ESPECTáCULOS
› CRITICOS, FANS Y ADAPTADORES DEBATEN EL BOOM DEL GENERO
Cuando la risa viene traducida
Gracias al éxito de La niñera, el ex género maldito competirá en el horario central con adaptaciones de Quién es el jefe y Casados con hijos. Todos quieren adaptar su propia sitcom.
› Por Julián Gorodischer
A punto de estallar el boom de sitcoms, críticos y adaptadores se preguntan: ¿por qué ahora? Hace tiempo era el género maldito que multiplicaba proyectos truncos, ideas fallidas, finales antes de empezar. De pronto, el éxito de La niñera alienta un 2005 de comedias adaptadas al horario central de Telefé, para competirle el liderazgo al tanque Los Roldán. Casados con hijos (con Florencia Peña y Guillermo Francella) y Quién es el jefe (que aquí será Quién manda a quién, con Nicolás Vázquez y Gianella Neyra) tratarán de reflotar otra ola de “importados” tan poderosa como fue la del reality show en 2002, traduciendo al criollo historias ancladas en la Nueva York de los ’90. Lo que llega es el mundo previo a la caída de las Torres, con familias y livings, remates fáciles y enamorados en desuso después del 11-S. Pero aquí todo suena novedoso, y se inicia el karma de la adaptación: hacerlo entendible y quitarle el aura neoyorquina al género de masas en Manhattan. La niñera es de Lanús y la familia Bundy (tan parecidos a Los Simpson en el original de Casados con hijos) se muda al conurbano bajo la premisa de que las mejores ideas ya fueron pensadas alguna vez. ¿Para qué innovar?
Si en los ’50 (ver recuadro) Yo amo a Lucy (con Lucille Ball) prefiguró la comedia blanca de sillón, familia y escalera, y en los ’80 Los Cosby introdujeron la temática racial remitida a la derecha republicana negra, en 2005 ocurre un fenómeno nuevo: productores y guionistas se lanzan a captar latinos. Si George López Show (2000) fue el primer reconocimiento de la industria hacia el target, el boom de adaptadores argentinos es la otra pata de una misma intención: hacer rotar por el mundo a los doctors (supervisores) del canal Sony para tutelar elencos locales y entregar a cambio un sí o un no. A La niñera (en 2004) le levantaron el pulgar a cambio de unas pocas condiciones. “Tiene que existir un conflicto grande y uno más chico”, cuenta Santiago Calori, crítico y adaptador de sitcoms (que pide no identificar). “Uno en torno al protagonista y otro a un personaje secundario, que se irán solucionando juntos hacia el final. ¿Un ejemplo? Nunca van a ver una historia central de Sylvia, la madre de La niñera. Hay un manual de estilo que garantiza la fórmula: un chiste al principio, otro al final... y en el medio pasan cosas.”
Con Casados con hijos llega un humor sobre familias cercano a Los Simpson, con licencia para algunas cosas raras. En el original, Al Bundy se deposita en el sofá a mirar TV y, de pronto, amenaza a la pesada de Peggy, su esposa, con asfixiarla por la noche con la almohada. “La nena (que aquí será Luciana Lopilato) era una putona”, recuerda Calori, fan de la serie. Papá y su hija se relacionan en el borde de lo pedófilo, acentuando la caída de ojitos y la adolescente a upa. Calce perfecto para Francella, que ya había probado el flirteo con “la bebota” Julieta Prandi en Poné a Francella (2001) mucho antes de que Dady Brieva le espiara la bombacha a la nena de 3. “Argentinizar una sitcom está bueno porque te podés ir al carajo –dice Santiago Calori–, y nadie manda cartas para quejarse a La Nación. El público es de niños y señoras, pero no de esas señoras. Gente que no vio la original, no ve Sony, y a lo sumo conoció la sitcom doblada en Telefé.”
Los problemas llegan con los localismos neoyorquinos: alusiones al inmigrante ilegal (parientes de Casados con hijos), a la casa prefabricada de las afueras de Manha-ttan... ¿Cómo homologar esos relatos de tedio urbano, el vacío de la familia aburguesada que se extinguió incluso en el Norte post caída de las Torres? Con el desfasaje de una década y contexto de crisis, cuesta entender el truco del adaptador. “Es difícil traducirlas porque el género nunca se hizo y hay muchas diferencias culturales”, cuenta Carolina González, adaptadora de otras sitcoms. “Te encontrás con cosas cotidianas o frases hechas y hay que pensar qué vuelta darles. ¿Cómo trasladar a un latino que habla mal en castellano?” La trama de Quién es el jefe se detiene en un padre soltero, ex boxeador devenido amo de llaves, para el lucimiento de los abdominales de Tony Danza, en el original con menos guiños e ironía. Para Guillermo Hernández, crítico de Rock and Pop y codirector de la revista La Cosa, en esa elección está la clave del éxito: se descarta mucho más de lo que se considera. “Por algo se elige La niñera o Quién es el jefe y no Friends: el público de Telefé no es de alto poder adquisitivo ni intelectual, no es ABC 1. Ni los chistes más intelectuales de La niñera llegaron a nuestra pantalla.” ¿La condición es facilitar? Para Ximena Battista, crítica de La Cosa y fan de Seinfeld, “en una adaptación no puede faltar el lenguaje que se usa acá, que se traduzcan los anglicismos al dialecto local. Pero hay límites: a Seinfeld no puedo pensarla en una versión adaptada. Es sinónimo de Nueva York, inventó términos que figuran en un diccionario neoyorquino, refleja a un loser muy distinto al perfil de porteño”. La cuestión del límite reaparece en el debate que prevé la existencia de intocables. “Si versionan El superagente 86 –dice el crítico Sebastián De Caro, de FM Metro– están prendiendo fuego a una Biblia. Ese rumor de que lo haría Julián Weich (desmentido por Telefé) es un disparate. Nadie puede hacer ese papel que no sea Don Adams, es sagrado. Sería como pretender una remake de Los tres chiflados.”
Cambia, en 2005, el tipo de actuación (hiperguionada, sin sanata) y muchos sienten un estímulo para liberar su pasión por la comedia. Y reaparecen los permisos para experimentar de Constanza Novick, la guionista de la pionera Son o se hacen (de Diego Kaplan) con ecos de Friends y ambigua antes que Will and Grace. “Era un híbrido –recuerda–, una comedia de situaciones pero sin ingeniería dramática establecida. Como en la sitcom, Son o se hacen se detuvo más en los personajes que en la trama, sin esa tradición local del humor físico.” Si en los ’90 la comedia fue una experiencia aislada, el boom de sitcoms alienta a América a producir Soy tu fan (desde abril), una comedia romántica con Dolores Fonzi y Gastón Pauls “construida desde personajes reales, creíbles, con situaciones tragicómicas naturales como la vida misma –dice–, nada forzado”. También Ana Katz, que logró plasmar en su película El juego de la silla algo del espíritu sitcom (el absurdo, la risa maníaca que tapa una tragedia), espera que se abran nuevas puertas. “Me gusta esa risa dos segundos antes o cuatro segundos después del gag”, dice. “La comedia me expresa, me encanta, pero es una manera de ahondar en otras cosas: explorar una crudeza desde la vivencia.”
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