para “lookearse” mejor. Opinan diseñadores.
› Por Julián Gorodischer
Si alguien pensó que no quedaba nada por mostrar, la tele se sale con la suya y mitifica el placard. Más allá del baño y el dormitorio que ya se vieron en el reality show, hay un mundo escondido entre las perchas. Hasta allí se entromete la policía de moda, que revuelve y siempre da un veredicto: ¡Esto es un asco! Si no hubiera un comienzo condenatorio, no habría cambio de look. Después del furor por Queer eye for the straight guy (el tercer programa más visto de los Estados Unidos), acaban de agregarse dos brujas que gozarán al verte humillada, gritando que estás arrepentida, hasta entregar su sermón: “El método es duro, pero siempre resulta una mujer mejor”. Lo dicen Trinny Woodall y Susannah Constantine en el flamante No te lo pongas (por People and Arts, los jueves a las 21.30), a cargo de dos modistas venidas a menos que vieron el filón y se largaron a humillar gorditas.
Siempre habrá una tendencia a la exculpación: practican la autocrítica que homologa al conductor con las bestias. Si Joan Rivers, del Fashion Emergency de E!, se satiriza por bocona (mohínes de payaso y un rojo furioso que le exalta la trompa), los Fab Five –de Queer eye...– se muestran contradictorios con su propia premisa: “Lookearse es la única forma de gustar”. Las chicas de No te lo pongas intentan su descargo. “Una vez –dice Susannah Constantine, desde Londres– me preguntaron quién era la persona con menos estilo en el programa y dije sin vacilar que era yo misma. Soy del tipo de persona que no nació con estilo propio.”
Para los diseñadores locales consultados por Página/12, la autocrítica no disculpa. “Un verdadero cambio de look tiene que hacer sentir mejor –dice Vero Ivaldi, de la nueva guardia–. El trasfondo de estos programas es una pauta comercial con el proveedor de ropa. El estilo, para ellos, es una forma de la perfección, cercana a la dentadura de Brad Pitt.” Si la policía de moda promueve siempre marcas de tiendas o shoppings, Ivaldi prefiere orientarse a otras zonas. “Me gustaba lo que se veía en The Nanny –dice–, diseñadores originales como Valentino o Dior, sin importar que la ropa fuera linda o fea en sí misma, sino en pertinencia con la historia. Marcaba tendencia en un juego irónico que atribuía a Fran Fine mal gusto mientras usaba un Channel auténtico.” ¿Y La niñera argentina? “No se ve precisamente eso; la calidad es otra.”
No te lo pongas irrumpió entre los ciclos más exitosos de Inglaterra, acostumbrando a todos a ese tonito malicioso de Susannah y Trinny. Es que la policía de moda se compone, en su mayoría, de criaturas crueles pero graciosas, levemente exaltadas. Proponen el relato de una epopeya: el descenso a los infiernos de aquel que sólo podrá cambiar si es concientizado. En el proceso hay variantes: la puesta en ridículo de sí misma que exculpa a Joan Rivers (en Fashion Emergency), o el jugueteo sensual con sus presas (de los Fab Five). Pero también el orgullo del villano de Trinny y Susannah, contentas de borrar el gusto “atrofiado” de la gordita de provincia a cambio de nuevas prioridades: polleras cortas, combinados en blanco y negro, pelo al ras o melenitas.
Si la diseñadora Cora Groppo pudiera intervenir en el dictado de un look televisivo, desaconsejaría ese estereotipo tan asimilable a “la mina argentina”: siempre sexy, producida pero poco intelectual. Eliminaría los trajes muy ajustados y pensaría en modelos remozados: el riesgo continuo en el look de Leticia Brédice o la elegancia que observa en Alan Faena. Groppo detecta en la ficción algo nuevo. “Me encantan los looks de Locas de amor, que construyen vestuario acorde a la retraída, la obsesiva, la lanzada. En Los Roldán, en términos paródicos, también el look ayuda a contar una historia. Si aporta a la trama, la ropa habla, no adorna.”El secreto de un éxito, dicen, está en ese extraño morbo que aparece después de ver a la despeinada salir con el pelo batido, vestida como una muñeca de torta, como la refutación de que el cambio de look hace milagros. Los policías de moda podrán reprimir el gusto personal y acomplejar al que mira del otro lado, pero conocen el tempo de un buen show. Para Diego de Aduriz, de la dupla Brandazza-De Aduriz, “siempre que agarran a una persona la dejan más fea, pero a mí me gusta verlo. Las hacen más viejas, les prueban bombachas selváticas o trajes de conserje y nunca son sexies; son horribles. Pero lo sobrecargado tiene su encanto”. El diseñador se va cebando, se engolosina con eso de imaginarse ayudando a un boicot desde adentro, en las fauces del sistema del cambio de look. “Si yo pudiera –dice–, los llevaría a una cosa más extrema, con hombres maquillados que se harían las manos, peinados altos como de muñecos. Al menos, que sea obsceno y funcione como crítica al género.”
Subnotas