ESPECTáCULOS › “HUESITO CARACU, REMOLINO DE LAS PAMPAS”, DE HUGO MIDON
El gauchito vs. los te roban.com.ar
En el Paseo La Plaza puede verse de martes a domingo, hasta el 4 de agosto, una notable comedia musical sobre las andanzas del gaucho valiente que llevará a su familia a luchar contra la empresa Tragaluz.
“Huesito caracú, remolino de las pampas”
Autor: Hugo Midón
Dirección: Hugo Midón.
Música original: Carlos Gianni.
Escenografía: Alberto Negrín.
Vestuario: Renata Schussheim.
Elenco: Diego Reinhold, Gustavo Monje, Laura Silva, Florencia Aragón, Marcelo Albamonte y otros.
Lugar: Complejo La Plaza, Av. Corrientes 1660.
Funciones: de martes a domingo, a las 15 y 17, hasta el final de estas vacaciones de invierno, el 4 de agosto.
Entradas: 10 pesos, pero si se compran más de dos, valen 7 cada una.
Por Verónica Abdala
En el rancho de Huesito Caracú no hay luz eléctrica. Los vecinos, en cambio, pueden encender tantas luces que a veces el campo parece un reflejo del cielo. En lo de Huesito, es el brillo de las estrellas lo que ilumina la mesa. Los padres parecen resignados, pero no la pasan mal, cuando la acción de la obra comienza. Están acostumbrados a no necesitar lo que no tienen. Para Huesito (“blando por dentro, duro por fuera”) es difícil convivir con la injusticia: tiene temperamento. Está hecho, le dice su mama, para andar por los caminos que le dicta el corazón. La oscuridad en la que vive la familia tiene responsables con nombre y apellido: el Cocorito y su padre, dueños de la empresa Tragaluz. Estos empresarios son malos bichos por donde se los mire: no sólo tienen una empresa monopólica sino que cobran lo que se les antoja.
Huesito no tiene uno sino dos problemas, si se tiene en cuenta que está enamorado de Flor Silvestre, novia del Cocorito. No está enamorado platónicamente: intuye que la china está más cerca de disfrutar de una mateada al pie del aljibe o de sus canciones que de un paseo en 4 x 4, que es lo que su rival tiene para ofrecerle a la hora de la seducción. “¿Pasear en cuatro por cuatro para qué?”, pregunta ella, pura inocencia de trenzas. “Y... para ser feliz”, responde Cocorito, el malo, a cuyo paso gritan los bichos feos del campo. Estallan las carcajadas en la platea: adivinen de qué lado están los chicos.
A poco de haber comenzado esta comedia musical para grandes y chicos, con fuerte predominio argumental, los dos conflictos centrales están planteados: uno es el triángulo amoroso que Huesito, a fuerza de verdades y ternura, intentará inclinar a su favor. El otro, la rebelión pueblerina que el joven gaucho encabezará al ritmo de un cacerolazo, para librar a los humildes habitantes de la zona de los abusos impuestos por los propietarios de Tragaluz –estrechamente ligados a la fuerza policial–, que hoy te roban la luz, mañana te roban el sol, pasado te roban la luna y el viernes el corazón. Si no, ¿por qué suponen que le dicen “remolino de las pampas” a Huesito?
Decididos a romper con las ataduras marcharán también “la mama” y el “papa”, con los ojos bastante más abiertos, bajo la certeza de que los dueños de la luz siempre te cobran cuarenta de más, sin contar los recargos pendientes el iva emergente y el crédito fiscal. Son de una sociedad que ha generado los te roban.com.ar. Por eso, al compás de la toma de conciencia de los padres de Huesito serán los espectadores los que terminen convencidos del valor de rebelarse contra la injusticia. En el orden que reinan, tienen luz los que no se quejan, y de otro lado hay muchos a oscuras.
En la actual puesta de la obra –que suma los textos de Midón y las excelentes canciones con música de Carlos Gianni– se lucen Diego Reinhold (Cocorito) y Huesito (Gustavo Monje), en personajes antitéticos a los que les sacan brillo. Sin embargo, una parte del peso de la obra está en lafigura de la madre. Buena como un abrazo, capaz de cantar un rap cuando empiezan con sus quejas (hilvanando refranes al por mayor) la madre terminará encabezando la rebelión de los que quieren luz, dando órdenes a diestra y siniestra, cuando alguien se atreve a tocar a su hijo. Poquito a poco y de canción en canción, cada uno encontrará su lugar en el desarrollo de la obra. Cocorito –que termina reconociendo que antes que una novia capaz de cuestionar soñaba con “una chica tonta de la tele”–, la soledad y el desprecio público. Su padre (que se pasea con un ridículo foco prendido en el sombrero), la traición de sus subordinados policiales. Huesito y Flor, la suerte de saberse juntos. “La mama”, “el papa” y la gente sencilla del pago, condiciones de vida dignas, un presente más iluminado y una lección que no olvidarán: no está muerto quien pelea. Es que en el mundo de Midón, como en un país soñado, cada uno recibe lo que merece.