SOCIEDAD › UNA INDAGACIóN SOBRE LA EDUCACIóN SEXUAL EN LAS FAMILIAS
Mamá, papá e hija adolescente están sentados alrededor de la mesa del hogar. Mientras disfrutan de la cena, miran la novela del horario central –aún fuera del horario de protección al menor– en el televisor hogareño. De repente, entre bocado y bocado de la familia, la parejita protagonista de la historia ficcional comienza a besarse, cada vez más apasionadamente. El joven empuja a la chica dueña de la boca que está deglutiendo contra la pared y comienza a tocarla por debajo de su pollera. Mamá codea a papá, en poder del control remoto, y le hace señas para que apriete el bendito botón que cambia de canal. Como si con el cambio de señal pudiera lograr aquello que los adultos sentados pretenden, sobre la base de puras evasiones: que el sexo no exista entre los adolescentes. La imagen puede representar la situación cotidiana de la mayoría de las familias de la ciudad de Buenos Aires: según una investigación del Celsam, sólo un tercio de los adultos porteños dialoga abiertamente sobre sexualidad con sus hijos adolescentes.
“El objetivo de ésta y de las demás investigaciones que llevamos a cabo es promover la prevención del embarazo adolescente no deseado y el contagio de enfermedades de transmisión sexual entre los más jóvenes”, indicó una de las encargadas del proyecto, Andrea Gómez. Según las últimas cifras manejadas por el Ministerio de Salud nacional, cerca de 900 mil adolescentes fueron madres en todo el país durante el último año. Junto a otros integrantes del Centro Latinoamericano Salud y Mujer efectuaron entrevistas individuales a 100 padres y madres de 70 adolescentes de clase media porteña.
“Que todos muestran dudas y cierta preocupación sobre la sexualidad de sus hijos es una realidad en casi la totalidad de los casos”, señaló la psicóloga, que también consideró importante otro dato: “Ninguno tuvo en el seno de su propia familia esa clase de diálogo”. Los asimétricos grupos se dibujan en el momento en que los expertos indagan sobre lo que los adultos efectivamente hacen con esas dudas y preocupaciones.
Las deducciones del estudio cualitativo develan que sólo un tercio de los padres y madres mantiene un diálogo fluido con sus hijos acerca de la sexualidad. “Son quienes logran plantearla como algo a lo que no hay que temerle, pero que requiere de cuidado y respeto”, recalcó Gómez.
“El resto termina por constituirlo en algo negativo, que debe ocultarse y resguardarse para la más íntima privacidad, incluso hasta borrarlo de los temas de conversación posibles”, continuó. Dentro de ese resto, los investigadores incluyeron tanto a las personas que “tienen otras formas de hablar”, donde el tema se toca desde la represión, la orden o el monólogo, y a las familias en donde directamente pareciera que la sexualidad no existe. En 18 de las 70 familias entrevistadas el tema queda excluido de los diálogos en la casa, por motivos que varían entre el miedo a no saber cómo abordarlo, la sensación de que se está fomentando la iniciación sexual o incluso porque confían en que otros lo hacen por ellos.
La transmisión de los roles de género es otro dato interesante que la investigación sacó a relucir. “Los varones tienen sexo por una necesidad biológica y son puro instinto, mientras que las mujeres deben esperar, cuidarse más y no entregarse a nadie tan fácilmente son los dogmas que desde las mismas familias se reproducen”, aseguró la psicóloga. En la mayoría de los casos, el mensaje para los primeros es que se cuiden sin más indicaciones, mientras que a las chicas les cabe la responsabilidad de la exigencia del cuidado, sólo respecto del riesgo de embarazo. “El contagio de una enfermedad venérea directamente no figura en el discurso familiar. Y menos que menos la realización de análisis de VIH-sida o de otras enfermedades de transmisión sexual”, sentenció Gómez.
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