ESPECTáCULOS
› VICTOR HUGO MORALES Y “A TITULO PERSONAL”, EL CICLO DONDE DA CUENTA DE SU AMOR POR LA MUSICA
“En música y fútbol hay un fanatismo idéntico”
El periodista uruguayo es conocido por su inconfundible estilo a la hora del relato radial, pero ya ha dado pruebas de manejarse bien en otros ámbitos. En su regreso a Canal (á) intentará mostrar cómo “un espectador nato consigue salir de la aburrida persona que es cada uno gracias a lo que ofrece el arte”. Aquí explica por qué cree que el deporte y la música “conviven extraordinariamente”.
› Por Emanuel Respighi
El uruguayo Víctor Hugo Morales no se siente un conocedor de la música. Tampoco un especialista. “Un conocedor real de la música es Nelson Castro, que además es pianista: yo sólo soy un melómano”, aclara. Sin embargo, hay un dato que parecería refutar su inmediata aclaración: las paredes del dormitorio de su departamento están casi empapeladas por alrededor de tres mil discos de música clasificados en computadora, entre óperas, sinfónicas, tenores y sopranos. A los 56 años, y con una reconocida carrera como relator de fútbol, Morales confiesa que no es un futbolista frustrado, como lo son casi todos los periodistas deportivos. En realidad le hubiera gustado ser un hombre ligado a la creación musical. “Cantante de ópera hubiera sido algo formidable. Me hubiera sentido muy bien en ese papel. Pero al mismo tiempo, como soy un gran timorato, hubiera vivido de pánico en pánico, así que estoy extraordinariamente cómodo en mi gran papel de espectador”, admite. “Soy –continúa– un espectador nato, un contemplador que consigue salir de la aburrida persona que es cada uno de nosotros para sí mismo gracias a lo que me ofrece el arte: el cine, la ópera, el concierto, el teatro...”
Trasladando el disfrute que siente como espectador de música clásica a los hogares de América latina, esta noche el oriental retorna a la pantalla chica con A título personal, el ciclo musical que irá todos los martes a las 22 por Canal (á). El programa, que se propone abrirle un espacio televisivo a la música clásica, no es más que la versión 2004 del ciclo que con ese título Morales condujo en el mismo canal hasta hace tres años, que por si fuera poco tiene su versión radiofónica los sábados a las 11 por Clásica (FM 96.7). “Lo habíamos dejado de hacer porque pedí que proyectáramos que los artistas actúen profesionalmente en el programa, aunque sea con una paga modesta. La etapa anterior siempre me hacía sentir una frustración. Porque si bien a los músicos les sirve venir al ciclo, el canal saca provecho de eso y yo también”, remarca Morales a Página/12, en una entrevista en la que el relator uruguayo detalla la manera en que conviven en su interior su amor por el fútbol y la música clásica.
–¿Desde cuando nació su pasión por la música clásica y la ópera?
–Lo que llamamos pasión, es decir cuando se convirtió en el eje de mi vida, debe haber ocupado los últimos veinte años. Lo que es el gusto, la frecuentación, diría que nació en mi niñez, gracias a un profesor que me hacía escuchar música. Hubo otro poco en la primera juventud, antes de la sensualidad de ocupar todas las noches en la vida de muchachos y con poco tiempo para eso; y, fundamentalmente, la música se terminó de pegar por la vida de viajero. Yo soy un viajero compulsivo, no sólo por mi profesión sino porque todo lo que he tenido en mi vida lo invertí en viajes. Todo lo que hago, lo hago pensando en viajes futuros. Y los primeros viajes de mi vida eran viajes de tipo muy pelado, sin un mango, por lo que tenía que matar el tiempo disfrutando de la enorme oferta musical de las iglesias y las plazas europeas. Al no poder gastar mucho y no poder meterme donde quería, yo caminaba, caminaba, y veía espectáculos gratuitos. Esa fue la última preparación para que después de los 30 la música se convirtiera en parte de mi vida.
–Y a medida que su pasión por la música se incrementaba, ¿el fútbol iba perdiendo relevancia en su vida, o se mantuvo inalterable?
