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“Fidel está lejos de la caricatura”
Oliver Stone acaparó la atención de la Berlinale, donde presentó su documental Comandante, de producción española, resultado de treinta horas de conversación con Fidel Castro. A pesar de que no concurría a concurso -la película se proyecta con carácter de exhibición en la sección Panorama–, la confluencia de dos personalidades del calibre de Castro y Stone se presentaba como uno de los platos fuertes de Berlín. “No me veo como periodista, sino como un cineasta que se encuentra con una figura histórica de cierta edad”, explicó Stone en la rueda de prensa posterior a la proyección. Stone definió a Castro como un “hombre comprometido con sus ideales” hasta el punto de que “la revolución es para él más importante que sí mismo”.
El propósito del director estadounidense era acercarse a un personaje que en Estados Unidos “no es más que una caricatura con habano y barba”. Stone quería “ir más allá” del estereotipo y ahondar en una “gran figura histórica y social, a la que había que filmar antes de que fuera demasiado tarde”. En Comandante, la voz del “máximo líder” se oye casi al mismo volumen que la de la intérprete que traduce al inglés para el omnipresente Stone, lo que puede llegar a irritar al espectador que entienda las dos lenguas. Castro repasa su revolución y explica anécdotas personales. Asegura, por ejemplo, que nunca pensó acudir al psiquiatra y que no cree en el destino ni en Dios; relata que resultaba muy difícil competir con el presidente ruso Boris Yeltsin al beber y se declara admirador de los actores Brigitte Bardot, Gérard Dépardieu, Sophia Loren y Charles Chaplin. El documental planea sobre cuestiones banales –Stone consigue que hable incluso del Viagra– y asuntos políticos trascendentes, históricos y actuales. Incluye opiniones sobre algunos de los líderes mundiales con los que tuvo que negociar o enfrentarse, como el ruso Nikita Jruschov, al que Castro define como “un campesino astuto”, o el estadounidense Richard Nixon, “un hipócrita, un politiquero”. Una imagen en la que el actual presidente de EE.UU., George W. Bush Jr., se refiere a la “seguridad nacional” sirve a Stone para ilustrar la opinión de Castro de que “el orden mundial es insostenible” y enmarcar sus críticas a Washington, pues “la solución a los problemas del mundo no es militar”. Pero no arroja luz sobre el futuro de Cuba: en opinión de Stone, el líder cubano “está buscando que los jóvenes tengan fe en la pureza de la Revolución”.
A la pregunta de por qué no abordó el tema de los derechos humanos en la isla, Stone respondió que “Si yo hubiera sido Barbara Walters no hubiera habido entrevista”, en referencia a esa popular presentadora televisiva. Stone no disimula su simpatía: “En la TV de EE.UU. nadie se pregunta cómo vive la gente en otros países latinoamericanos en comparación con Cuba”, señaló, y añadió que “no se puede comparar la miseria del altiplano peruano o Brasil, o ahora Argentina, con Cuba”. El cineasta describió el trabajo con el líder cubano como leal por ambas partes, ya que “no manipulamos, y él nunca dijo ‘corte’”.
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