ESPECTáCULOS › TELEVISION EL ALUVION DE PROGRAMAS DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS
La manía del cuestionario
El conductor atrás de un atril y los participantes acertando casi al azar una respuesta: la receta del verano.
Por Emanuel Respighi
Con el insoportable calor del verano se lanzaron en la pantalla chica una variedad de ciclos televisivos de heterogénea calidad, más destinados a pasar el verano que a llevar programas entretenidos a los espectadores. Como casi siempre sucede en esta época del año, los ciclos de entretenimientos encabezan el listado: los programas de preguntas y respuestas llegaron en malón, bajo la idea de los programadores de que se trata del género que mejor representa al público veraniego. Una platea que, según la histórica opinión de quienes arman y desarman grillas a su antojo, sólo quiere entretenerse frente al televisor, más cercana al receptor pasivo que al activo pregonado por educadores e investigadores críticos de lo que consideran “la caja boba”. El formato televisivo del verano es archiconocido para quienes sufren el calor en sus casas: los juegos. Los hay de preguntas y respuestas, de rapidez mental, de alianzas y traiciones, de competencia entre hombres y mujeres y hasta de los más extraños, como el juego sobre salud en Saludarnos, en el que los participantes pueden ganarse hasta ¡un chequeo médico gratuito!
A la par de la proliferación de los bingos y casinos, los formatos de juegos llegaron en la TV del verano para instalarse sin muchas ideas, pero con la fuerza omnipresente de toda tendencia. ¿Qué sabe usted de televisión?, De una, Enfrentados, La pareja ideal, 12 corazones (en su versión gay), El vil metal, Tiempo límite y Coincidencias son los nuevosviejos ciclos de entretenimientos que se estrenaron a lo largo de la semana pasada. Diferentes, similares, parecidos, pero todos persiguiendo la misma premisa: entretener sin pedirle demasiado al espectador. Pero también sin transmitirle demasiado, más allá de alguna que otra idea buena cristalizada con el apuro y la desidia de la temporada estival.
La TV lúdica del verano no es más que una sumatoria de juegos y concursos que se repiten a lo largo del día, que aporta poco y nada, pero que tampoco exige demasiado ni a los que están en sus casas viendo la TV ni a los concursantes. El verano 2005 ya no pone en el centro de la escena al “sabelotodo” que en la TV en blanco y negro triunfó en un ciclo como Odol pregunta, respondiendo sobre historia mundial, política o geografía. A la par de un país cuyo sistema educativo está en bancarrota, los ciclos de preguntas y respuestas ya no premian al conocimiento o al estudioso en alguna disciplina. Ni siquiera al memorioso, al que le dedica su tiempo –su vida– a alguna pasión, sea la cultura griega, la Edad Media o la historia argentina. La ley del mínimo esfuerzo llegó a los concursos, cuyas temáticas y formatos se abren a campos que no por novedosos resultan atrayentes al público.
Los hay de todo tipo y para todos los gustos, aunque el sabor final en la boca del espectador sabe a rancio ante los (re)descubrimientos del zapping. Está el juego en el que los participantes tiene que acertar qué haría otro en una situación determinada (Coincidencias), también el que recicla el blackjack telefónico y los juegos de verano (De una), el que enfrenta por enésima vez a hombres y mujeres en un ping pong trillado (Enfrentados), el que pone sobre el tapete la codicia y la traición de los concursantes ante la posibilidad de alzarse con 50 mil dólares (El vil metal), y hasta el que pregunta sobre la “nueva preocupación nacional”: la televisión y sus figuras (¿Qué sabe usted de televisión?). “Hoy no se puede vivir sin saber de televisión”, comentó a este diario Gabriel Schultz, conductor del ciclo del 13. Una máxima cada vez más complicada de refutar.
Abandonada la ficción como género exclusivo de la temporada fuerte, la TV de verano se resigna a la repetición ad infinitum de formatos que, en patota, atentan contra el mero objetivo de entretener. Género antiguo como la TV misma, los ciclos de preguntas y respuestas parecieran haber perdido peso propio a manos de constituirse en mera programación de relleno, a la que sólo se solicita que ocupe un determinado espacio de tiempo en las programaciones, sin importar más nada. Todo vale a la hora de resistir la ola del calor, siempre y cuando no superen el exiguo presupuesto. Si ni siquiera los premios, otrora millonarios, atraen al televidente...