Vie 19.12.2008

SOCIEDAD  › PABLO SCHAMBER, AUTOR DE UNA INVESTIGACION ANTROPOLOGICA SOBRE LA RECUPERACION DE RESIDUOS

“Siempre hubo recolectores informales”

Para el investigador, los cartoneros de hoy son herederos de los “rebuscadores” del siglo XIX y los cirujas de hace medio siglo. Su trabajo hace un recorrido por los vaciaderos, la quema, el “cinturón ecológico” y el papel de las cooperativas.

“Siempre hubo un circuito paralelo en la recolección de la basura”, dice Pablo Schamber, antropólogo e investigador, quien acaba de publicar un trabajo donde bucea en la historia de la recolección de residuos en la ciudad de Buenos Aires. Ese recorrido, que pasa por los cajones y tachos antes de llegar a las actuales bolsas y se detiene en espacios como la “quema”, incluye testimonios de protagonistas, antepasados de los actuales cartoneros. “La recuperación de residuos está asociada a la crisis del desempleo, en la segunda mitad de los ‘90. Pero se inicia casi con la historia de la ciudad, cuando sus habitantes comenzaron a generar desperdicios que podían tener alguna utilidad comercial”, dice el investigador. Sobre la propuesta del macrismo de incorporar a las cooperativas de cartoneros en la separación de residuos, Schamber opina que “la idea de formalizar la actividad es correcta, pero no viene acompañada de otras políticas, como campañas para promover la separación domiciliaria. Entonces es una idea limitada”.

Schamber, graduado en Misiones y doctorado en la UBA, participó como asesor en la redacción de la ley que regula la actividad de los cartoneros en la ciudad de Buenos Aires y es docente en la Universidad de Lanús. Su trabajo “De los desechos a las mercancías. Una etnografía de los cartoneros” recoge la historia de la basura porteña, ensaya una “arqueología del cirujeo” desde 1821 y se detiene en hitos fundamentales como la construcción de usinas para quemar la basura o la creación del Ceamse, el “cinturón ecológico” de la dictadura, convertido hoy en una controvertida fuente de contaminación del conurbano.

–¿Qué lo llevó a hacer una “etnografía de los cartoneros”, como llama usted a su trabajo?

–La etnografía es la metodología del antropólogo, un registro descriptivo de comportamientos. En este caso fue un recurso metodológico para indagar sobre una situación que llama la atención en el presente, pero que tiene su origen en nuestra historia. Para tener una cabal comprensión de ciertos fenómenos es importante conocer sus antecedentes. En el caso de los recolectores informales, su existencia está asociada a la crisis del desempleo de la segunda mitad de los ‘90. Pero si se revisa la historia, se encuentra que desde que se organizó la recolección de basura en la ciudad existen claros registros de su existencia, aunque no con el nivel de masividad actual.

Schamber revela que fue la policía porteña, allá por 1821, la que le encontró por primera vez una utilidad a la basura generada por los vecinos: la usaba como relleno de los terrenos bajos. Por ese entonces, la recolección era municipal y se hacía en carros, pero sólo en el casco del centro. En los barrios, los vecinos vaciaban sus desperdicios en los terrenos baldíos. Pero ya en 1861 se produjo la primera privatización: “Surgen allí los llamados empresarios de la basura, que no cobran por recolectar, sino que pagan por el servicio: podían extraer todos los objetos que consideraran útiles y tenían la obligación de quemar el resto”, dice Schamber. Y recuerda que por esa época apareció el llamado “tren de la basura”, que llevaba los desperdicios desde un vaciadero ubicado en la actual Estación Once hasta la Quema, en el sur de la ciudad. “Antes tenían que pagar y recuperaban residuos, ahora obtienen grandes ganancias y se entierra casi todo”, compara Schamber. “El paradigma era diferente: no había separación por vocación ecológica, sino porque se ganaba dinero.”

–¿Qué objetos podían ser de utilidad en aquella época?

