SOCIEDAD
› DETUVIERON A DOS HOMBRES QUE
SERIAN LOS FRANCOTIRADORES DE WASHINGTON
El fin de una pesadilla colectiva
Son un ex militar de 42 años y un muchacho de 17 al que presenta como su hijastro. Los encontraron durmiendo en una camioneta donde tenían un arma que, según las pericias, sería la usada en las 10 muertes. La pista que ayudó a descubrirlos la dio el propio sospechoso en una comunicación telefónica.
Durante 22 días la policía y el FBI movilizaron todos sus recursos en busca de una pista, un testimonio, un rastro dejado por algún error o imprudencia del francotirador sin poder llegar a él. Pero no sólo siguió matando sino que además repitió modos y marcó una especie de territorio propio del que nunca se alejó: una detrás de otra, siempre con balas del mismo calibre, el asesino serial mató a diez personas e hirió a otras tres en el área de Washington. Ni siquiera intentó huir: al contrario, todo indicaría que la información clave para que los investigadores dieran el primer paso firme la aportó él mismo: “Pregunten en Montgomery”, fue uno de los últimos mensajes que envió a la policía. A partir de ese dato, los hechos se sucedieron en apenas 24 horas, desde el miércoles hasta la madrugada de ayer cuando el llamado de un ciudadano alertó a la policía y un hombre de 42 años y su supuesto hijastro de 17 fueron detenidos a unos 80 kilómetros de Washington, mientras dormían en un auto como el buscado en un área de descanso de la autopista. En el baúl del Chevrolet Caprice, la policía encontró una mira telescópica, un trípode y un fusil semiautomático Bushmaster calibre 5,56 milímetros cuyas pruebas balísticas determinaron que es el mismo que el utilizado en la ola de ataques.
La detención de John Allen Williams, conocido como Muhammad tras convertirse al Islam, y su presunto hijastro, el joven jamaiquino John Lee Malvo, a las 3.19 de la madrugada de ayer, parece ser el fin de tres semanas de pánico durante las que las muertes se sucedieron en Washington, Maryland y Virginia mientras la investigación no lograba avanzar. Sin embargo, en menos de 24 horas, a través de un trabajo paralelo a lo ancho y largo del territorio de los Estados Unidos, los investigadores lograron reunir una serie de datos que los llevaron hasta los detenidos. Para esto, una llamada del francotirador fue fundamental. Con el fin de convencer a los efectivos de que sus intenciones eran serias y en una insólita actitud de ser el buscado y a la vez jugar a ser el guía en la búsqueda, el agresor instó a los policías a echar un vistazo a Montgomery, en el sureño estado de Alabama.
Allí, en el robo a una tienda de licores ocurrida el 21 de septiembre había sido asesinada una mujer y otra herida gravemente. Huellas del joven Malvo que habrían sido encontradas en aquel lugar llevaron a la policía hasta una casa en Tacoma, estado de Washington, donde Malvo vivía con Muhammad y solían hacer ejercicios de tiro en el patio, según relataron algunos vecinos. Mientras la televisión transmitía en directo, la policía reunía fragmentos de bala ante los ojos de millones de espectadores. Pocas horas después, el jefe de la investigación, Charles Moose, comunicó la orden de captura de ambos por violación a la Ley de Posesión de Armas.
En una rueda de prensa justo antes de la medianoche del miércoles hora local, Moose informó que se buscaba un Chevrolet Caprice con una matrícula de Nueva Jersey, y otro vehículo que se presumía usaban los dos hombres. Luego, interpeló al francotirador, en un discurso por momentos absurdo en el que aceptó pronunciar las insólitas palabras reclamadas: “Hablemos directamente. Tenemos una respuesta a su opción. Estamos esperando a que se ponga en contacto. ‘Hemos cazado al francotirador como a un pato con un lazo’. Entendemos que escucharnos decir esto es importante para usted”, dijo Moose por televisión, tal como el asesino había exigido en su último mensaje, el mismo en el que exigía 10 millones de dólares para dejar de matar. El misterioso mensaje alude aparentemente a una fábula de los indios cherokee. En ella, un conejo ostentoso intenta cazar a un pato con un lazo. El pato parece haber caído en poder del conejo, pero sorpresivamente se escapa y el conejo comienza a perseguirlo. Entonces, el presumido cazador se estrella contra el tronco de un árbol.
Menos de una hora después de la insólita conferencia de prensa, un conductor llamó a la policía para informar que había visto el coche buscado en un área de descanso de la autopista I-70, cerca de la ciudad de Fredericks, a unos 80 kilómetros al noroeste de Washington. Malvo y Muhammad dormían en el auto cuando al menos una decena de policías lorodeó y rompió las ventanillas. “Luego hubo un griterío fuerte”, contó uno de los efectivos. El portavoz de la policía, Greg Shipley, explicó que los sospechosos no ofrecieron resistencia. La pasividad en el momento de la detención y la exposición del vehículo mientras dormían, poco tiempo después de que las autoridades difundieran sus nombres y la foto de Muhammad, son algunos de los misterios de la historia.
En el vehículo incautado, la policía encontró el fusil Bushmaster oculto detrás de un asiento y, según la cadena CNN, el baúl tenía un agujero que permitiría disparar el arma desde dentro del auto.
Desde el 2 de octubre pasado, cuando comenzaron los ataques, hubo una búsqueda desesperada de los atacantes. En la madrugada de ayer, los dos hombres que todos perseguían dormían tranquilamente en el auto que todos buscaban, en el lugar donde cometieron sus crímenes y con demasiadas pruebas a la vista. Su detención parece ser el fin de tres semanas de pánico para millones de personas, un fin tan misterioso como la historia misma. Probablemente ahora Washington respire aliviado, los chicos regresen a las escuelas y ya nadie viva encerrado ni corra más en zig-zag.
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