ESPECTáCULOS › “PLATFORM”, UNA EXTRAORDINARIA PELICULA DE JIA ZHANG-KE
China, en el transcurso del tiempo
El film ganador del Festival Buenos Aires 2001 llegó al fin a su estreno comercial, aunque –signo de la crisis– en formato video.
Por Luciano Monteagudo
Tres años atrás, en su primera edición, el Festival de Buenos Aires ofreció más de una sorpresa, pero si hubo una auténtica revelación, ésa fue Xiao Wu, magnífica opera prima del director chino Jia Zhang-ke (1970). La película es una personal relectura de Sin aliento, de Godard, capaz de descubrir la realidad de su país de una manera completamente diferente, al punto que luego de haber sido realizada de manera clandestina, sufrió diversos problemas de censura por parte de las autoridades de la República Popular China. El año pasado, el segundo largometraje de Zhang-ke, Platform, ganó justicieramente el premio a la mejor película de la tercera edición del Bafici y ahora llega por fin a su estreno comercial, aunque en una deslucida proyección en video (a causa de la crisis que afecta a la distribución de cine independiente, que hace casi inviable el lanzamiento de obras de riesgo en copias en fílmico).
Aun así, en condiciones que no son las mejores, Platform sigue siendo capaz de imponerse como una obra excepcional, que parece venir a renovar la corriente más profundamente realista del cine contemporáneo, que hunde sus raíces tanto en la obra de John Cassavetes y Maurice Pialat como en la de Hou-Hsiao-hsien. El transcurso del tiempo es el tema central de Platform, un film-río que logra dar cuenta de los impresionantes cambios en la estructura política, cultural y social de China de los últimos veinte años a través de las vidas de un grupo de jóvenes de un pueblo remoto, cercano a la frontera con Mongolia. Esos cambios ya fueron objeto de estudio en el cine de dimensiones épicas y hasta operísticas de Zhang Yimou y Chen Kaige, los representantes de la llamada “Quinta generación”, que tuvo su apogeo a fines de los años ‘80. En los antípodas de ese cine, que tuvo un innegable valor en sus primeras expresiones y que luego se anquilosó en su propio esteticismo, aquí Jia Zhang-ke apela a un relato de una fuerte marca autobiográfica, que le permite leer la Gran Historia desde una intimidad conmovedora, capaz de revelar la sensibilidad de toda una época.
Es notable la manera en que, poco a poco, Platform va trazando el recorrido de sus protagonistas, integrantes de un conjunto de teatro popular dedicado a interpretar canciones de alabanza a Mao, que termina recorriendo los parajes más desolados con un número de música pop, acompañado por bailarinas a-go-go. De hecho, el título del film, como aclaró el propio Zhang-ke, proviene de una canción pop que él y su hermana solían escuchar de manera clandestina en transmisiones radiales provenientes de Taiwan, cuando lo único que estaban autorizados a escuchar en el pueblo perdido de Fenyang eran los anuncios oficiales que constantemente propalaban los altavoces (la utilización dramática del sonido es uno de los grandes logros de la película).
Lo singular de Platform es que, sin dejar de ser un film a su manera político, trasciende ampliamente esa esfera para internarse en el mundo interior de esas chicas y muchachos que desconocían por completo todo aquello que existía más allá de las estrechas paredes de su pueblo y, de pronto, se fueron encontrando con una realidad diferente, desconocida, que cambió no sólo su forma de vestir sino también su vida toda. En Platform no hay villanos ni, menos aún, una mirada rencorosa sobre el pasado, sino simplemente el registro minucioso, sensible de la cotidianidad de unospersonajes en el momento de su iniciación a la vida adulta y de su educación sentimental.
Si hay algo que distingue a Platform es precisamente su manera de apresar la realidad, la equidistancia con que el director es capaz de colocar su cámara, la forma en que se vale de prolongadísimos planos-secuencia para capturar un tiempo que se desvanece, inexorablemente. Como sucede con muy pocos cineastas, un plano de Zhang-ke y un movimiento de la cámara son capaces de expresar una emoción, un sentimiento, con una delicadeza muy particular. Es evidente que el director les dio gran libertad a sus actores (algunos, incluso amigos de su infancia en Fenyang) y que aprovechó todas las posibilidades de la improvisación, pero eso no le impide mantener una dirección de sentido que va creciendo y revelándose con el transcurrir del film.
Estrenado originalmente en Venecia y Toronto con una duración de 192 minutos, de acuerdo con las necesidades expresivas del film, Platform -coproducida por capitales del exterior, entre ellos los del cineasta japonés Takeshi Kitano– apareció luego en los festivales de Rotterdam y Berlín con 32 minutos menos, un drástico corte realizado por el propio Zhang-ke a pedido de su distribuidora internacional, Celluloid Dreams, para facilitar sus ventas. Esa misma versión es la que ahora llega a Buenos Aires, pero seguramente las dos horas y media actuales siguen siendo suficientes para dar cuenta del talento de un cineasta extraordinario.