ESPECTáCULOS
• SUBNOTA › COCA BARRAZA, LA VERDADERA DUEÑA DE LA CASA ROLDAN
Un sueño cholulo realizado con creces
Por J. G.
La mujer que espía detrás del vidrio esmerilado se llama Coca Barraza y, a los 68, es una mujer feliz. Las estrellas invadieron su casita del barrio de La Paternal, y ella se ríe viviendo su sueño de cholula. Cada vez que Florencia se la lleva aparte para tomar mate o le encaja su maltés blanco (La Cayetano) para que se lo cuide, Coca dice: “¡Encima me pagan!”. ¿Quién es la Coca, envidiada por las vecinas, esa que grita divinas a las chicas de Los Roldán y consigue todo lo que le piden? Ella alquila su casita para que se la acrediten a Los Roldán, ahora que la trama dicta un regreso al origen de la Yoli (Claribel Medina). Es la era en que el programa de masas redescubre la casita de los viejos, se enamora de la periferia urbana más allá de las locaciones a lo Pol-ka (Colegiales, Villa Urquiza) para entregar glamour a los objetos de la casa de la Coca.
Ahora la frutera tornasolada, el teléfono antiguo, los sofás de mercado de pulgas, las estampitas cristianas lucen distinto y las familias celebran que la TV visite las afueras, refunde la pobreza chic. Cotiza mejor la familia cristiana bien constituida, en casitas con azulejos de flores, toldo y cerámica marrón, en revisión nostálgica que da rating y restituye una fantasía perdida: hogares concéntricos, pobres pero honrados... La Paternal se revoluciona cuando ve aparecer a los móviles del 9, y más aún cuando se distingue a los vecinos en un fondito o en una toma larga que alcanza a garantizar un saludo, una presencia, un frente de la casa de enfrente, un paso demorado de extras. El barrio-locación no concibe ni marginalidad, ni miserias, ni exclusión: todo lo que se ve es dorado como el recuerdo de los años que se fueron, como una foto de álbum familiar, así de estático y borroso. La Coca, en ese plan, es un emblema.
“Todo empezó porque andaba una chica por la calle buscando casas –recuerda Coca su gran día, a principios de 2004–, y mi hija justo sacaba la scooter del garaje. La hicimos pasar, conoció nuestro living, dijo que le encantaba cómo éramos y arreglamos. Después me hicieron aparecer en la verdulería. Yo soy esa medio gordita que se asoma y saluda. Pero este año no me incluyeron...” Su biografía acredita trabajos como verdulera y empleada en una fábrica textil, y también como mucama por horas, cholula confesa que se pasó las horas de jubilada frente a una TV. Un día se quebró la frontera, y se le metieron los técnicos, productores, Florencia y compañía, y ella se queda gustosa hasta las dos cocinándoles tortas. Coca colecciona un repertorio de piropos para regalar. Dice que le gustan los actores como Florencia, que es re-divina. “Viene y me dice: Coquita, vamos a tomar unos mates. Y charlamos, o me trae el perrito, y se lo cuido porque me encantan los perros.”
–¿Cada cuánto la visitan?
–Diez días seguidos, o nada. Cuando no vienen los extraño. Soy la envidia de las vecinas. Ahora graban también en lo de mi hermana y en lo de su prometido. Ella está noviando con uno de 70 y pico, pero sólo se están conociendo.
–¿Qué le piden a cambio del pago diario?
–Lo que quieren lo tengo. Me piden fuentes para cocinar ravioles, tablas, manteles, moldes para pizza, hasta una masa les hice. Me ponen un sillón y yo miro todo. Cuando viene Ilda (Lola Berthet) es una alegría, es terrible conmigo, se me sienta a upa.
–¿Su familia se parece a Los Roldán?
–¡Mucho!, en lo cariñosos, en lo juntos, que somos todos para uno. Yo sería la Yoli; ella sacó de mí la muletilla de “espectacular”. A mí siempre me preguntan: “Coquita, ¿cómo estás?”. Y yo respondo: “¡Espectacular!”. Así, con el dedito hacia arriba. Una vez Yoli me agradeció en la novela.
–¿Mira mucha tele?
–Miro los chimentos, y me enojo cuando dicen algo malo de Florencia o cuando hablan raro de mis chicos. El que más bronca me da es Rial, cuando hizo esa foto de entrepiernas a Flor casi me muero: fue una maldad. Yo tengo toda la novela grabada y nunca vimos que se le haya escapado nada.
Nota madre
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