Se levanta a las cinco, en estudiada rutina que incluye: memorizar el recorrido de Mambrú para ese día, convocar a sus “colegas”, diseñar el itinerario al menor costo y calcular el tiempo justo desde Del Viso a Telefé, RadioShow o Villa Devoto. En cualquier caso, Marcela, fundadora del Mambrú Fans Club Oficial, ya casi no recuerda su época de mejor alumna, diez de promedio en el colegio de monjas: la “traga”, la “buchona” o la superdotada, según el cristal. Esta es la nueva vida en la que no estudia, ni trabaja, ni nada, como corresponde al buen fan, una experimentada cazadora de autógrafos y dedicatorias que, a los 19, acredita currículum de especialista: colas y más colas para ver a los Backstreet Boys, persecuciones incluidas, y la certeza de no ser una novata. Una fan “senior” ya no se desmaya, ni pega grititos: temple, carácter, coraza, y “ponga lo que hay que poner” (alguna grita desde el fondo). A la gordita no la detienen con nada cuando arroja la bandera y entre suplicante y castrense reclama “las firmitas”. “Para hacerlo bien, una tiene que conocerse mucho a sí misma”, dice Marcela, una especie de prima lejana de Silvia Burgos, presidenta del fans club de las Bandana, aunque bastante más estilizada. A una fan jerarquizada, de la plana mayor, no se le levanta el tono. A lo sumo, el patovica le explica amablemente: no hay más entradas. “Hay que venir y hacer escuela –dice Marcela–; las novatas no se saben manejar y somos nosotras las que tenemos que aconsejarlas”.