SOCIEDAD › HERIDOS Y DETENIDOS EN EL DESALOJO DE UN CENTRO COMUNITARIO EN ALMAGRO
El intento de desalojo a la madrugada de un galpón tomado por militantes sociales en Medrano al 400 derivó en una batalla durante toda la mañana. Hubo pedradas y respuesta policial. Los nueve detenidos recuperaron la libertad ayer mismo.
› Por Emilio Ruchansky
El supuesto dueño del galpón donde funciona el Centro Cultural Almagro, en Medrano 457, llegó en las primeras horas de ayer, junto a dos albañiles y un abogado. Había una orden de desalojo en danza, pero todavía no había sido emitida. El plan era construir una pared de ladrillos huecos para tapiar la entrada al lugar aunque, como observaron varios testigos, los ladrillos no alcanzaban para obstruir la persiana metálica de casi cinco metros de alto y otros tanto de ancho. Adentro del centro cultural había militantes del Movimiento de Trabajadores Excluidos, de la cooperativa de cartoneros El Alamo y del Frente de Organizaciones en Lucha. Ellos decidieron llamar a la policía por considerar que el muro era una construcción ilegal. Y los uniformados fueron enseguida, pero con otras intenciones.
“Cayeron quince patrulleros, cortaron Medrano y empezaron a presionar a los que estaban adentro. Fue un operativo ilegal. Después aparecieron guardias de Infantería, los del grupo GEO y algunos carros hidrantes. No tenían orden de desalojo, pero empezaron a amenazar a la gente del centro cultural con fajarlos”, relató a Página/12 Facundo, un estudiante de Ciencias Económicas ligado a los cartoneros. El joven vio todo de afuera y terminó adentro de la comisaría 9ª por “resistencia a la autoridad y lesiones”. Fue uno de los nueve detenidos, que ayer mismo recuperarían la libertad. “¿Lesiones? ¿Resistencia? Salí en los canales de televisión rodeado de policías, dejándome llevar pacíficamente”, dijo en su defensa.
Pasaban las horas y la orden de allanamiento no llegaba. Los cartoneros que circulan a diario por el centro cultural para recibir un plato caliente de comida para ellos y para sus hijos se sumaron a la improvisada protesta. El clima se puso áspero cuando la orden apareció. Según el abogado Marcelo Cerrudo, a quien los militantes sociales despertaron con un urgente llamado a las dos de la mañana, había 21 personas dentro del centro cultural ocupado en 2001 por la Asamblea del barrio de Almagro, desalojado tres años después y recuperado nuevamente por los militantes sociales meses atrás.
Cerrudo fue el encargado de negociar la salida. Al principio, y según su versión, los militantes sociales pidieron ser identificados por la policía de a uno y en la calle. “Salieron tres y se les abalanzaron diez policías. Ahí comenzaron los incidentes –relató el abogado–. La policía disparó balas de goma y gases, fue un desastre. En el medio, Alicia Montoya, del Alamo, les dijo a los policías: ‘Nosotros ayudamos a salir de la miseria a los pibes de la calle que los matan a ustedes, no nos pueden hacer esto’.” Hubo dos personas más apresadas en la calle.
Varios periodistas que estaban cubriendo los incidentes resultaron heridos y fueron derivados al Hospital Durand. Según el titular del SAME, Alberto Crescenti, entre los auxiliados estaban Fernando Núñez, de Radio América; Rolando Velazco, de FM La Tribu (recibió una bala de goma en la frente) y Carlos Marrero, de Radio Continental. El intercambio de piedras y balas se repitió varias veces hasta que se concretó el desalojo y los manifestantes se retiraron, o más bien cambiaron de escenario: se fueron a la comisaría 9ª, en Billinghurst, a metros de avenida Corrientes.
Allí fueron aplaudidos y alentados quienes iban siendo liberados. El último fue Juan, militante y estudiante, a las 16.15. El joven se subió al mástil de la comisaría y arengó a la multitud reunida, casi 300 personas. “Es maravilloso. Nos desalojan a nosotros, los únicos que no andamos detrás del gobierno mendigando subsidios. Y nos desa-loja esta comisaría donde empezó todo, donde denunciamos que los policías cobraban coima a los cartoneros y por eso comenzamos a organizarnos”, dijo Juan y recibió los primeros aplausos. Lo procesaron, como a otras tres personas, por usurpación y resistencia a la autoridad.
Al costado había 28 policías custodiando la entrada de la comisaría, algunos escuchaban, otros sonreían y meneaban la cabeza. Ninguno se animó a bajarlo del mástil. Y el militante continuó: “No es casualidad este procedimiento fuera de la ley. Sirvió para detener a varios militantes sociales y referentes de la ciudad. Los mismos que denuncian a las mafias que venden paco y a los que implementan el trabajo esclavo. Adentro de la comisaría estábamos sólo nosotros, yo me pregunto: ¿dónde están los que les venden paco a nuestros pibes?”. Su discurso terminó con una premisa compartida. Juan gritó: “Porque si tocan a uno...” y la multitud completó: “¡Tocan a todos!”.
“El lugar lo perdieron”, lamentaba el padre de uno de los detenidos. Su hijo, estudiantes de Ciencias Sociales, había comenzado a vincularse con los cartoneros en la plaza Houssay, cerca de la facultad. “Cuando apareció este lugar para seguir, estaban recontentos. Además era un centro cultural, una pena”, comentaba el padre. Su madre, llena de orgullo por la militancia de su hijo, se reía del malhumor del chico. “Es que los dos somos abogados y él quería que los saquen los defensores públicos, pero todo bien, es lo mismo”, comentaba el padre entre risas. Al rato, pasó un compañero haciendo el chiste de rigor: “A vos no te salvaron los compañeros, ¡te salvó tu mamá!”.
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