LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN

Entre los hombres y los medios

Para Daniel Mundo, el acoplamiento de los hombres con la técnica es hoy ineludible e irreversible, y esto nos remite a la pregunta acerca de qué es un medio de comunicación.

 Por Daniel Mundo *

¿Qué es un medio de comunicación? En el siglo XIX al ferrocarril se lo consideraba un medio de comunicación, hoy lo es un hueso o la sangre. Marshall McLuhan, el famoso teórico pop de los medios, consideraba que éstos eran prolongaciones de los sentidos del ser humano: no designan sólo un conjunto de artefactos individuales (televisión, radio, libros, Internet, telefonía celular), designan un conjunto de saberes encarnados en esos artefactos, hábitos y rituales sociales de producción y apropiación –lo que McLuhan llamaba el entorno—. El medio como fundamento; y el mensaje, un texto subsidiario: “Las sociedades –sentenciaba– siempre fueron remodeladas mucho más por la naturaleza de los medios con que se comunican los hombres que por el contenido de la comunicación”. El mensaje es el recurso del medio para distraernos y que no percibamos su acción.

Unos años antes Norbert Wiener, el fundador de la cibernética, había dicho algo extrañamente parecido: lo que importa no es el “contenido” de la comunicación sino las relaciones que ella organizan –el proyecto cibernético (cibermilitar) requería claridad y transparencia para garantizar el cumplimiento de la orden—. La red vincular constituye el auténtico modo de existencia de los fenómenos comunicativos. El hombre se convertirá en Homo comunicans, un ser íntegramente comunicativo, pero al precio de dejar de ser la fuente o el destino de la comunicación. A lo sumo encarnará un nodo en la red informática –es fácil cambiar en las personas el contenido de los pensamientos, su mensaje; más difícil es cambiar la forma en que se procesan esos datos, su medio de pensar—. El ser humano no sería más que un medio del medio de comunicación. ¡O podemos seguir fantaseando que nuestra libertad se concentra en el control remoto!

Si McLuhan tenía razón y los medios amplían las potencialidades humanas de percibir y comprender (de la pintura rupestre o la escritura al multimedio virtual), lo que el medio logra hoy es llevarnos más allá de los confines humanos, o de lo que entendíamos por humano. A mediados de los años ochenta Haraway introdujo en las ciencias sociales el concepto de cíborg (un ser híbrido, mezcla de lo artificial y lo natural) para dar cuenta de este más allá. Eran los años de películas como Terminator, Robocop o Blade Runner. McLuhan no llegó a verlas. Por ello quizás hipotetizó que la última extensión mediática, la del cerebro y el sistema nervioso, se produciría con la televisión, para nosotros un paleomedio al lado del multimedio digital o virtual. El cerebro, el sistema nervioso, los afectos, la sexualidad, los estados anímicos han sido mediatizados por el código digital, y lo fueron hasta tal punto que hoy nos resulta de lo más normal aceptar nuestra condición de existencia cíborg, cosa de vanguardia tecnofílica hasta hace apenas unos años.

De entorno a medio, de fantasía futurista a realidad cotidiana, el código digital e Internet volvieron a provocar un paso gigante en la evolución mediática o homomediática. El acoplamiento de los hombres con la técnica es ineludible e irreversible. Resulta inútil lamentarse por el olvido de términos y sentidos originarios que nos definían como humanos. Pensemos, por ejemplo, cómo funciona efectivamente para nosotros la experiencia de la verdad (no lo que imaginamos que sabemos que es la verdad): lo otro de la verdad ya no es la mentira, es la falta de espontaneidad. El cambio conceptual se debe a la televisión. Algo similar ocurre con otras experiencias como la del amor, el afecto, el sexo. El poder totalitario del medio ya no pretende reducir la realidad a su propia capacidad, como ocurría en la era de los monomedios, cuando un medio convivía al lado de otros (diario, cine, radio, televisión). En la era del multimedio se multiplican las dimensiones de la realidad: lo virtual no niega lo material, lo desplaza para abrirse un espacio propio. Y la bisagra entre un unimedio y otro se halla en el cuerpo y la materia (no la letra y el espíritu), que ahora también se volvieron medios de comunicación cuyo código recién comenzamos a deletrear.

Seguir imaginando que un cíborg se parece a algunos de los fetiches que nos inculcó la ciencia ficción es una reacción defensiva, pero que no logrará contener su avance. Lo que presenciamos en este momento histórico no es la lucha ideológica de un medio contra otro (como nos quiere hacer creer el dispositivo espectacular), es la lucha del medio para torcer el pavor que nos provoca la idea de que la materia se licue en información, y que nos terminemos enamorando de los datos cuantificables que nos proporcionan las nuevas aplicaciones del teléfono celular. ¡O de una porno star!

* Docente de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).

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