LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Con el avance tecnológico, pero también con la generación de nuevas tramas sociales, la comunicación se ha convertido en un espacio a la vez complejo y fluido. No basta con hablar de los medios. Ni se puede pensar el desarrollo integral al margen de la comunicación.
› Por Sandra Massoni *
¿Por qué leemos o dejamos de leer un diario? ¿Por qué miramos o dejamos de mirar un noticiero de televisión? Años atrás los autores de las teorías clásicas de la comunicación responderían a estas preguntas en términos de confiabilidad, información objetiva, mayor cobertura de la noticia, etc., y relacionarían la posibilidad de que alguien otorgue veracidad a un mensaje a ciertas características específicas de esos destinatarios y a formatos más o menos adecuados a su perfil.
En el transcurso, ¡cuánto! Pero pretendo aquí concentrar la mirada en un aspecto básicamente habilitador y es que nos dimos cuenta de la fluidez del mundo. Desde que los físicos nos demostraron que la partícula es aporética (a la vez onda y corpúsculo), sabemos que toda sustancia es fluctuante. Es decir que el elemento constitutivo de cualquier sistema puede también ser visto como evento. Intento hacer un aporte en esta dirección con mis desarrollos en comunicación estratégica. Se trata de repensar las formas de pensamiento y de acción comunicacional tradicionales desde una perspectiva abierta a la complejidad. Me gusta hacerla crecer a partir de algunas coordenadas mínimas para abordar a la comunicación: que no la piense con un único centro; que no la piense estática, que no la piense descartando la riqueza de su espesor como proceso sociocultural cognitivo. Definido que el conocimiento no se puede separar del hombre, necesitaríamos repensar también el lugar de los medios masivos, en tanto y en cuanto está claro que no se trata ya de una tarea centrada principalmente en lo que se dice, como una narración objetiva acerca de la realidad. ¿Será que deberemos asumir que el lugar del medio en nuestra época no es sólo –ni es principalmente– el de informar, hacer agenda, persuadir, alienar y otras perversidades aledañas? No es fácil el planteo en tanto es cierto que el estilo dominante –especialmente en televisión– se asemeja a un parte de guerra macabramente engolosinado en informar muertos y destruidos del bando contrario cada jornada. Pero señalo que a la par también cada vez hay más gente que sintoniza radios FM “porque sólo hay música”. Para empeorar este aflictivo panorama cada vez más seguido escucho: “Ya no soporto ver noticieros de televisión, inmediatamente cambio de canal”. Pregunto: ¿cuál es el gesto que nos repugna al punto de hacer mover nuestro pulgar en busca de otra sintonía? Cuando alguien apaga el aparato porque “no puede ver” a quien habla hay una conexión especial que le habilita a ese movimiento. Es una sensación que al menos reconoce/recupera su contacto con otras sensaciones que cada quien ha ido acumulando a lo largo de su vida y que genera en cada uno de nosotros una habilitación básica. No suele ser una representación, como un algo que se desprenda de “lo que se dice”, sino un registro del lenguaje que se ubica en otra dimensión. Mi vecino lo expresa con frases del tipo: “Se me pone la piel de gallina cuando lo oigo”. Y es que hay algo en un orador sincero que lo conecta inmediatamente con su público. Hay, entonces, un componente de emoción que deberemos comenzar a reconocer y a no dejar fuera de la cuestión. Un registro distinto de este asunto que no hemos explorado suficientemente. Estamos acostumbrados a operar una sola dimensión de este fenómeno que es la informativa, pero hay muchas otras. Por ejemplo, la ideológica, la interaccional, la sociocultural. Es posible abordarlas desde las perspectivas de comunicación estratégica a partir del análisis y prescripción de marcas de racionalidad comunicacional. Implica ante todo un gran esfuerzo por salirnos del corset de los mensajes para abordar el espesor de la comunicación. Operar con estas herramientas nos permite trabajar desde lo fluido: ese especial tipo de orden de lo que está siempre cambiando. Colijo que de este y de otros desafíos necesitamos hacernos cargo para pensar la complejidad del fenómeno comunicacional. Creo que es al menos parte de lo que nos falta consolidar, desplegar, echar a andar para repensar a los medios en el contexto actual.
* Doctora en Ciencias Sociales. Posgrado en Comunicación Ambiental. Universidad Nacional de Rosario.
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