SOCIEDAD › EN LOS PRIMEROS CUATRO DíAS DE ENERO LLEGARON A MAR DEL PLATA 175 MIL PERSONAS, UN POCO MáS QUE EN 2008
Aunque la ciudad no está colmada, aseguran que la cantidad de visitantes “es similar a la de años anteriores”. Como siempre, las playas reúnen historias de gente que llega de todo el país y hasta del exterior. En familia o solos, en tren de levante.
› Por Carlos Rodríguez
Desde Mar del Plata
“No es una temporada espectacular, no vamos a tener una placa roja de Crónica TV que diga ‘No hay más lugares en Mar del Plata’, pero es una buena temporada.” El presidente del Ente Municipal de Turismo (Emtur), Pablo Fernández, le dice a Página/12 que la cantidad de visitantes que llegó este año a la ciudad, desde el 18 de diciembre, “es similar a la de años anteriores”. Después de los dos primeros días del año, que comenzaron con cierta frialdad, en cuanto al movimiento turístico, desde el domingo se advirtió un incremento que, como explica Fernández, “no fue un aluvión”, pero se notó. Ayer, con un día espléndido donde la temperatura superó los 30 grados, las playas se llenaron. Desde Punta Iglesias hasta La Perla, en el norte de la ciudad, los niños, los jóvenes, los mayores y el desfile interminable de mujeres hermosas lograron llenar cada lugar de las playas.
Mariano es de Chivilcoy, donde se dedica a la venta de equipos de aire acondicionado. Bajo el sol que pegaba fuerte en la playa y la presión visual de las chicas en bikinis mínimas, Mariano necesita refrigerarse y a cada rato se pega un chapuzón. “¡Qué lindas mujeres! Acá te asqueás de mirar culos”, expresó sin medir sus palabras, mientras el rostro reflejaba un montón de sensaciones, pero cero asco. Con sus amigos Pablo y Jorge, piensan quedarse unos diez días. “Venimos de un pueblito tranquilo y un poco de ruido nos viene bien”, aseguran, mientras toman y convidan mate.
El camino costero, de Punta Iglesias al norte, está lleno de rocas pegadas al muro que frena el avance del mar, que ayer castigaba la orilla con fuerza. Estefanía, Natalia, María Rosa, Josefina y Patricia juegan a ver quién es más linda. Se declaran ofendidas por tanto acoso masculino. “No sé por qué nos miran”, afirma Natalia dirigiéndose a sus amigas, que se ríen y hacen reír a la autora de la frase. El más pesado de los admiradores se acerca con su mejor cara para lanzar una pregunta de obvia respuesta: “¿Querés que te diga por qué las miramos?”. Las chicas, todas del norte del conurbano bonaerense, hacen que huyen, pero se quedan.
Más discreta, Inés, que ya pasó la línea de los 40, mira la escena con una sonrisa comprensiva. Ella conserva su figura y unos ojos verdes, hermosos y profundos. “Voy todos los años al mar, pero pocas veces a Mar del Plata, en el verano. No me mojo, tomo sol, camino por la orilla, disfruto.” En su síntesis, evita decir si está sola en la vida o en estas vacaciones. Se va como vino, caminando sobre la arena, sin pisarla, sin dejar huella, como si fuera una aparición.
Un grupo de árabes irrumpe en la escena. Los cuatro jóvenes hablan en un lenguaje delicioso a los oídos, pero incomprensible. Todos los miran y los escuchan. Uno de ellos, en dificultoso castellano, explica que son sauditas, aunque viven en distintas ciudades de Europa. El presentador se llama Abdel Hakim, que quiere decir “Sirviente del sabio”. El nombre de uno de sus amigos es Abbas, que significa “León”. El aludido ruge. Es lo único que puede hacer para comunicarse y que lo entienda un argentino que no habla su idioma. Los cuatro jóvenes se sacan algunas fotos y se retiran luego de saludar con reverencias.
Siempre en el borde, sin meterse en el agua, en la Playa Saint Michel, en la zona donde Alfonsina Storni se tragó todo el mar, Patricio y su mujer, Delicia, los dos vecinos de Lanús, quieren evitar el papelón. “Ayer (por el domingo) el mar estuvo más tranquilo. Hace un rato me quise meter y una ola me revoleó por el suelo”, comenta Patricio en voz baja, como si confesara un pecado. Su mujer se ríe con ganas y trata de animarlo: “¡Vamos, viejo, de algo hay que morir!”. En esa zona, las grandes piedras forman escolleras, cercanas unas de otras, entre las cuales el mar corre como si estuviera compitiendo en el Rally Dakar.
María Soledad y Beatriz pasean despreocupadas. Curiosas, quieren saber por qué alguien va a la playa con un anotador y una birome. “¿Periodista? Ah, nosotras somos mujeres momentáneamente sin maridos ni hijos. ¿Se nota que estamos en libertad condicional?” La que habla es Beatriz. Las dos son de Rosario, una ciudad que siempre aporta turistas a Mar del Plata.
“Logramos que ellos se quedaran, una vez, con los chicos. Las vacaciones pueden ser un calvario para las mujeres que tienen una familia a cargo, porque siempre nos hacemos cargo de todo”, rezonga María Soledad. La charla se va ampliando y toma intervención Martina, que se quedó a cuidar a los tres chicos, mientras el marido se hundió en el mar, pero no como el “Titanic”. “Claro, él se fue a nadar, y yo me tengo que quedar acá, en la orilla, muerta de calor.” Las tres mujeres hacen causa común. Raúl, el marido de Martina, regresa en el peor momento y recibe una catarata de reproches, fundados si se toma en cuenta su cara de imputado que se resigna a recibir la pena máxima.
Mar del Plata tuvo ayer su día ideal para la playa, en una temporada que largó “como siempre, ni más ni menos”, insiste Pablo Fernández, el titular del Emtur. Asegura que entre el 18 y el 31 de diciembre llegaron a la ciudad “410 mil turistas, una cifra similar a la de 2007”. Mientras tanto, en los primeros cuatro días de enero “llegaron 175 mil personas, un poco más que en 2008”. Buena parte de ellos, ayer, estuvo disfrutando del mar.
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