ESPECTáCULOS
› ONOFRE LOVERO Y UN HOMENAJE POR SUS OCHENTA AÑOS DE VIDA
“Escribir mis memorias me removería demasiadas cosas”
En estos días, a Lovero no le faltan actividades: mientras intenta solucionar problemas en Proteatro y el conflicto de las salas independientes, se prepara para un tributo en el Payró.
› Por Hilda Cabrera
Temas urgentes ocupan estos días al actor, director y régisseur Onofre Lovero, de amplia trayectoria, premiado en numerosas oportunidades y con desempeño directivo en instituciones vinculadas con el ámbito artístico. Desde el 2000 ocupa el cargo de director ejecutivo de Proteatro, entidad creada ese año para proteger y fomentar la actividad teatral no oficial de la ciudad. Ella surgió luego de promulgada la Ley 156 (de la Ciudad), que registra, en el ámbito de Secretaría de Cultura, la actividad escénica. Sucede que la entidad atraviesa hoy una situación compleja, pues ya finalizado el mandato del anterior jurado (en noviembre del 2004) no ha logrado aún conformar otro para que se encargue, a su vez, de elegir a los cinco teatristas que integrarían parte del nuevo directorio. El otro asunto que preocupa a Lovero es la habilitación de las salas independientes, espacios que se encuentran también en la mira de Seguridad tras el incendio de República Cromañón. El tercero es de otra índole, y puede que le genere cierta inquietud, pero es placentero. Se trata del homenaje que se le tributará el 14 de marzo por sus 80 años de vida. Será en el Teatro Payró, de San Martín 766, en cuyo predio Lovero fundó en 1952 el teatro Los Independientes.
Entonces el espacio era un sótano en desuso que pertenecía a Ferrocarriles Argentinos. A Lovero este homenaje le parece “una exageración”, pero lo acepta: “Me llamaron de la Legislatura, anunciándome que querían festejar mi cumpleaños con un acto especial. Me darán una medalla, participarán compañeros míos, actores, directores, autores...”, enumera. A pesar de sus pruritos, se reconoce un luchador del teatro, desde el llano y desde los cargos que ocupó: “Estuve dos períodos consecutivos en la presidencia de la Asociación Argentina de Actores (entre 1984 y 1988), y en secretarías y prensa”, ejemplifica. Sus últimas presentaciones como actor fueron en una versión de Locos de verano, ofrecida en el Alvear, y en Teatro para ver, donde compuso el protagónico de Mateo, de Armando Discépolo, en un ciclo de teatro leído programado en La Máscara, de Piedras al 700. No olvida títulos. Ha confeccionado además una lista de éstos, que guarda en su despacho de Proteatro, ubicado en el hoy laberíntico edificio del Gobierno de la Ciudad. Recuerda especialmente el pionero estreno de La ópera de dos centavos, de Bertolt Brecht y Kurt Weill, en Los Independientes. Aquello fue en 1957, y apunta que optó por esa traducción (el original es Drei groschen Oper) porque no le interesaba una traslación literal sino el “espíritu” de la obra: “Era como decir la ópera más barata, de sólo dos centavos, de dos guita”, que son siempre menos que los tres céntimos que prefirió Brecht.
Otra puesta que le produjo gran satisfacción fue ¡Bravo, Caruso!, en Andamio 90, con dirección de Alejandro Samek. Y esto porque ama al célebre tenor Enrico Caruso y siente suyo el mundo de la ópera: “Se relaciona con mi vida”, afirma. Memora que, siendo niño, su padre y su tío materno Juan Dacunto lo llevaban seguido a escuchar y ver ópera, y también teatro. Un primo suyo, Alberto Rella, era además actor cómico, y eso lo acercaba de manera diferente a los espectáculos. Cuenta que en una escena de La muchachada de a bordo, a este primo le propinaban una ruidosa bofetada, que a él lo entristeció muchísimo. Al verlo así, el tío le señaló que en realidad no le pegaban, que del ruido del cachetazo se ocupaba otro: “La aclaración no le gustó a mi primo –recuerda–, porque le estaban quitando la ilusión de verdad que genera el teatro”.
–¿Le produce melancolía no trabajar hoy tan intensamente como actor?
–No, porque en realidad no estoy apartado de la escena. Desde el lugar que ocupo en Proteatro siento que comparto la actividad con mis pares. Es cierto que hace dos años que no compongo un personaje, pero veo obras y las disfruto. Me interesó muchísimo La señora Macbeth. Ese texto de Griselda Gambaro es realmente fuerte y muy hermoso, y la actuación de esta chica, Cristina Banegas, me pareció excepcional. Me conmovió mucho el trabajo de todos.
