Miércoles, 27 de enero de 2010 | Hoy
LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Luciano Sanguinetti aporta elementos para continuar debatiendo sobre la necesidad de estructurar políticas comunicacionales que no se limiten sólo y únicamente a pensar los medios, aunque reconociendo la importancia y la centralidad de los mismos.
Por Luciano Sanguinetti *
El debate que propuso Washington Uranga en su último artículo sobre la conformación de espacio público en la Argentina es la clave. La pregunta fundamental es ¿qué lugar ocupan en ese espacio las corporaciones mediáticas? La respuesta es cómo construir consensos democráticos, progresistas y transformadores en beneficio del bien público que resuelvan los problemas centrales de educación, trabajo, salud, inclusión (y en consecuencia la inseguridad). Las lecciones de los últimos dos años son claras y complejas a la vez.
Si alguien pensó hace algunos meses que aquella vieja consigna del comunicólogo colombiano Jesús Martín-Barbero (me refiero a la que daba el título a su clásico trabajo “De los Medios a las Mediaciones”) ha perdido vigencia por el poder de fuego demostrado por los medios en el último tiempo, es porque no leyó bien el libro. Martín-Barbero nunca dijo que los medios no eran centrales en la disputa por la hegemonía; lo que dijo es que la respuesta a la pregunta por aquella hegemonía no alcanzaba con remitirla exclusivamente a saber quién tenía el control de ese poder en términos de propiedad sino, en todo caso, de políticas comunicacionales, en las cuales se articulara lo que el mismo autor señaló como la complicidad entre la memoria popular y el imaginario de masas.
Perón lo dijo de una manera más simple alguna vez: “En el ’45 ganamos con todos los diarios en contra y en el ’55 nos fuimos con todos a favor”. ¿Qué fue lo que cambió entre el ’45 y el ’55? ¿Por qué los trabajadores que se levantaron masivamente el 17 de octubre sin nada más que una esperanza, no defendieron del mismo modo el gobierno que les había otorgado tantos beneficios durante casi una década?
Sintetizando: ¿Qué hizo que la imagen positiva del Gobierno a principios del 2007 se desmoronara menos de dieciocho meses después?
Lo que dicen los manuales es que la hegemonía se construye, que implica necesariamente el movimiento, que es tanto táctica como estratégica, que debe incluir al adversario en el proceso, porque como dijo el mismo Martín-Barbero, “no hay hegemonía sin circulación cultural”.
Pero tampoco deberíamos dejar de recordar que la recuperación de las capacidades del Estado (para usar la categoría que el sociólogo argentino Ricardo Sidicaro utilizó para su libro fundamental Los tres peronismos) en materia económica, educativa, cultural, comunicativa, en síntesis, la crisis temporal de la idea neoliberal del mercado como agente de distribución, no fue una conquista que devino de las organizaciones sociales o políticas en su lenta construcción contrahegemónica, sino producto de la crisis del propio sistema de poder que en el 2001, temeroso de su propio fracaso, saqueó a sus conciudadanos por si las moscas.
Sin embargo, a partir de entonces, fuimos elaborando como sociedad una suerte de decálogo nuevo, que habla de una Justicia independiente, de un Estado presente en el resguardo del trabajo, la salud, la educación y la vida de los jubilados, de garantizar ingresos mínimos para los que menos tienen, de acuerdos internacionales fuertes con nuestros naturales socios latinoamericanos, que una patria mediática sin escrúpulos, ni responsabilidad, trata día a día de socavar. ¿Para proponernos qué? ¿Para que busquemos qué?
Durante estas vacaciones vengo leyendo un libro que debería haber leído hace mucho tiempo. Se trata de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, el mismo que inspirara –y hay algo más que eso– la visión de Coppola sobre el conflicto de Vietnam en Apocalypse Now! Todavía no lo terminé. Y voy como el protagonista, Marlow, avanzando por ese río sinuoso, en medio de una selva cada vez más impenetrable, repleta de peligros que acechan y esperan, buscando a ese personaje siniestro, ambiguo, desconocido todavía, Kurtz, símbolo de todo: el poder, la inteligencia, la belleza, la felicidad. Me pregunto realmente qué encontraremos al final. Lo que presagió Conrad: ¿El corazón de las tinieblas?
* Docente e investigador de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social/UNLP.
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