PSICOLOGíA › TERAPIA CORPORAL EN ADOLESCENTES
› Por Ruth Nejter *
El padecimiento de las adolescentes y los adolescentes con trastornos alimentarios es intenso, sostenido y doloroso. Rigen conductas autodestructivas y de desvalorización.
Proveer alivio, aquietamiento, y despertar el interés para reconocerse –como una manera de autoapropiación y cuidado– fue el criterio que me guió en la tarea de posicionar la corporalidad en un contexto tan “psi”, pensando en todo lo que puede disparar y despertar en los pacientes un contacto sensible y concreto consigo mismo, una vivencia que contribuya a desarmar un discurso instalado: “Me veo gorda”, “soy pura panza”, “mis caderas me matan”; y en muchas instancias de este discurso se presenta la paradoja del paciente sin cuerpo: “Estoy y no estoy...”, “De repente siento que no estoy y eso me da mucha angustia...”.
Sabemos que la crisis de imagen más contundente por la que atraviesa un individuo sucede en la adolescencia, donde se van determinando los cambios biológicos, psicológicos, familiares y sociales más significativos y determinantes en la historia del individuo; no siempre hay una estructura psíquica y familiar que pueda sostener tanta mutación. La adolescencia es cambio desordenado y es maduración corporal: nuevas sensaciones fluyen entre lo negado, lo aceptado y lo prohibido. Cada adolescente experimenta todo esto de un modo singular.
Los recursos de la eutonía, sumados a los aportes de Reich y Winnicott, ofrecen herramientas y pautas de trabajo. Proponer un recorrido por la piel permite marcar límite, frontera; diferenciar y discriminar un espacio tridimensional único, propio, captando sensaciones dolorosas o placenteras; también permite desanestesiar la insensibilidad que, por exceso de tensión, acaba estructurando una coraza defensiva desde la piel hacia adentro y desde la piel hacia afuera (el mundo externo es vivido como amenaza). La experiencia sobre la estructura ósea acerca a una construcción de estructura y sostén, también al rechazo, y al goce. Hay quienes se conmueven al reconocer la proximidad entre la osamenta y la piel: “Soy puro hueso... me impresiona tocarlos”. Hay adolescentes que gozan de eso, intentando reinar a través de la patología.
Y hay situaciones en donde el cuerpo-esqueleto de la adolescente funciona como sostén de una estructura familiar en derrumbe, donde lo que une y arma el cuerpo familiar es el cuerpo-esqueleto de la paciente.
La posibilidad de dar el “toque eutónico” me permite un acercamiento a modo de maternaje que provee sostenimiento y cuidado; lo que Winnicott llamaba holding.
En el “toque eutónico”, el eutonista aplica sus manos en alguna zona del cuerpo del paciente; este modo de tocar-sostener permite también registrar el modo en que esa zona del cuerpo se encuentra. Pero también es importante evitar el toque, cuando el paciente, a partir de historias previas, no puede sostenerlo o significarlo y puede confundirlo. El arte de tocar o no tocar es una instancia fundamental en el eutonista. El toque entra en el campo de la intersubjetividad y es comunicación y escucha en quien lo da y en quien lo recibe; el que lo recibe le otorga su valor, le da sentido y palabra. Convendría repensar en profundidad la implicancia del contacto: existen las que llamo “patologías del contacto”, donde lo beneficioso del toque se transforma en terrorífico para quien lo recibe.
Los cambios tónicos van aconteciendo en el transcurso del tratamiento y permiten bajar el nivel de angustia y el nerviosismo continuo; también cede el control, con lo cual emergen nuevos registros, nuevas autoobservaciones que, rompiendo el cliché, cambian el texto y el contexto. La observación y lectura corporal, basada en los aportes de Wilhelm Reich, permite comprender la estructuración de las defensas y la pulsación energética en las actitudes corporales.
Al finalizar la sesión, cada paciente es invitado a poner una palabra que venga de la sensación física y una palabra que llegue de la sensación emocional. Esta posibilidad de llegar a la palabra refuerza la vivencia, primero sentida y luego verbalizada. Surgen nuevas respuestas en donde el awareness (darse cuenta corporal) aporta otros reconocimientos: “Llegué dura y angustiada, ahora estoy más blanda pero firme”.
Siempre que recibo a un adolescente busco rescatar sus núcleos saludables y la inteligencia sensorial que pueda yacer en su interioridad, así como trabajar la carga afectiva y emocional que está presente y pesa sobre lo corporal.
Este trabajo se integra en el del hospital de día del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. Nuestro hospital de día es un dispositivo terapéutico de jornada diaria: el paciente asiste todos los días de 9 a 13, almuerzo incluido. Fue creado para cubrir la necesidad de los adolescentes que, saliendo de una internación, necesitan un seguimiento más intenso que el de un servicio ambulatorio. También para los que no necesitan ser internados pero sí requieren un dispositivo terapéutico más completo. Nuestro modelo de abordaje integra asamblea multifamiliar, terapia grupal, terapia corporal, terapia ocupacional, taller de psicopedagogía, taller de cine, grupo de mujeres (integrado por las madres de los pacientes) y control clínico a cargo de dos médicos especialistas. El paciente recibe por fuera del hospital de día su terapia individual y, si es necesario, terapia familiar.
* Eutonista: pedagoga; terapeuta corporal, en el Servicio de Psicopatología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. Texto extractado de un artículo que aparecerá en la revista Topía.
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