–¿Diría que ésta es para usted una etapa difícil?
–Soy de temperamento cambiante, y por mis problemas de salud tengo momentos de gran euforia y otros de gran abatimiento. Y eso que no me puedo quejar: mis hijas son maravillosas, la mayor va a cumplir 55 años y me ha dado nietos, y la pequeña tiene 15 y estudia danza en el Teatro Colón. Baila todo el tiempo, se apasiona...
–¿Le ocurría algo semejante a usted con la actuación?
–Sí. El primer gran disgusto que le di a mi padre fue decirle que entraba a Arquitectura y el segundo, que me dedicaría al teatro. Papá era constructor y quería que yo siguiera la carrera de Ingeniería Civil. En realidad, en Arquitectura cursé solamente un año. Eso sí, gané muchos amigos.
–En Arquitectura funcionaba un teatro...
–Pero yo no pertenecía a ese teatro. Lo mío era más popular, como el barrio en que nací, Villa Crespo. Viví allí hasta los seis años, y después en Palermo y en La Paternal. En aquella época, los teatros tenían mucho público, y nosotros lo hacíamos todo a pulmón. Para terminar de construir el teatro Los Independientes, mis padres ayudaron hipotecando su casa. Ellos no tenían otro bien. Nosotros pagábamos los servicios, pero nunca hubiéramos podido levantar las dos hipotecas que sumaban 150 mil pesos. Después que se creó el Fondo Nacional de las Artes, en 1958, y yo estuve a cargo, “inventé” un programa de ayuda al teatro. Hasta entonces la institución no otorgaba créditos para el pago de deudas. Yo conseguí que nos adelantaran el dinero para levantar las hipotecas. Nosotros cumplimos pagando todas las cuotas, y mis padres no perdieron la casa.
–¿Cómo siguen las tratativas por la habilitación de las salas independientes, después del incendio de Cromañón y del cierre, que se supone transitorio, de las salas Concert y Belisario?
–El secretario de Cultura, Gustavo López, se está ocupando personalmente del asunto. Estamos viendo la posibilidad de habilitar los teatros con algunos cambios en la estructura y cubriendo los problemas de seguridad.
–¿Cuál es el presupuesto asignado este año a Proteatro?
–En el 2004 fue de un millón. Para este año, López prometió 200 mil más y para el 2006 un total de 2 millones. Estamos trabajando para modificar algunas cláusulas que permitan a los que reciben el subsidio utilizar parte del dinero para mantenimiento. El problema es que esta tarea de la habilitación de las salas nos resta tiempo a todos. Necesitamos que las funciones continúen.
–¿Por qué hasta el momento Proteatro no cuenta con un directorio?
–Se había organizado un jurado integrado por personalidades del teatro (que debe responder a lo acordado en el artículo 4º de la ley) para elegir a cinco integrantes del directorio, pero el procedimiento de elección fue impugnado. Nos acusaron de mal procedimiento y tenían razón, porque no se cumplieron todos los requisitos. En parte por negligencia nuestra, de Proteatro. Ahora, al quedar anulado, se está conformando otro jurado. No puedo adelantar nombres porque aún no están todos de acuerdo. La elección de los cinco integrantes se hace por concurso público de antecedentes y oposición entre los que se postulen. La convocatoria y resolución es tarea del jurado. Se seleccionan dos actores, un autor, un director y alguien con trayectoria artística en actividad teatral y en la ciudad, que puede ser vestuarista, iluminador, escenógrafo, investigador... Otros dos miembros del directorio representan a las salas independientes y espacios teatrales no convencionales y de experimentación; y a los empresarios teatrales. Estos dos son elegidos por las instituciones que los agrupan y que además estén registradas. Al director ejecutivo, que es mi cargo, y aldirector administrativo, que en este momento desempeña el contador Fernando Salvati, los nombra el jefe de Gobierno. En total somos nueve.
–O sea que en este momento están en cero. ¿Cuántos se han postulado para este nuevo concurso?
–Para el último está por verse. Al anterior se presentaron diecinueve personas. Ahora tendrán que volver a postularse, si lo desean.
–¿Cómo se prepara para el homenaje?
–Por ahora no pienso mucho: tengo acá bastantes problemas para resolver. El homenaje me va a hacer recordar muchas cosas. Me gustan las memorias y eso de “vivir para contarlo”, como escribió García Márquez.
–¿Escribe sobre su propia experiencia?
–No siento que éste sea el momento: podría contar anécdotas, que tengo muchas, pero no me imagino escribiendo. Creo que me removería demasiadas cosas y quizá no estoy preparado para afrontarlas.
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