Cuando el rock nacional todavía no tenía ni nombre, Los Gatos Salvajes ya cantaban en castellano y tenían su propia personalidad, gesto que motivó a algunos flacos de esa camada (como Spinetta y Charly García, por tirar un par de ejemplos ilustrativos) a empezar a cantar también sus canciones en su propio idioma. Si tocar temas de Dave Clark 5 y los Stones era por entonces excéntrico, el actual revival del sonido garagero de los ’60 vuelve a generar un interrogante: ¿Por qué se celebra al Nebbia de hace 40 o 30 años y se ignora su evolución posterior? Minimal cree que “es increíble que casi todos conocemos los discos de Pescado Rabioso, Invisible o Color Humano, lo que está muy bien, pero los de Nebbia casi nadie los conoce”. Los Gatos Salvajes era un grupo de teenpop, antes que el término sonara peyorativo, pero que entonces era un eco de lo que pasaba en el mundo. Si las reediciones de los últimos años ayudaron a asimilar el impacto de su obra con Los Gatos, la obra de Los Gatos Salvajes (donde tocaban Ciro Fogliatta, el único que después siguió en Los Gatos cuando se mudaron en Buenos Aires) confirma la creatividad y la originalidad de ese proceso que históricamente se sigue considerando fundacional.