–En una de las ofertas de aquellos empresarios puede leerse que proponían extraer huesos, metales y pieles de animales muertos. Otros recuperaban envases de vidrio o piezas de loza. El uso del papel recién se da durante el siglo XX, cuando se desarrolla la industria papelera. El valor de la basura se manifiesta en que, en forma paralela a estos contratistas, aparecieron los rebuscadores de residuos, que intentaban apropiarse de los elementos valiosos antes de que pase el carro recolector.

A poco de nacer, los vaciaderos y la quema comenzaron a generar problemas: la contaminación y la salubridad. Según el trabajo de Schamber, un informe oficial de 1899 da cuenta de la presencia de unas 600 personas (“hombres, mujeres y niños de aspecto miserable”) que revuelven la basura en los vaciaderos en busca de productos útiles. Las cosas no han cambiado demasiado en más de un siglo. “Epidemias como la de fiebre amarilla fueron decisivas para adoptar el sistema de quema controlada en incineradores, que empezó en 1910”, acota Schamber.

–Hay distintas teorías sobre el origen del concepto de ciruja. ¿Cuál es la suya?

–Si se rastrean los documentos oficiales, se encuentra que a estas personas se las llamó primero “rebuscadores” y hasta se los denominó con la categoría de “atorrante seleccionador”. Ya desde la primera época se puede ver un paralelismo con la actualidad: la disputa por la explotación formal e informal y la denuncia del rebuscador. Una comisión creada en 1945 para estudiar el problema de la basura ya los menciona como cirujas. El término puede obedecer a que en un principio trabajaban con huesos (como los cirujanos) o utilizaban una especie de bisturí para limpiar los materiales.

Las usinas no dieron abasto, la basura se acumulaba a la espera de la incineración y las quemas a cielo abierto no pudieron ser desterradas. Fue así como surgió entonces la obligación de construir hornos crematorios en cada edificio de departamentos. Las bocas de esos hornos todavía pueden verse en los pisos de las construcciones de la década del ‘40 y el ‘50.

En la investigación no podía estar ausente la referencia a Guillermo Laura, el ideólogo de las autopistas urbanas que partieron la ciudad y que también ideó el Ceamse, el relleno sanitario de tierras bajas que debían terminar siendo cinturones verdes y hoy son inmensos focos de contaminación en zonas urbanas, además de un eterno negocio para las empresas contratistas.

–Su trabajo también incorpora historias de vida. ¿Qué diferencias hay entre las historias de los cirujas y las de los actuales cartoneros?

–Está la historia de Pedro, que empezó de chico a trabajar con su tío, en la quema, en la década del ‘50. Y en poco tiempo se dio cuenta de que con su actividad, en uno o dos días ganaba más que su primo albañil en una semana. Nunca más dejó la actividad. Su nieto hoy trabaja en un carro tirado por caballo.

–Pese a que ganaba más, no hubo ascenso social.

–En ese caso no, pero sí en otros, que se convirtieron en empresarios. Algunos se reconvirtieron en prestadores del servicio de retiro. Tienen depósitos, pero ya no les compran a otros cartoneros, sino que van directamente a retirar los materiales a los que llaman clientes, aunque en realidad son proveedores.

–Un trabajo similar hace la cooperativa El Ceibo. ¿Es posible extender el sistema de cooperativas a toda la actividad, como pretende la dirigencia política?

–La cooperativa es una forma de asociación que tiene buena imagen. Pero yo les preguntaría a los que proponen esto si alguna vez formaron parte de una cooperativa. Porque hasta dentro de un mismo grupo familiar cada uno recolecta lo suyo y luego lo vende. Y la idea de que juntos pueden negociar un mejor precio, no siempre es así.

–El gobierno de Macri propone incorporar a los cartoneros en la recolección de los materiales reciclables y entregarles a las empresas el resto de la recolección. ¿Cuál es su opinión?

–No sé si los cartoneros están en condiciones de hacerse cargo de la recolección de diferenciados en toda la ciudad, al mismo tiempo. A la vez, no se ven de parte del gobierno de la ciudad políticas serias para promover la separación de materiales. La única campaña que se vio en un año es “jugá limpio”, donde la única consigna es “tirá la basura al tacho”. Entonces cuesta creer que la incorporación de los cartoneros sea una propuesta seria. No obstante, la idea de una gradual formalización es correcta.

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