SOCIEDAD › LAS IRREGULARIDADES DEL CASO DE LEONARDO BERGARA
La policía tardó horas en ir a la casa donde lo dejaron, después de recibir un llamado. Hay celulares registrados, internas que no se entienden y delitos diversos que implican, otra vez, a uniformados.
› Por Raúl Kollmann
Entre los empleados del 911 provocó enorme conmoción. El viernes 23 de enero, a las 23, se recibió un llamado anónimo señalando que Leonardo Bergara estaba en una casa de la calle 539, entre 635 y 636, del barrio El Pato, Berazategui. La novedad fue informada de inmediato, pero recién al día siguiente a la mañana una partida policial fue hasta la casa en refacciones donde efectivamente estaba Bergara amarrado a una cama. Cuando los empleados del 911 pidieron explicaciones, la respuesta fue asombrosa: “Hubo un malentendido”. El hecho alimenta la polémica del caso. Están los que hablan de sabotaje y maniobras para encubrir que policías y ex policías son el corazón de la banda de secuestradores. Otros afirman que efectivamente hay un sabotaje y se difunden algunas cosas sí y otras no en el marco de una interna en la que se enfrentan corrientes distintas de la Bonaerense. “Los viejos comisarios hoy no tienen ningún poder, pero sí es cierto que algunos juegan a favor del actual jefe, Daniel Salcedo, más técnico, y otros están del lado de su segundo, Juan Carlos Paggi, más de calle. Este tipo de corrientes siempre existieron en la fuerza”, afirma un vasto conocedor de la interna.
Y por supuesto quedan los que sostienen que el caso no se pudo resolver hasta ahora por la habilidad de los secuestradores y la inhabilidad de los que investigan. Pese a que en la Justicia se habla de que el caso puede esclarecerse relativamente rápido, lo cierto es que hasta el momento hay dos certezas. Una: otra vez quedó en evidencia que efectivos de la Bonaerense están seriamente implicados en este secuestro y en una enorme cantidad de delitos. Dos: al menos por ahora, la investigación es un fracaso grave, porque la pesquisa no empezó hace siete días, cuando liberaron a Bergara, sino hace 40, cuando lo secuestraron.
En la causa hay pocas pruebas, pero una efectivamente tiene peso. Desde un celular con el cual se dio una prueba de vida, se hizo una llamada al teniente Víctor Ariel Vega. El celular que utilizaron los secuestradores era parte de una flota de móviles comprados a nombre de un inexistente Daniel Fernández. Los delincuentes los usaban para hacer una o dos llamadas y luego los descartaban de inmediato. Una mujer paraguaya fue perseguida hasta su país porque usó un celular de esa flota que los secuestradores arrojaron en un descampado. Lo que constituye una evidencia categórica es que hay una llamada de tres minutos a Vega. Si se suma que se le encontraron cinco kilos de marihuana, la conclusión de la Justicia es que Vega conoce a los secuestradores, tal vez por operaciones de tráfico de drogas. Los demás policías y ex policías vinculados con el caso también registran operativos exitosos antidrogas, todos en la zona de Quilmes-Berazategui y la hipótesis sobre la que se trabaja es que policías y narcos establecieron una relación en la que, después, la banda incursionó en el delito del secuestro. Algo similar ocurrió con la banda que mató a Axel Blumberg: estaba relacionada con policías por el delito de robo de automotores, pero después se largaron a secuestrar.
Los próximos pasos
de la pesquisa
El dato más extraño del caso Bergara es que la víctima haya aparecido en la casa, deshabitada, del subteniente Jorge López. Todos coinciden en que fue una maniobra para ensuciarlo o vengarse, pero en fuentes judiciales afirman que sigue preso porque López tiene que saber de dónde le vino el golpe. Y nuevamente se habla del tráfico de drogas.
En el caso de José Pardini, el ex policía al que también le registraron una llamada sobre “la comida del chancho (el secuestrado)”, lo que se cree es que esa comunicación era parte de un intento de mejicanear el botín. Hubo una llamada a la esposa de Bergara, no a Gustavo, el negociador. Se le pidió dinero para liberar a su marido. Y de inmediato, del mismo teléfono se hizo la llamada en la que aparece en escena Pardini. Lo que se intentó fue darle visos de realidad a la llamada del pedido de dinero a la esposa. El oficial exonerado en 1991 señaló a otro policía y a un civil que trabajaría de custodio, pero hasta el cierre de esta edición el juez Luis Armella, que esta semana rechazará la recusación que presentó la defensa de José Pardini, no firmó ninguna nueva orden de captura.
Las hipótesis se basan en que, extrañamente, la familia Bergara no da la cara y la banda indudablemente tiene a policías y ex policías como integrantes. Sobre los Bergara se afirma que en 33 días no apareció la esposa reclamando por la vida de su marido ni se vio a una madre o un padre pidiendo por su hijo. Bergara no apareció deteriorado físicamente y ahora no reconoce a nadie en las ruedas de reconocimiento, algo que es muy habitual en las víctimas de secuestros. Bergara, dicen, realizó importaciones dudosas, les debe dinero a uniformados, tiene deudas de juego y no pagó un canon que le exigían policías de la zona a cambio de seguridad y que lo secuestraron por eso. Como el caso no está esclarecido y no hay detenidos de importancia, se trata de especulaciones, la mayoría falsas y las demás irrelevantes.
Otras hipótesis dicen que el objetivo no fue hacer dinero sino desestabilizar al gobierno de Daniel Scioli, o que todo es una interna de la Bonaerense contra los jefes actuales y el ministro Carlos Stornelli. Supuestamente estarían en actividad los viejos y poderosos porongas desplazados por los casos Cabezas y AMIA, que a través de oficiales que siguen en la fuerza tratan de recuperar poder. En la interna de la Bonaerense hay, como siempre, distintas líneas. Están los que reportan al actual jefe, Salcedo, porque consiguieron puestos clave gracias a él, y están los que preferirían a su segundo, Paggi, porque creen que se ubicarían mejor. También existe una supuesta antinomia entre los más técnicos, el estilo de Salcedo, y los de calle, que estarían en sintonía con Paggi. Respecto de los viejos comisarios, este diario conversó con varios hombres que ocupan puestos clave en distintas zonas del Gran Buenos Aires. Todos coinciden en que no existe un solo viejo poronga con peso en la actualidad. “Ribelli, por ejemplo, es mala palabra hoy en día. Y los demás también”, insisten.
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