SOCIEDAD › ADVIERTEN SOBRE LOS NIÑOS QUE PADECEN ANEMIA POR FALTA DE HIERRO
Según datos oficiales, el 34 por ciento de los chicos menores de dos años padece la llamada “desnutrición oculta”, por abandonar la lactancia demasiado temprano. Puede pasar inadvertida y afecta a todas las clases sociales.
› Por Pedro Lipcovich
Demasiados bebés argentinos padecen un doble problema: dejan de ser amamantados demasiado pronto y empiezan demasiado tarde a recibir alimentos que contengan hierro –especialmente carne–: una de las consecuencias es que el 34 por ciento de los niños menores de dos años padece anemia por falta de hierro en la alimentación, “la desnutrición oculta”, como la llaman los especialistas, que puede pasar inadvertida y afecta a todas las clases sociales. Una encuesta de la Escuela de Nutrición de la UBA advirtió sobre este problema, que se suma a otros riesgos para la salud del bebé –bronquiolitis, retraso en el desarrollo– y para la salud de la madre, propiciados por la insuficiencia en la lactancia. El director de Maternidad del Ministerio de Salud observó que “todavía padecemos la descalificación de la lactancia motorizada por fabricantes de leche ‘maternizada’” y señaló “la falta de disposición en ámbitos laborales para que las trabajadoras puedan amamantar a sus hijos”. El estudio, dirigido por Marina Torresani –investigadora en la Escuela de Nutrición de la UBA–, se efectuó sobre 159 binomios madre-hijo que concurrían a consultas en hospitales y centros de salud públicos de la ciudad de Buenos Aires y conurbano. Se constató que, si bien el 85 por ciento de los bebés habían sido amamantados a partir del nacimiento, “el 89,3 por ciento incorporó alimentos diferentes de la leche entre los cuatro y seis meses de vida”. Los criterios internacionales recomiendan que, en lo posible, “los bebés deben ser amamantados en forma exclusiva hasta los seis meses de vida”. Además, la Sociedad Argentina de Pediatría recomienda que “la alimentación con hierro (en especial, carnes) sea introducida entre los seis y siete meses de vida, como mínimo en una de las comidas diarias”, y, en la muestra investigada las carnes se introducían tardíamente, en promedio a los ocho meses.
Un resultado es que, según la encuesta nacional que efectuó en 2006 el Ministerio de Salud de la Nación, nada menos que el 34 por ciento de los chicos menores de dos años padecía anemia “ferropénica”, por falta de hierro en la dieta. Marina Torresani advirtió que “los menores de dos años constituyen el grupo más vulnerable a esta deficiencia en la dieta, ya que a esa edad acarrean los mayores daños a futuro: disminución en el rendimiento intelectual y en el desempeño escolar y también problemas inmunitarios”. La investigadora destacó que esta anemia se da “en todos los sectores sociales, a nivel mundial, incluso en países desarrollados. Se la llama ‘desnutrición oculta’ porque el chico puede tener un peso totalmente normal y sin embargo padecer anemia”.
Además, según la misma investigación, en el 30,2 por ciento de los casos se incorporó leche de vaca durante el primer año de vida. La leche de vaca no está recomendada en los primeros 12 meses, cuando la alimentación basada en ella puede provocar –según advirtieron en su momento representantes de la Sociedad Argentina de Pediatría– “trastornos como las microhemorragias intestinales que a su vez conducen a la anemia”.
Una encuesta anterior, efectuada también por la Escuela de Nutrición de la UBA, sobre niños de 12 a 18 meses de edad, había señalado que las “fórmulas maternizadas”, que sólo podrían utilizarse a partir de los seis meses de edad, “en el 40 por ciento de los casos se incorporan a partir de los tres meses”. Según la encuesta nacional que efectuó el año pasado el Ministerio de Salud Pública, no más del 47,3 por ciento de los niños es alimentado sólo con leche materna hasta el cuarto mes de vida y, llegado el sexto mes, la cantidad baja al 38,7 por ciento de los bebés.
Juan Alberto Reichenbach, director nacional de Maternidad e Infancia del Ministerio de Salud, observó que “todavía padecemos los efectos de la descalificación de la lactancia materna que se produjo en las décadas de 1960 y ’70, motorizada por los intereses de los fabricantes de leche ‘maternizada’. Además, el destete prematuro es promovido por la falta de lugares, tiempo y disposición en los lugares de trabajo para que las madres que en ellos se desempeñan puedan amamantar a sus hijos”.
Reichenbach destacó que “hasta el 98 por ciento de las madres pueden lactar a sus hijos, aun padeciendo diversas enfermedades que, en general y previa consulta médica, no son motivo para el destete”. Agregó que “está demostrada la eficacia de la lactancia para prevenir la bronquiolitis en el primer año de vida, la prematurez y, desde luego, las diarreas. También se ha advertido mejoría de la condición física y psíquica de la madre, durante el puerperio, cuando da de mamar”.
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