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Aprender a oler
Los perfumes son fuertemente evocativos. Un aroma tiene la potente capacidad de enviar a quien lo huele a un viaje por el espacio y por el tiempo. Sin embargo, el olfato, altísima fuente de placer, no es un sentido lo suficientemente valorado ni ejercitado.
Por Sonia Santoro
Si la vida fuera un dibujito animado, las personas, los animales, hasta los objetos dejarían una estela de aroma al caminar, aletear o caer. Y las narices inquietas, atraídas por olores semejantes, irían tras esas estelas buscando quién sabe qué recuerdo, sentimiento o imagen. Tal vez así podríamos tomar verdadera dimensión de la importancia del olfato. Sentido devaluado que está empezando a ocupar el lugar que le corresponde. Si no fuera tan importante, cómo se explica que paguemos fortunas por un perfume, que podamos odiar u amar a una persona sólo por su olor o que nos traslademos a épocas pasadas con un simple aspirar. Esta y otras preguntas se develan a lo largo del Curso de Aromacología que Ana Cejas da en el Centro Cultural Borges. Aunque la idea es hablar de los orígenes y usos terapéuticos de los aromas y que cada uno se convierta en un creador de aromas originales.
“El olfato es el más relegado de los sentidos. Sin embargo rige nuestras vidas de forma que no nos podemos imaginar nunca. Es el más instintivo de todos, lo teníamos para cazar, para defendernos de los depredadores”, comienza Ana Cejas. Se define como “una loca de los aromas” desde niña. En esa época quería encontrar “su” colonia de jazmines. Juntaba pétalos de flores y los ponía a macerar con agua en botellas de gaseosas. Y ya fabricaba sus propios perfumes mezclando las colonias “berretas” que su abuela encontraba en el mercado.
Tuvo que esperar un par de años para hacer su perfume de jazmines. Fue a la vuelta de su viaje a Inglaterra, donde estudió aromaterapia. En Argentina siguió estudiando 7 años de forma autodidacta, en los que fue experimentando con los aromas, y luego se largó a dar clases.
Me pregunto cómo es posible que el olfato siga funcionando en una sociedad que nos sobreestimula con información visual y auditiva sobre todo. “Conservamos el sentido del olfato a pesar de la evolución de la especie porque en los dos primeros meses de vida, cuando los bebitos todavía no ven bien, el olfato es el sentido más importante de todos. Eso hace que sea tan importante después en el contacto con el inconsciente”, explica. La información proveniente del olfato no pasa por el hipotálamo, va directamente al rincón más arcaico del cerebro. De ahí los aromas evocativos. “Esa relación con el inconsciente hace que un aroma nos recuerde mejor una cosa que cualquier otro estímulo. Hace revivir el momento y nos genera cosas misteriosas, que no podemos controlar”, dice.
Como bien ilustran los dibujos animados, el olfato funciona aunque no nos demos cuenta. Los japoneses, adeptos a la eficiencia, lo comprobaron con el limón, un gran administrador energético que fomenta la concentración. Perfumaron una oficina con limón en cantidades imperceptibles a través de los ductos de aire acondicionado. Filmaron para ver qué pasaba cuando la gente trabajaba bajo sus efectos. Resultados: la gente paraba menos a charlar en los pasillos e iba menos a tomar café. Y los errores de tipeo bajaron en un 58 por ciento. Cejas buceó en la ciencia, pero más que nada en las tradiciones milenarias para averiguar todos los porqués vinculados a los aromas. “La verdad es que todos estos descubrimientos que suenan tan nuevos son antiquísimos. Las primeras civilizaciones usaban los aromas con fines terapéuticos. Luego se perdió completamente porque en la Edad Media se consideraban brujerías. Esa cuestión tan etérea que tienen los aromas, que los sentimos, pero no los podemos atrapar, es algo muy misterioso y quedó relegado a los perfumes”, más que fragancias, la perfumista emana una pasión encantadora por lo que hace.
La aromaterapia permite tratar algunas dolencias con el uso de aromas en distintos productos, ya sea aspirándolos, oliéndolos o a través de la piel. La receta de la abuela para curar el resfrío, hacerse vapor con eucaliptos, es un ejemplo de ello. Se usa mucho para mejorar los estados de ánimo.
La aromacología se refiere a la creación de aromas y perfumes. Cada fragancia, dice Cejas, es una obra de arte y es personalizada. Aunque no siempre tiene que ser rica. Es famosa una frase de Napoleón a Josefina: ‘Vuelvo en una semana, no te bañes’. “Le gustaban todos los olores a este señor”, ríe Cejas. Napoleón hacía perfumes y tenía un perfumista que lo seguía a todos lados. Diseñó una fragancia para estimular a sus tropas; una composición muy simple de bergamota, flor de azar y romero.
Hablar de composiciones, mezclas, sustancias remite a una tarea de alquimista. Cejas corrobora: “Es impresionante lo que pasa cuando uno mezcla dos aromas es mezclar dos historias inmensas. Hay una lucha, los alquimistas decían es el matrimonio, se ponen dos seres vivos y es lograr ese matrimonio de esencias. Se van a odiar al principio, se van a tener que conocer, una va a dominar a la otra y finalmente va a quedar algo totalmente diferente a lo que sentimos el primer día. Por eso hacer un perfume toma como mínimo 45 días. Es mágico ver cómo un aroma que al principio no se sentía después llega a ser el protagonista. Fallan todas las leyes matemáticas para la perfumería porque uno más uno no es dos y el orden altera el producto”.
Por eso no es para novatos prever cuál va a ser resultado final de una combinación de esencias. Con el tiempo, el perfumista va conociendo el comportamiento de las esencias y cuál es el papel que puede llegar a tener cada una. “Yo siempre pienso en el reparto de una obra de teatro. Vos lo podés tener a Alfredo Alcón haciendo un magistral protagónico o un pequeño papel y darle un toque a la obra. Con los aromas es lo mismo. Podés tener un aroma majestuoso como protagonista y también lo podés poner como una estrellita de reparto y que te cambie completamente la obra del perfume”, comenta.
Pero qué pasa cuando el perfume ya está en manos de su dueño. ¿Cómo aprovechar más sus virtudes? Aprendiendo a perfumarse. Hacerlo antes de vestirse, de abajo hacia arriba y donde late, porque los aromas suben y se activan con la temperatura, aconseja Cejas. Coco Chanel decía que había que perfumarse donde uno quiere ser besada. Un secretito: perfumar los dobladillos que están en contacto con la piel, el perfume se va activando y dura mucho más. Así, cual Penélope de “Los autos locos”, iréis por la vida conquistando galanes con sólo andar.