Jue 26.05.2005

ESPECTáCULOS  › LA FURA DEL’S BAUS REGRESA A BUENOS AIRES

“Nuestra propuesta es: poco para ver, mucho para vivir”

En su nueva visita, después de cinco años, el grupo catalán estrenará su espectáculo Obit. Uno de los directores de La Fura, Pera Tantiñá, explica por qué el público es el protagonista absoluto de sus actuaciones, diluyendo la noción convencional del “espectador”.

› Por Karina Micheletto

“Y me preguntan si he visto muy cambiado Buenos Aires... ¡Ja! No he salido de la sala de este hotel”, refunfuña medio en broma, medio en serio, Pera Tantiñá. El catalán, director de La Fura del’s Baus, llegó hace pocas horas y no para de moverse. La encargada de prensa le pasa una lista de obligaciones en la que siempre se suma algún ítem. “Mujeres, y argentinas. De seguro te envolverán con sus engaños, ¡ja!”, continuará diciendo rápidamente Tantiñá. En las horas que lleva en suelo porteño ya empezó con la rueda de entrevistas, fue a la Rural y se inquietó al ver todo tan vacío, en pleno preparativo escenográfico (“parece que estamos en pelotas”, graficará), comió el bife de chorizo de rigor, llamó una y otra vez a México para coordinar detalles con los actores, que llegarán después que él. Todavía deberá hacerse tiempo para un casting surgido de un concurso radial, del que deberá elegir a ocho “actores” con conocimientos de artes marciales y percusión, entre los cien currículum que quedaron seleccionados. Y todo antes de la función de prensa, programada para ayer, que finalmente deberá suspenderse, no porque a Tantiñá lo haya superado la agenda trabajosamente sostenida, sino porque falló el vuelo que traía a los actores desde México. Así que Tantiñá postergará su hiperquinesis furera hasta esta noche, cuando La Fura estrene en el pabellón ocre de la Rural su espectáculo Obit, en su regreso después de cinco años (ver aparte).
Obit está planteado como el antiespectáculo: se advierte que quien paga su entrada tiene más para hacer que para mirar, con lo cual desaparece desde el vamos la noción de espectador, y ni qué hablar de la comodidad de las butacas. ¿Cómo contar de qué va un espectáculo en el que el público es el protagonista absoluto, sin arruinar la sorpresa? Siguiendo a Tantiñá, habrá que poner muy en claro dos cosas que el catalán se encargará de repetir a lo largo de la entrevista: 1) Que Obit es algo “radical” (¡ups!). 2) Que se intenta hacer entrar en un código compartido al espectador no espectador, lo cual no quiere decir que se logre en todos los casos.
–No es un espectáculo, no es una obra de teatro... ¿qué nombre le ponemos?
–Es una acción colectiva, verdaderamente. La radicalidad de la propuesta es: poco para ver, mucho para vivir. Ese es el intento, al menos, no quiere decir que lo vayamos a lograr, sería muy prepotente de nuestra parte. Es radical porque depende absolutamente de la respuesta de la gente y de su participación. Nosotros no hacemos, proponemos que la gente haga. Básicamente vienen a vernos dos tipos de personas: unos, gente abierta de mente, que viene a disfrutar de algo diferente, que se suma al juego, que puede y quiere expresarse. Esa gente sale encantada, feliz, nos agradece, se emociona, llora, nos dice que hace veinte años murió su padre y que no lo había podido llorar, por ejemplo.
–¿Y los otros?
–¡Son los que te piden que les devuelvas el dinero de la entrada! Los que dicen: esto no es teatro, no es arte, no es performance, es una mierda.
–¿Y qué hacen con éstos?
–Nada. Obit nunca ha pretendido ser una propuesta “que guste”, un espectáculo “bonito”. Intenta tocar los fantasmas de cada uno, y depende de cómo logres entrar o de cómo nosotros logremos hacerte entrar. No es que el que entra es listo y el que no, tonto. Simplemente, tú eres el que hace Obit: tú sudas, tú empujas, tú haces el ritmo, tú te pierdes.
–Pero ustedes dicen que en Obit hablan de la muerte.