–Noooooo. La música clásica y el fútbol conviven extraordinariamente. Yo debo decir que nunca el fútbol fue una “pasión” para mí: mi verdadera pasión es la radio, el medio. Casi la única parte que amo del fútbol es transmitir fútbol por radio. Me gusta el fútbol, pero no siento pasión. Una cosa que yo me perdí en mi vida es la de ser hincha. Aunque muchas veces veo a los hinchas y tengo la sensación de que no me perdí nada que valiera la pena. Yo veo a mis hijos que son hinchas y siento cómo disfrutan del fútbol. Yo me lo he perdido. Quizás eso también me dejó como un tipo amante del medio de comunicación más que del propio fútbol. Pero esas pasiones conviven armoniosamente sin ningún problema. Yo vengo de relatar la Copa América, hago todas las mañanas Desayuno y ahora empiezo con el ciclo de música en TV. Y es muy enriquecedor poner la libido en varias cosas.
–¿Por qué cree que en el imaginario social se tiende a separar como dos ámbitos antagónicos a la música clásica y el fútbol?
–En eso somos grandes culpables los periodistas deportivos. Ningún periodista de cualquier otra actividad presenciando un concierto llama la atención. Lo que pasa es que muchas veces se confunde amor por la música con cultura. Es muy probable que la persona que ame la música también ame la cultura, pero no necesariamente. Yo, por ejemplo, la primeras óperas que vi en Buenos Aires las presencié en el Club Italiano de la calle Rivadavia con unos italianos que no eran precisamente las personas más cultas que uno pudiera conocer. La ópera es una música de neto corte popular. Cuando la ópera nació, la amó gente que no sabía ni leer ni escribir. Pero el periodista deportivo está observado como muy desinteresado de todo lo que no sea el fútbol. Sorprende que un periodista deportivo escuche música clásica.
–Debe ser porque el periodismo deportivo es considerado un género menor dentro del periodismo...
–Pero a mí me asombraría más que un hombre de la Bolsa de Comercio ame la música clásica a que lo haga un periodista, quien se supone que tiene los poros abiertos a toda manifestación humana, por la propia naturaleza de su profesión. Los periodistas deportivos somos la clase inferior de la especie periodística porque creemos que la vida pasa por el fútbol. No es casualidad que la mayoría de los periodistas deportivos son, en realidad, periodistas de fútbol, desinteresados por completo del deporte. Entonces es normal que nos consideren como una especie menor dentro del periodismo.
–Además, la ópera, en tanto arte popular, también despierta pasiones irrefrenables...
–El fanatismo que hay en la ópera es estrictamente el mismo del fútbol. Lo que se puede llegar a discutir por Plácido Domingo y Pavarotti puede adquirir ribetes de una discusión de Boca y River. En las óperas existen hasta los barrabravas. En la Scala de Milán, por ejemplo, los tipos que son habitués –no el de platea sino los que van a arriba– les han ido a pedir plata a los cantantes. Y si los cantantes no les dan plata, los abuchean. Le pasó a José Cura. El cantante al que le piden y no da nada, lo abuchean. Es fantástico. Existen, también, las mismas pasiones mezquinas que inundan las canchas de fútbol: como querer el fracaso de otro y no aplaudirlo por tener simpatías con otro cantante. Hay miserias en la música clásica similares a las del fútbol. Y, como en fútbol, en la ópera todo vale. Porque, ¿quién tiene la razón entre tal y cual cantante? ¿Cómo ponerse de acuerdo entre Alfredo Kraus o Plácido Domingo, que son bastante diferentes? ¿O entre Pavarotti y Bergonzi?
–¿Disputas discursivas al mismo nivel de histeria que despierta la eterna discusión futbolera entre Maradona y Pelé?
–La Tebaldi y la Callas todavía son una discusión. Si me junto a cenar con futboleros, la discusión va a pasar por Maradona y Pelé, pero si me siento con amigos melómanos exactamente con la misma pasión está el tipo que niega a la Callas y otro que dice que es lo más sublime, y que la ópera le debe a la Callas todo lo que es a partir de la aparición de ella.
–¿Estará, entonces, en desacuerdo de los que dicen que la música clásica es para relajarse?
–Totalmente. La música clásica es para excitarse, sobre todo en vivo. Puede ser que en la grabación uno busque un relajamiento para acompañar un momento especial, pero cuando voy a un concierto lo hago para excitarme. No para relajarme, descansarme o darme una tregua en nada. Al contrario: voy a vivir. La tregua, en todo caso, es el postconcierto en la cena con amigos, colgado con lo que escuché.
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