› Por Jorge Alemán *
Analizando el trabajo de Chul Han, el exitoso ensayista de moda, podemos señalar que sus descripciones sobre el Capitalismo contemporáneo son pertinentes, aunque resumen de un modo eficaz lo ya dicho por otros pensadores contemporáneos. No obstante, lo que ocurre es que lo que él describe, la potencia actual del capitalismo neoliberal para producir una subjetividad que ya se explota a sí misma sintiéndose en libertad, es solo el comienzo del problema.
En el fondo, a Chul Han le place esmerarse en demostrar cómo el capitalismo es en su estructura contemporánea. Y nunca encontramos en él ni siquiera un esbozo, por problemático que sea sobre la propuesta de una lógica emancipatoria. Por ejemplo, en su último Topología de la violencia, se sumerge en Freud para terminar afirmando que su construcción teórica solo es válida para las “sociedades disciplinarias” y que ha quedado obsoleta en las sociedades de “rendimiento neoliberal”. Lógicamente no acuerdo con esto. Si bien es cierto que Freud elaboró su teoría en el tiempo de las sociedades disciplinarias, el inconsciente que emerge no se reduce a un tiempo histórico y menos el Superyó del que Chul Han se ocupa especialmente.
La producción de una subjetividad neoliberal en el dispositivo de rendimiento que la sitúa siempre en un más allá ilimitado del principio de placer solo es explicable por la coerción del superyó, su engendramiento de culpa y necesidad de castigo, que el neoliberalismo coloniza con sus dispositivos. Sostener, como hace Han, que en el neoliberalismo ya no hay inconsciente, es confundir el plano óntico-empírico de la producción de subjetividades, con la brecha, la ruptura ontológica que el sujeto dividido del inconsciente implica. Una vez más, no todo es apropiable por el Capital, al menos si deseamos seguir pensando en lo político.
Desde mi punto de vista, la confusión primera procede de no distinguir el “historicismo” del lugar de la “historicidad”. En lo que hace a la existencia hablante, sexuada y mortal, siempre se trata de historicidad. Es decir, en Grecia, en Roma, en Bizancio, en la Modernidad o Posmodernidad, en Asia y en África, hay cuatro pulsiones, la relación sexual es imposible, lo real está excluido del sentido, etc. Otra cuestión es el modo en que la Historia trata y coloniza esas condiciones estructurales u ontológicas.
No tengo dudas de que la práctica psicoanalítica sí es datable históricamente y no tiene en absoluto garantizada su existencia. Esto dependerá de su política. Los dispositivos neoliberales que describe Han sólo pueden ser efectivos si los sujetos se atienen al tipo de mandato superyoico que los mismos implican. Sin ese resorte libidinal, no sería posible explicarlos. Es cierto que Freud, cuando establece una homología entre el Imperativo Categórico y el Superyó, emplea metáforas referidas a la obediencia y la prohibición características de las “sociedades disciplinarias”. Pero en definitiva, como lo supo ver Lacan, el Superyó es una instancia que ordena gozar, siempre mas allá de cualquier equilibrio subjetivo.
Todas las figuras subjetivas del neoliberalismo referidas al “rendimiento, la competencia con uno mismo, la fábrica de endeudamiento permanente, no constituyen un nuevo tipo de alienación en el sentido marxista, porque pretenden llegar más lejos, hacer desaparecer al inconsciente en favor de un dispositivo de la pulsión de muerte consumada como depresión. Lo que no puede explicar Han es por qué los sujetos ceden su inconsciente a favor del dispositivo de la pulsión de muerte y esto es porque se quiere quitar de encima el Superyó y sólo encontrar únicamente a la Depresión como la patología que representa exhaustivamente a la época.
Desde luego no es la única, pero esto ya nos abre a otras cuestiones. También necesita hacer desaparecer el “conflicto” para sumergir todo en el consenso Neoliberal. En este punto ejerce un historicismo definitivo. Deberíamos tener en cuenta que esa “libertad” donde el sujeto goza explotándose a sí mismo, está acompañada de un nuevo estado de intimidación, amenazas y distintas formas cada vez mas violentas de segregación. Pero Han quiere insistir en que la dominación se ha vuelto sistémica e invisible gracias a poder haber extendido el rendimiento empresarial a todo el mundo. El Neoliberalismo ha llegado tan lejos que ha hecho desaparecer al inconsciente, el conflicto, el antagonismo, y se ha adueñado hasta del propio campo onírico.
En este paisaje, lo diga Han o no, solo resta la contemplación del “fin de la Historia”. Para Han ya no tiene sentido psicoanalizarse porque ya somos los “últimos hombres”. ¿Para qué pensar lo político si todo será integrado en el Alien rizomático del Capital? No creo que le disgusten mucho estas ideas a los que también saben que el Capitalismo es indefendible pero no tiene alternativa. ¿No es esta, una vez más, otra forma de escepticismo lúcido, tan presente en el ensayismo contemporáneo?
Por ello, es preferible ser incauto con respecto a lo Real siempre contingente y estar advertidos sobre el goce. Nos pueden contar una y otra vez la grandísima capacidad del Capitalismo hasta para fabricar un hombre nuevo, pero el riesgo del pensamiento, aunque se fracase una y otra vez, es intentar decir algo sobre lo que puede sustraerse a esa potencia
* Psicoanalista y escritor.
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