–Bien. Aparte de esta forma, el tema a tratar es el de la muerte. De la muerte física, esa que implica ataúdes, velas y esas cosas, no podemos hablar porque no la hemos experimentado. Entendemos que, ante la evidencia de que naces solo y mueres solo, el tránsito está plagado de pérdidas, muertes necesarias, que hay asimilar. Yo en este momento, por ejemplo, estoy perdiendo mi juventud. Pero también perdemos novios, el carro, tu perro. Queremos asemejar la muerte final con estas pequeñas pérdidas que nos ocurren durante toda nuestra vida, y que además son necesarias. Este estadio de pérdida aparece representado en el primero de los tres juegos que proponemos, que es el normativo: siempre el mismo perro, siempre el mismo carro, el mismo novio, hasta que un día se acaba. En este primer juego te llevamos a ese rol universal, el objetivo es ganar, es más, te inducimos a ganar. Pero esa historia en un momento se acaba.
–¿Entonces?
–Sobrevienen la pérdida, el caos. Te replanteas todo. “Nunca tendré un novio, un perro, un carro, un empleo como el que perdí”, dices. Es el momento del duelo, la depresión, ese lugar donde no quieren que te metas porque te aleja de la producción. La gente se mosquea mucho en esta parte donde tiene que perderse, claro, a nadie le gusta. Después, si logras pasar este duelo necesario... sencillamente ves que el mundo continúa, que ya encontrarás otro novio, otro perro, o pillarás un periquito. Y te das cuenta de que, para encontrarte, primero tuviste que perderte. Entiendes que, aunque nazcas y mueras solo, en el medio debes convivir con el resto, y que lo mejor es vivir en armonía. Por eso el tercer juego es rítmico: ochocientas personas creando un ritmo. Es tu cuerpo el que está en primer plano, no tu mente.
–Hay una crítica que suele hacerse a este tipo de propuestas: que no hay narración que las sustente.
–No es el caso, o al menos espero que no sea el caso. Obit no es el puro efecto. Hay una frase de Alejandro Jodorowsky que siempre repito: el arte, si no sirve para moverte algo, para curarte, no sirve. Después, no me importa tanto que la gente salga diciendo que es una maravilla o que es una mierda, que salga feliz o mosqueada, mientras le haya pasado algo.
–Dependiendo tanto de la gente, es una apuesta riesgosa. ¿Nunca les salió mal?
–No. Esa es la primera pregunta que me hacía cuando concebí Obit: ¿qué pasará si un día nadie se mete, nadie quiere jugar el juego? Por suerte, lo primero que hace la gente es jugar. Y tampoco se van, que puede ser otro riesgo: incluso los que más se mosquean, se quedan hasta el final. Estos, por lo general, son los críticos de teatro. Tú no serás crítica de teatro, ¿verdad? ¡Ja!
–No. ¿Tiene algún problema particular con los críticos de teatro?
–¡No, qué va! Pero es que es lo más natural del mundo, su profesión es ser mirón. Y aquí, si no te metes, si te quedas de mirón, no la pasas muy bien. En México un crítico teatral, que seguro era buenísimo, resumió el asunto de la siguiente manera: “Me han propuesto un juego que no he querido jugar”. Eso es lo que pasa.
–¿El público, y por lo tanto espectáculo, cambia según los países?
–¡Ah, la pregunta del millón! Perdona pero no es nada original. La respuesta es: no. Hemos llevado Obit por España, Francia, Holanda, México, y puede cambiar el tipo de energía, pero la respuesta ha sido siempre más o menos la misma. La conclusión es que, por suerte, en todo el mundo se juega.
–Desde Accions, su primera obra, para acá, ¿qué cosas cambiaron y qué cosas permanecen?
–Cambiaron 26 años, y permanecen... 26 años. No puedo ser objetivo, pero es obvio que hay muchos cambios físicos y de mentalidad. Sobre todo cambió el espectro, se abrió la posibilidad de hacer varias cosas dentro de la misma marca, desde películas hasta teatro a la italiana o macroespectáculos como Obit.
–¿Qué es, exactamente, el “lenguaje furero” que los identifica?
–Es lo que nos dio a conocer en todo el mundo. Se caracteriza porque llevamos la acción del escenario al público, o pillamos al público y lo metemos en la acción.
–Muchos creen que sus espectáculos son demasiado violentos, se sienten agredidos.
–Pero Obit no tiene nada que ver con lo anterior. Ahora nos acusan de ser demasiado light, nos dicen que no hay sangre. ¡Es que el público nunca está contento! Aquello era una forma de romperte tu esquema. La Fura quería sacar al rey espectador de su trono butaca y ponerlo en medio de la acción, donde se sentía inseguro. Pero bueno, quien considere que lo que hacemos es violento o agresivo, pues... que no nos venga a ver. También se puede ir a ver ópera. ¡Ja!

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