Jue 04.09.2003

PSICOLOGíA  › VALORES DE EPOCA Y SINTOMAS PSICOPATOLOGICOS

“Lejos del ideal obsesivo”

Por Susana Sternbach *

El brillo fálico que un niño adquiere a los ojos de su madre también es reflejo de los ideales y valores de su época. Yo ideal e ideal del yo no son categorías en abstracto. Se encarnan de modos disímiles en cada constelación familiar, pero también en función del imaginario colectivo de época. La producción social de subjetividad incluye en cualquier época criterios de normalidad, ideales, desviaciones toleradas, categorizaciones y clasificaciones de lo patológico. Las congruencias e incongruencias de las modalidades subjetivas respecto del sujeto ideal de esa cultura promoverán cierto reconocimiento social, o bien el descrédito y la falta de asignación.
En la actualidad, por caso, la eficacia en la acción, la velocidad, el pragmatismo, ciertos hábitos de consumo, el culto por la imagen forman parte de lo socialmente estimulado.
Estamos lejos del ideal obsesivo propuesto para la subjetividad masculina en la época de Freud. Ideal, por aquel entonces, relativo a la conexión entre espíritu burgués y ascesis del capitalismo descripta por Max Weber. Lejos nos encontramos, también, del puritanismo encarnado en las histerias conversivas de la época. La procastinación (postergación del acto) y la virginidad no forman parte, según parece, de los actuales ideales de época. Y los ideales no son meros reflejos platónicos. Se hacen cuerpo y discurso en los hombres y mujeres, pasando a formar parte de la denominada normalidad. Esta, como diría Michel Foucault, es la normalización que se produce en los modos de la subjetividad en función de cánones epocales.
Como vemos, las expresiones psicopatológicas también responden al espíritu de la época, acomodándose de modo sintomal a los consensos culturales respecto de la conformación subjetiva.
De este modo, la descarga por la acción y la implosión corporal –correlativas a la dificultad representacional–, tan frecuentes en nuestra clínica, son consonantes con la producción social de subjetividad. Una subjetividad anclada en la lógica del consumo propia del capitalismo tardío, que favorece las modalidades adictivas, la satisfacción pulsional inmediata y la desinvestidura del pensamiento y la palabra.
Así es que singularidad y pluralidad se entrelazan en una dinámica bajo la cual no son pensables separadamente. Los vínculos y las instituciones sociales forman parte de este interjuego entre subjetividad y cultura. Recordemos a Castoriadis: “Las cosas sociales no son cosas sino en la medida en que encarnan –o mejor, figuran y presentifican– significaciones sociales. Recíprocamente, las significaciones imaginarias sociales están en y por las cosas –objetos e individuos– que los presentifiquen y los figuren. Sólo pueden tener existencia mediante su encarnación” (La institución imaginaria de la sociedad, 1989). Diremos entonces, con Castoriadis, que los sujetos, los vínculos, las instituciones, son una encarnación viviente y móvil de significaciones imaginarias y simbólicas. Interjuego en que, a la vez, instituyen la cultura.

* Miembro de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo. Miembro de la Sociedad Psicoanalítica del Sur. Fragmento de “En los bordes: clínica actual y tramas vinculares”, incluido en Psicoanálisis: cambios y permanencias, comp. Hugo Lerner (Libros del Zorzal). Libro de próxima aparición.

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